No estoy muy segura si la harina de quinua en combinación con el queso de cabra, traído desde las montañas de sur de Serbia, dará el resultado óptimo. Mi madre me alienta recordando la excelente mezcla que dio en otros casos.
Desde la pantalla de televisión llega la imagen de un actor que habla de soledad. Vivir en soledad demuestra nuestra capacidad de tomar la vida por las astas y llevar hacia las alturas máximas nuestra creatividad, describe su teoría, bastante avejentado pero todavía con mucho brillo en sus ojos grises, uno de los iconos de cine europeo.
Mi madre no ve mucha televisión. No aprueba las teorías de soledad. Dice que le asustan los discursos políticos que lo único que infunden es miedo e inseguridad. “Cuando en realidad debería ser lo contrario”, dice.”El mundo está al revés”, sigue ella. Suena como una frase de alguna teoría de complot.
Al parecer el mundo además de muchas otras divisiones tiene una relacionada a las teorías de complot. Varios estudios sobre este tema aseguran que se trata de la inclinación natural del ser humano que se activa bajo ciertas circunstancias. Este estudio es de los científicos de la Universidad de Ámsterdam. Uno de los puntos más importantes de esta teoría fue la revelación del porcentaje de seres humanos en el planeta que creen en las teorías de complot. Desde platos voladores y alienígenos hasta hombres reptiles que dominan el mundo y las ondas electromagnéticas que influyen en el pensamiento humano. A cualquiera de estas teorías de complot, que uno adopta como creencia, resulta siendo ni más ni menos que la falta de control de su propia vida.
En tiempos de guerra, hambruna o terrorismo y catástrofe natural va creciendo el clima de miedo e inseguridad. Tierra fértil para las teorías de complot. Es entonces que los seres humanos comienzan a perder la seguridad y tratan por si mismos de entender los tiempos difíciles buscando la explicación en teorías que pueden o no ser verdaderas.
En la dirección contraria, es decir, cuando a uno le va bien en todos los ámbitos de la vida y va viento en popa, entonces las defensas se levantan como un muro fuerte y las teorías de complot se retiran.
Según este estudio de los científicos holandeses, creer que los alienígenas nos observan o no, depende exclusivamente del estado de ánimo y las condiciones presentes de nuestras vidas personales.
En este mundo caótico pocas cosas son lógicas e invariables. Las leyes de matemática, la primera ley de Newton, algunas teorías filosóficas y eso de que uno logrará meter la pelota después de tirar varias veces tirar fuera del cesto. “El universo de antemano lo arreglo todo”, dice mi madre. “Desde que el mundo existe al día le sucede la noche, la lluvia llega justo después de largas sequias y lo que uno tira hacia arriba sin duda volverá a caer sobre su nariz tarde o temprano”, asegura ella. Me miro en el espejo para ver si hay algo en la punta. Las dos reímos. Lo único seguro es que al abrazarnos, cualquier miedo desaparece.