La línea más delgada de la conciliación marcada por la intensidad de la hegemonía geoestratégica en AL.
El turno este jueves es para Argentina y Venezuela, quizá el punto más distante de la conciliación latinoamericana como alguna vez pregonó García Márquez, esa conciliación ya no existe en la mente turbada de los presidentes de Argentina -a quien muchos lectores lo han comparado con Hitler, algunos hasta peor que el Führer alemán- y en la perplejidad del ser Maduro que ha demostrado ser una pieza de cera esculpida en metal; el mandatario venezolano que de chofer pasó a lugarteniente del comandante Chávez, sin estrella propia para soñar con las cumbres altas del poder, pasó, sin embargo, a ocupar la presidencia desde donde se ha deshecho de sus amigos incómodos y amenaza rosear con pólvora para hacer volar a sus enemigos. El mandatario se ha convertido en sus 11 años en el poder, en el mayor absolutista latinoamericano.
En los cuatro primeros meses del gobierno de Milei, e incluso en sus tiempos de campaña, había arremetido contra el heredero del bolivariano aludiendo el efecto pobreza y el éxodo de un país imaginario en el que nadie quiere vivir. Las calles de las principales capitales de AL se llenaron de venezolanos en su mayoría jóvenes para encontrar opciones de vida en las esquinas de las calles lavando parabrisas de las movilidades en los semáforos rojos y en menor grado montando pequeños negocios de repostería y belleza para no perder el cosmopolitismo que alguna vez condujo a Venezuela entre las economías más prosperas del mundo.
Milei atemperó su campaña de insultos posicionando esa verdad y haciendo la comparación con la Argentina de Néstor, Cristina y Alberto Férnandez; señalando que su país volvería a ser una de las primeras economías mundiales, emulando el MAGA de Trump, arrojando barro y mierda a los “comunistas”.
En medio del clima de agitación imperturbable un incidente extraño enfrentó al último presidente de la era peronista: un avión venezolano-iraní fue detenido en Buenos Aires bajo sospecha de ser espía, reclamado por los Estados Unidos permaneció en Ezeiza un año y medio hasta que el bodrio alado pasó a manos de la nueva administración en medio de un complejo entramado judicial. Milei, claro, informado del incidente resolvió el caso enviando el avión a los EEUU bajo custodia de agentes estadunidenses. Esa fue, una clara demostración de quiénes eran sus aliados y quienes sus enemigos ideológicos.
El avión “espía” de la discordia
Desde el comienzo de la investigación se sospechó que sus tripulantes, venezolanos e iraníes, podían estar haciendo tareas de espionaje, aunque no hubo pruebas ni para procesarlos o sobreseerlos, por lo que todos los involucrados terminaron con falta de mérito. El decomiso llevaba tiempo, pedido por autoridades estadounidenses, pero estuvo demorado porque el gobierno de Alberto Fernández había retenido el exhorto diplomático internacional para no entrar en conflicto con Venezuela.
El decomiso de la aeronave, un Boeing 747-300 matriculado YV3531, pertenecía a la compañía venezolana Emtrasur, había sido pedido por la Justicia y el gobierno de Estados Unidos, a raíz de la transferencia irregular por parte de la aerolínea iraní Mahan Air. Para Estados Unidos la venta de Mahan Air a la venezolana Conviasa violó el embargo dispuesto contra esa aerolínea e Irán, por lo que desde que eso sucedió lo quiso decomisar, al entender que se violó una ley norteamericana que prohíbe negociar bienes norteamericanos con empresas listadas como sospechosas de terrorismo.
Este episodio voló las afiebradas cabezas de Milei y Maduro. En febrero sin autorización oficial un diplomático venezolano de segundo rango llegó hasta la pista y comenzó a sacar fotos de la nave, levantando sospechas de que algo malo estaba por suceder. Informado Milei del episodio resolvió entregar la aeronave a las autoridades de Estados Unidos, quienes pidieron su incautación tras alegar que el aparato servía para ejecutar operaciones encubiertas de agentes venezolanos e iraníes en América Latina.
La reacción del venezolano fue contundente anunció el cierre del espacio aéreo venezolano para los aviones argentinos, en respuesta a la incautación de la aeronave. “Venezuela ejerce plena soberanía en su espacio aéreo, y reitera que ninguna aeronave, que provenga o se dirija a la Argentina, podrá sobrevolar nuestro territorio”, dijo el canciller venezolano, Yván Gil, en su cuenta de X, antes Twitter.
El canciller venezolano indicó que el cierre del espacio aéreo se mantendrá “hasta que nuestra empresa sea debidamente compensada por los daños causados, después de las acciones ilegales realizadas, solo con el fin de complacer a sus tutores del norte”.
En el tuit, Gil aseguró que “el gobierno neonazi de Argentina” es “sumiso y obediente con su amo imperial”. Los argentinos entretanto alegaron que “Argentina no se va a dejar extorsionar por los amigos del terrorismo”.
De los 19 tripulantes detenidos, 14 eran venezolanos y 5 eran iraníes.
Antes de pertenecer a Emtrasur, la aeronave había sido operada por Mahan Air, una aerolínea iraní sancionada por Estados Unidos debido a sus vínculos con la Fuerza Quds, poderoso brazo paramilitar de élite del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán, a la que Washington considera una organización terrorista.
Las autoridades estadounidenses sostienen que Mahan Air presta el servicio de transporte de armas y combatientes a la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán.
Las consecuencias finales de este episodio en los que se mezcla una zaga de terrorismo, espionaje, conspiración siniestra y estrategias geopolíticas parecen abrir los nuevos tiempos en las relaciones de los países latinoamericanos con Estados Unidos y la teocracia de Teherán.
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