Milei contra la prensa

Por Gustavo González (CEO Editorial Perfil)
0
345
milei contra la prensa
Foto: CEDOC

La mayoría de los presidentes, si pudieran, elegirían vivir en un mundo sin periodistas. Siempre se recuerda, como excepción, a Thomas Jefferson por su célebre frase: “Yo prefiero tener prensa sin Gobierno que Gobierno sin prensa”. Pero, en realidad, es una afirmación que Jefferson sostuvo antes de convertirse en el tercer presidente de los Estados Unidos. Tras asumir el cargo, él mismo criticó con dureza a los periodistas.

Sucede que, cuando el periodismo es independiente de los gobiernos de turno, lo que ese periodismo se encarga de investigar e informar no suele ser lo que los gobiernos quieren o necesitan que se investigue e informe. De hecho, muchas veces es lo contrario de lo que desearían que se conozca. Es allí cuando comienzan las presiones del poder a la prensa.

La revista Noticias, lamentablemente, sufrió todas las variables posibles de aprietes a lo largo de su historia. Desde el acoso judicial que caracterizó a la administración Menem hasta la persecución económica del kirchnerismo, pasando por el lacerante asesinato de nuestro fotógrafo José Luis Cabezas, el cual intentó ser encubierto por funcionarios del menemismo. Sin contar los ataques sufridos durante la dictadura contra el fundador de este medio, Jorge Fontevecchia, que concluyeron en su secuestro en un centro clandestino de detención.

Hoy, como otros antes que él, Javier Milei usa los recursos del Estado para intentar silenciar las voces críticas, como las de esta revista y la del propio Fontevecchia. No es muy creativo en ese sentido:

1) Aplica la misma discriminación con la publicidad oficial que usó el kirchnerismo y que ya fue condenada por la Justicia, justamente en la conocida causa promovida por esta editorial y que desde entonces sentó jurisprudencia para toda la prensa argentina. Al igual que las causas que motivaron aquel proceso, este Gobierno vuelve a usar a la publicidad en forma discriminatoria a través de empresas con control estatal, como YPF y Aerolíneas Argentinas, o un banco oficial como el Nación. Lo hace con la misma lógica pasada de utilizar dinero público para premiar y castigar a los medios. Quizá los actuales funcionarios de esas entidades no lo sepan, pero en el año 2011 la Corte Suprema dictó la sentencia definitiva en contra de la discriminación con la publicidad oficial, que incluía a YPF, Aerolíneas y Banco Nación. Lo mismo confirmaron las distintas instancias cumplidas en el fuero Contencioso Administrativo Federal a raíz de la querella por los daños económicos ocasionados durante años a esta revista y a la editorial Perfil: el Estado, organismos oficiales y empresas con participación estatal, pueden invertir en cada plataforma en la que decidan comunicar, con la condición de que lo hagan manteniendo la proporcionalidad que da la relevancia de cada medio en las distintas plataformas (televisión, digital, gráfica, radio, etc.).

2) No paga las deudas de años anteriores (con la gravedad económica que eso supone en un país inflacionado) a los medios más críticos y sí lo hace en mayor o menor medida con los medios amigos o menos críticos.

3) Usa la pauta oficial y el pago de deudas del Estado para alimentar a medios, periodistas y trolls que atacan tanto a quienes critican al Gobierno como a aquellos que no son lo suficientemente oficialistas como el Gobierno desearía. Cuando esos medios les dan espacios a las agresiones de Milei y lo hacen sin el menor reproche o sentido crítico, existen altas chances de que esa actitud se relacione con los beneficios económicos que esos medios y periodistas reciben. Es probable que ese sea el mismo motivo por el que suelen silenciar las respuestas de los periodistas y medios agredidos, y de las entidades defensoras de la libertad de expresión.

4) El propio Presidente abusa del poder del Estado para señalar con nombre y apellido a medios y periodistas críticos. En ese sentido, no sólo puso en la mira al fundador de Noticias, sino a otros colegas como Jorge Lanata, Joaquín Morales Solá, María O’Donnell, Marcelo Longobardi, María Laura Santillán, Ernesto Tenembaum, Jorge Fernández Díaz, Carlos Pagni, Silvia Mercado, Hugo Alconada Mon, Diego Leuco, Romina Manguel, Alejandro Alfie y Luciana Geuna, entre muchos otros.

Es cierto que el Presidente suele insultar con facilidad a cualquiera que no piense como él, sean adversarios políticos, economistas o mandatarios de otras naciones. Pero con los periodistas agrava y profundiza los insultos de una forma desconocida hasta ahora. Además de sus reiteradas obsesiones sexuales y chistes de mal gusto, sus agravios preferidos hacia la prensa son “mentirosos”, “extorsionadores”, “operadores” y “corruptos”. Aunque su preferido es “ensobrado”, que para él sintetiza e incluye a todos los demás insultos.

Al menos dos de los periodistas mencionados por Milei ya le hicieron juicio por estas agresiones: Jorge Lanata y Jorge Fontevecchia.

