El alto costo de ser opositor

Redacción dat0s
0
749
oposición, tuto, mesa
Foto: El Potosí

En junio de 2014 dat0s destacaba en tapa, faltando cinco meses para las elecciones nacionales de ese año, a una oposición destinada a perder el proceso electoral.

A cinco meses de las elecciones no hay candidato que se ponga al frente ante semejante avalancha de Evo Morales. La oposición sigue hablando de unidad sin alcanzar vuelo. “Nadie polariza con Evo”, resume una fuente. Reuniones, consultas y llamadas telefónicas interminables no acaban de cuadrar en una larga lista de papel que no parece encontrar puntos de coincidencia. Últimamente, se han viralizado en las redes sociales, mensajes que despiertan sentimientos cruzados.

Suena la frase esa de Samuel de que “¡No me puedo morir ahora, carajo…!”. Un intento al vértigo como fórmula de contrarrestar la efervescencia oficialista. La fragmentación no es un relato aislado. Se mencionó a Jaime Paz Zamora como el factor unificador, pero cuando se pronunció su nombre saltaron las asperezas. Ni Samuel y mucho menos Juan del Granado asintieron esa posibilidad. Se dice que pudo haber sido una opción para establecer niveles de equilibrio: un peso pesado para enfrentar a otro peso pesado. Ese es el nivel en el que se mide el peso de Evo Morales.

La resistencia recuerda que JPZ fue destruido por las ambivalencias del MNR, aliado a la embajada norteamericana, por un lado y precursor de la alianza de clases, por otro. Los equipos del expresidente loaron la estabilidad social durante su periodo presidencial. Afirman que no hubo muertos en acciones directas de represión; aseguran que la economía creció a un promedio de 4% en el periodo 1989 – 1993. Pero, aunque se haga cuño diciendo que inhabilitaron su candidatura, lo cierto parece ser que hay por debajo algún acuerdo. Evo lo llama de vez en cuando a Jaime. La última vez que levantó el auricular fue para invitarlo a inaugurar una obra en los campos petroleros del sur del país.

Y para seguir con la lista de expresidentes, Eduardo Rodríguez Veltzé se ha sumado al equipo del mar con una misión precisa. Es mejor estar cerca que lejos. Nadie podría haber pensado que Carlos Mesa asuma un puesto en el Gobierno de Evo y aunque él insista que es “ad honorem” y se rastrille el pecho denunciando desde su almohadón alto que la libertad de expresión está en peligro, a la hora de los mandados está firme a los llamados del presidente.

La postulación de Tuto Quiroga es la única apelación al elector en la línea del acierto. Quizá la historia aclare con precisión los devaneos del expresidente. En ese análisis prima la historia de ADN y el rol que desempeñó Tuto Quiroga. “El general Banzer lo cobijó en su regazo con el deseo de que gente joven ascendiera y ocupara posiciones de mando.

Actuó en el ocaso de su intensa vida política y Tuto cambió el pacto por intereses sectarios”, dice una fuente de los dirigentes históricos de ADN. El dinosaurio prosigue: “Quiroga fue demasiado lejos. Dividió la obra que lo apuntaba a él como sucesor; la obra del general quedó trunca y el espacio al perdón reducido a un vendaval de críticas, de enemistades que sintetizan la historia de los vicepresidentes a partir del 2000”.

“Fue el punto de inflexión que contribuyó lo que estamos viviendo hoy. Los partidos tradicionales quedaron golpeados”, señala el dinosaurio. Pero, por otro lado, prefiriendo mirar el futuro a vivir perturbado por el pasado, hay cuadros jóvenes que ante las vicisitudes de la oposición alientan la candidatura de Tuto. Aseguran que es el único que denuncia, confronta, ataca de frente y por la retaguardia. Es el único, al menos por ahora, que dice las cosas. “Su posición es valiente, no se fue como Mesa o Rodriguez Veltzé al Gobierno y ese hecho tiene un enorme valor”, aseguran.

En este escenario de salidas y llegadas, la adversidad parece empujar a toda la oposición en un país multiplicado por la intensidad vehemente del presidente; la inclusión, el vigor de la economía, la penetración del narcotráfico, el recurrente factor de la mediterraneidad y el lenguaje simple y efusivo. Las cartas abiertas del naipe que juegan la partida electoral.