Cuando René Paucara tenía 46 años, en 2005, votó por Evo Morales, y contribuyó a que resultara electo como el primer presidente indígena de Bolivia.
A sus 56 años, Paucara, quien trabaja como portero en El Alto, la segunda ciudad más grande de Bolivia, volvió a votar junto con la mayoría de sus compatriotas en el referendo de 2016 para rechazar que Morales pudiera postularse a un cuarto mandato.
Ahora, Paucara dice que está furioso: Morales ha dicho que se postulará de todos modos, ayudado por sus aliados en los tribunales que cambiaron las reglas de los mandatos argumentando que eran injustas para el presidente de izquierda que ha moldeado a Bolivia durante sus doce años en el poder.
Paucara teme que si el mandatario vuelve a ganar el próximo año, muy probablemente estará encaminado a quedarse en el cargo de por vida, sin intenciones de entregarle el mando a ningún sucesor.
“Dijo que gobernaría escuchando al pueblo, pero ya no es así”, dijo Paucara sobre Morales desde la entrada del edificio donde trabaja. “No es no”, dijo refiriéndose a los resultados del referendo.
La decisión de Morales de seguir gobernando tiene eco en varios países de la región, donde las democracias que se veían estables ya no lo parecen tanto. En Ecuador se han revelado diversos escándalos de corrupción; Brasil vive las consecuencias de la destitución de la anterior presidenta, y en Perú hubo un intento fallido para remover al presidente del cargo.
En Venezuela, el gobierno del presidente Nicolás Maduro prohibió la participación de los tres principales partidos de oposición en las elecciones presidenciales de este año, una decisión que fue tomada después de las duras medidas en contra de los manifestantes en contra del gobierno. En Honduras, los jueces anularon una prohibición constitucional a las reelecciones lo que permitió que el presidente Juan Orlando Hernández, dirigente de un partido de derecha, pudiera postularse de nuevo. En diciembre se declaró su victoria después de fuertes protestas y llamados por parte de la Organización de los Estados Americanos para que se celebraran nuevas elecciones ante las denuncias de fraude.
“Es innegable que estamos comenzando a ver tendencias autoritarias en algunas partes de América Latina de dirigentes que no terminan de soltar el poder”, dijo Oliver Stuenkel, profesor de Relaciones Internacionales en la Fundación Getúlio Vargas, en São Paulo, Brasil. “Ahora no se limita ni a la izquierda ni a la derecha”.
Ben Raderstorf, analista de Diálogo Interamericano, una organización de políticas públicas con sede en Washington, dijo que la región se ha visto afectada económicamente por el estancamiento de los precios de bienes primarios como el petróleo o los minerales y esa situación ha incidido en que los mandatarios aspiren a mantenerse en sus cargos.
“Cuando las economías cayeron en una espiral, la maquinaria política intentó aferrarse a lo que estuviera a su alcance”, dijo Raderstorf.
Antes de que los electores votaran en contra en el referendo y le dijeran a Morales, de 58 años, que es momento de retirarse, ya lo habían apoyado en tres elecciones consecutivas. Eso produjo un periodo de estabilidad gubernamental en un país que algunos políticos consideraban ingobernable porque había tenido cinco presidentes en los cinco años previos a la toma de posesión de Morales, en 2006.
Morales forma parte del grupo de dirigentes latinoamericanos de izquierda que ascendió al poder durante una época de precios altos en las materias primas. Al inicio de su mandato se centró en atender la desigualdad histórica en Bolivia, una de sus promesas de campaña. Fue estricto con las empresas extranjeras de energía para que compartieran un mayor porcentaje de sus ganancias con el Estado e invirtió los dividendos en educación y atención a la salud, al tiempo que modificaba la Constitución para acelerar las reformas.
Morales, exlíder sindical de los cocaleros, viajó por todo el país enalteciendo sus raíces indígenas. Construyó una red de teleféricos en la capital, La Paz, con lo que conectó a la periferia pobre de la ciudad con las zonas donde se concentran los empleos. Para 2012, la tasa de pobreza se había reducido más de la mitad respecto a los niveles de la década anterior.
Según algunos funcionarios de alto nivel de La Paz este no es el momento de interrumpir una presidencia que ha sido productiva por un tema de límites a la cantidad de mandatos que surgen de lo que, según ellos, son cuestiones meramente técnicas.
“Una dirigencia histórica no funciona en ciclos cortos”, dijo Gabriela Montaño, presidenta de la Cámara de Diputados de Bolivia e integrante del partido oficialista Movimiento al Socialismo (MAS). “Simplemente no hay un líder en Bolivia como Evo Morales”.
