La temprana carrera electoral en la que ya está embarcada Bolivia, a pesar de que falta más de un año para las elecciones, ha dado un cambio importante esta semana con la presentación del llamado Frente Amplio. Se trata de una de las propuestas más serias, hasta ahora, para disputar el poder político al Movimiento Al Socialismo (MAS), que llevará por tercera vez la candidatura de Evo Morales, presidente desde 2006.
El MAS mantiene el control hegemónico en la Asamblea Legislativa, ante una oposición débil y fragmentada, y el liderazgo indiscutible del presidente Morales. Sin embargo, ha perdido parte de sus bases entre los indígenas del oriente boliviano y segmentos importantes en el altiplano, que se alejaron tras denunciar el incumplimiento de la Constitución.
El Frente Amplio está integrado por intelectuales y políticos de foros y agrupaciones ciudadanas de La Paz, Santa Cruz, Cochabamba y Chuquisaca. La nueva formación intenta captar el desencanto y la frustración del electorado boliviano que considera insuficientes los resultados del proceso de cambio que lidera Morales desde 2006.
Una de las impulsoras del Frente Amplio es la activista Loyola Guzmán, conocida por haber participado en la guerrilla de Ernesto Che Guevara en Bolivia en los años sesenta y referente de izquierdas en el país. También participa el empresario Samuel Doria Medina, jefe del partido Unidad Nacional, junto a otros destacados intelectuales, líderes regionales y ciudadanos adheridos a distintas tendencias del espectro político.
Guzmán considera que el ideal del “sistema político pluralista institucionalizado” no se hizo realidad en el Gobierno de Morales. El documento inicial del Frente afirma que en su lugar “se ha instaurado en el país un régimen autocrático, que reproduce los peores vicios del sistema de partidos tradicionales: el caudillismo, el sometimiento de la justicia al poder político, la corrupción generalizada, el abuso de poder y el desconocimiento de la legalidad constitucional”.
“No es un partido político ni una alianza electoral ni un movimiento que surja de la coyuntura como tampoco está en contra de Evo Morales”, ha aclarado a este periódico la activista, largamente perseguida durante los regímenes militares de facto entre 1971 y 1981. “Es una institución para la democracia, que surge tras un lustro de reflexiones sobre la realidad boliviana, y está destinada a afrontar los desafíos de la reforma del Estado y la promoción del desarrollo humano”, afirma.
El MAS ha restado importancia al Frente Amplio que, por el momento, no tiene peso político en comparación con el apoyo mayoritario que mantiene Morales a pesar del desgaste de ocho años de presidencia. En este tiempo, el que fue líder de los cocaleros e icono indígena se ha ganado el rechazo de los productores de hoja de coca, los cooperativistas mineros y los sindicatos campesinos del occidente boliviano.
“Sabemos que la reacción del Gobierno es, como se ha demostrado en el pasado, la descalificación del adversario y el inicio de investigaciones de las personas para encontrarles irregularidades”, comenta la politóloga María Teresa Zegada. Como muchos estudiosos de la política boliviana, Zegada encuentra una “propuesta interesante y diferente en relación con experiencias anteriores” y destaca al grupo humano del colectivo, que reúne figuras de diversos sectores de la actividad boliviana, lo que puede avalar la seriedad del proyecto.
El Frente Amplio se ha dado un plazo hasta fin de año para deliberar y construir una asociación política sobre la base de principios democráticos, elaborar estatutos orgánicos y conformar una dirección colegiada donde participen varios colectivos sociales, como por ejemplo los indígenas de tierras bajas, desilusionados tras su limitada participación en el régimen de Morales. La idea central es realizar una suerte de elecciones primarias para que los mismos ciudadanos puedan designar a los candidatos para las elecciones presidenciales de 2014 y las de gobernadores y alcaldes