Cabe recordar que esta revista fue uno de los primeros medios que entendió la relevancia política que tendría este hombre, incluso antes de que fuera candidato: en el 2018 posó para una tapa con un garrote en la mano como máximo representante de la Argentina Friki. Era la época en la que le enviaba mensajes de audios a la directora de Noticias, Alejandra Daiha, en los cuales reconocía la seriedad de este medio y de esta editorial.

También Fontevecchia lo entrevistó en dos oportunidades. La primera vez fue un reportaje de tres horas, en donde hizo un repaso de su vida y de sus ideas económicas. A Milei le pareció tan correcto el profesionalismo de su entrevistador, que incluyó esa entrevista en su autobiografía “El camino del libertario”, a lo largo de 42 páginas.

La segunda vez fue un reportaje conjunto con Juan Grabois que duró casi cinco horas y dio como resultado un interesante debate (el único que aceptó en su carrera) entre la escuela austríaca de Milei y la escuela vaticana de Grabois. Fue allí que el libertario expuso su teoría de que no veía mal que las personas vendieran sus órganos para subsistir.

Durante mucho tiempo, eran recurrentes los elogios y mensajes de reconocimiento de Milei con esta revista y su fundador. El problema sobrevendría cuando Milei se dio cuenta de que la cordialidad y el respeto no iban a impedir que Noticias siguiera investigando su vida, sus negociaciones políticas y sus excentricidades.

Fue entonces que, todo lo que antes para él era sinónimo de buen periodismo, pasó a merecer sus ataques. En febrero de 2023, en una entrevista con Viviana Canosa, aseguró que Fontevecchia era un “quebrador serial”, “ensobrado” y “parte de la casta” como los “políticos chorros”.

En abril de este año, en un reportaje con Alejandro Fantino, repitió que Fontevecchia había quebrado (lo que nunca ocurrió). Y algo peor para ser dicho por un jefe de Estado que se supone que la interesa la generación de fuentes de trabajo: le deseó que su empresa quiebre: “…Pero bueno, está camino a la quiebra, así que ¡qué bueno, eh!”

La querella del fundador de Noticias fue presentada el pasado 14 de junio. En ella se enumeran las mentiras e insultos que Milei le dedicó, antes y después de asumir la presidencia. La causa está en manos del juez Sebastián Ramos. En la primera audiencia citada por el magistrado, Milei no se presentó ni envió abogado. Pero luego designó como su letrado a Francisco Oneto, excandidato a vicegobernador de la provincia de Buenos Aires en el 2023 por La Libertad Avanza. En su faceta de abogado, supo defender, entre otros, a Máximo Thomsen (condenado por el asesinato de Fernando Baéz Sosa) y a Leonardo Cositorto, preso por estafas y asociación ilícita en la causa Generación Zoe.

En un escrito ante el juez, Milei dice que no cometió ningún delito. Que lo de “quebrador serial” fue una mera opinión y no una afirmación tajante dicha con la autoridad informativa que le agrega su calidad de Presidente de la Nación y con las graves consecuencias que esa falsa información puede generar.

Milei sostiene que incluir a Fontevecchia dentro del concepto “casta” tampoco es injuriante porque jura usarlo como sinónimo de “un grupo determinado” de personas. Y lo más llamativo es que argumenta que el término “ensobrado” no es para nada insultante, ya que para él sólo es sinónimo de una persona que recibe dinero de un ente oficial (en este caso, entes que anuncian en los medios).

O sea, el Milei judicial no es esa persona sacada que insulta a los que piensan distinto, como se lo ve en infinidad de videos, sino un ciudadano respetuoso del otro.

Hace un mes, el título de una tapa de Noticias parafraseó irónicamente esa insólita argumentación de Milei sobre su concepto de “ensobrado. Una investigación de esa semana reveló que el actual Presidente había cobrado durante meses facturas de, justamente, un “ente oficial”. En ese caso, de Provincia Seguros, un organismo dependiente de la provincia de Buenos Aires.

Si fuera cierto que Milei utilizara la palabra “ensobrado” como afirma en su escrito, la revista señala que él mismo sería un “ensobrado”. Pero, como entendieron todos los periodistas que sufrieron ese ataque (y el motivo por el cual también lo enjuició Lanata), Milei usa ese calificativo como sinónimo de prácticas corruptas. Por eso él no se reconoce a sí mismo como un “ensobrado”, en el sentido de haber recibido alguna vez sobres de un ente público.

Esta semana volvió a atacar con el mismo calificativo a los medios que no interpretaron como él quería sus dichos en Wall Street sobre el momento en que la Argentina saldría del cepo. Un eventual error de interpretación convertido, según él, en un acto corrupto de “ensobrados”.

De acuerdo al relevamiento más reciente de FOPEA, uno de cada tres ataques a periodistas ocurridos en los últimos meses fue protagonizado por el jefe de Estado. Tanto esa entidad, como la Academia Nacional de Periodismo y la cámara empresaria del sector, ADEPA, hicieron reiterados pedidos públicos para que Milei cesara en el hostigamiento hacia el periodismo. En general, la respuesta presidencial es siempre la misma: redoblar los ataques.

Quizá él crea que, si con ese nivel de virulencia llegó al poder, lo mejor es seguir así. Pero no hay forma de que eso termine bien. La violencia de un Presidente nunca será capaz de construir un país mejor.