Desde su oficina en la legislatura, Montaño señaló que casi la mitad de los escaños en el senado boliviano están en manos de mujeres y que su propio ascenso a una posición de poder habría sido imposible con cualquier otro presidente. Mencionó el caso de Alemania, una democracia en la que la actual canciller, Angela Merkel, asumió el cargo antes que Morales y sigue ahí; en estos momentos intenta formar un gobierno de coalición después de participar en su cuarta elección. “Me parece que como bolivianos tenemos el derecho de reelegir a la gente como queramos”, dijo.
Ese es un argumento que ha ganado impulso entre algunos economistas de izquierda.
“La cuestión de los límites a los mandatos no es tan simple como a menudo se pinta”, dijo Mark Weisbrot, codirector de Centro de Investigación en Economía y Política, un grupo de expertos con sede en Washington. Los estadounidenses, dijo, eligieron a Franklin D. Roosevelt por cuatro periodos mientras buscaba reformar la economía en la década de los treinta y comandaba a los aliados de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial en los cuarenta.
“Los dirigentes que cuentan con la suficiente confianza y tienen las habilidades para ser elegidos y presidir grandes transformaciones no son muy comunes”, dijo.
A pesar de eso, cuando en Bolivia se argumenta sobre la necesidad de que un dirigente como Morales vuelva a postularse, muchos suelen responder con el refrán que dice: “El poder corrompe a quienes lo detentan”.
Aunque los primeros años de Morales en el poder fueron notables por la reducción en la brecha de desigualdad y el fomento a los derechos de los indígenas, las noticias más recientes sobre su gobierno se han centrado en el mal uso de los fondos públicos y en ataques contra los medios.
Un escándalo involucraba a una mujer, Gabriela Zapata, con quien la prensa dice que Morales tuvo una relación romántica. Zapata, de 31 años y exejecutiva de una constructora china que consiguió grandes contratos públicos, fue enjuiciada y sentenciada en 2017 por tráfico de influencias.
Morales ha negado cualquier conexión con ese caso, pero el rumor de que tuvo una relación con una mujer de negocios corrupta lo persigue.
“Creo que es un villano”, dijo Gabriela de Carpio, de 34 años, una madre desempleada que vive en La Paz. Para ella, los frecuentes escándalos de corrupción que involucran a las personas cercanas al presidente fueron una de las razones para que votara en contra en el referendo.
Los límites a los mandatos que Morales quiere cambiar son parte de una constitución que él promovió en 2009. El año pasado, el Tribunal Supremo de Justicia de Bolivia, cuyos críticos dicen que está lleno de jueces leales a Morales, determinó que los límites a los mandatos habían violado la Convención Americana sobre Derechos Humanos, que data de los años sesenta. Fue una decisión que muchos expertos consideran dudosa en términos legales.
“En Bolivia el ejecutivo ahora es el único poder y dirige a los demás”, dijo Víctor Hugo Cárdenas, exvicepresidente y ahora político de la oposición. Dijo que teme ataques en contra de los partidos de oposición en los próximos años, como los que se han visto en Venezuela.
Aunque Morales ha dicho que se postulará de nuevo, eso no necesariamente significa que vaya a tener una victoria fácil.
En las elecciones judiciales celebradas en diciembre, la mayoría de los bolivianos expresó su enojo con el gobierno anulando sus boletas en lugar de escoger de entre una lista de jueces preseleccionados por el MAS.
Sin embargo, algunos analistas señalan que a pesar de que muchos electores quieren manifestar su enojo en contra del presidente mediante referendos y elecciones judiciales, una cantidad mucho menor estaría dispuesta a frenar su trayectoria si eso implica mandar al palacio presidencial a un político de oposición que no ha sido probado a ese nivel.
“Quizá tenemos a la oposición más débil de Latinoamérica”, dijo Jorge Lazarte, columnista en diversos diarios bolivianos y politólogo. Afirmó que pocos candidatos tienen las condiciones para enfrentarse al poder y al carisma de Morales.
Julio Eguino, un psicólogo de 42 años, lo expresó así: “La pregunta es: si no es Evo, ¿quién?”.
Aunque Eguino no ha decidido por quién votará el próximo año, dijo que no está interesado en la oposición y hasta ahora siempre le ha otorgado su voto al actual presidente. Agregó que los cambios que Morales inició aún tienen un largo camino por recorrer.
“Ni siquiera es una cuestión de cinco mandatos para Evo”, dijo Eguino hace poco en su casa de Calacoto, un vecindario de clase media en la capital. “Podría tomar un siglo ver el cambio que necesitamos”.