La carta de un vocero

Por Redacción dat0s
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Richter, vocero. reunión Arce y Evo
Foto: Josué Cortez | ABI

Hacer notar que esos sentimientos no se provocan ni se ven, se palpan.

Una carta es una carta, puede servir para muchas cosas, él ha preferido escribirla como columna de opinión para quedar más compacto; como el papel aguanta todo, el aún vocero presidencial, Jorge Richter, se ha puesto a definir lo que para él ha sido una experiencia prodigiosa, pasar casi cuatro años de su vida dulce al lado del presidente, endulzándole los oídos (se niega él haberlo hecho), para decir que llegó la hora de dejar de hacerlo porque tenía que vivirlo para comentarlo, o sea, sentirlo y de aquí en adelante contárnoslo como analista limpio de polvo y paja.

Resulta vago y desastroso a la vez semejante nivel de calidad humana que nos quiere hacer sentir, porque cuando no se ve o te han arrancado los ojos, al menos alcanzas a ver cuando eres sensible a través del tacto, si verdaderamente estas dispuesto. El caso es que el vocero con los ojos bien abiertos camina él solo hasta el abismo y a un metro de arrojarse al vació prefiere la media vuelta, elucubra un par de frases confusas para generar suavidad en el impacto, si es que llegaría a saltar y siente la necesidad de un rentista -al que mucho antes que a él le han arrancado los ojos-; la sonrisa de un niño que no tiene comida y así descubre la presencia divina de los que sufren, los necesitados, que lo obligan a la reflexión con beneplácito de sentimientos altruistas dignos de un mecánico exabrupto.