Nemesia Achacollo: Con el Fondo Indígena ya no se podía más

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Foto: El Deber

Antes de sentarse a conversar, Nemesia Achacollo recogerá una pollera que se seca al sol matinal en el patio de su casa en Montero. La que fuera ministra de Desarrollo Rural y Tierras durante cinco años y ocho meses luce tranquila, en paz, pese a que su abogado, un hombre grande y robusto, recoge un sinfín de papeles de una mesa pequeña, modesta. Esta casa la compró como un lote con tres cuartos en 2007 con el crédito de una prestamista que le cobraba el 5% mensual. Un banco le había negado los $us 7.000 que pedía de crédito, pese a que ya era diputada y su partido, el Movimiento Al Socialismo, estaba en el poder. Ahora, la casa ha crecido, es una hilera de cuartos a medias aguas que suma cuatro dormitorios, una cocina y dos baños alejados. Solo el porcelanato que reviste algunas paredes intenta mostrar algo parecido al lujo. Eso sí, compró el lote de al lado e hizo un galpón pequeño, en el que dos camionetas Toyota último modelo recogen pintura blanca y verde para seguir con el pintado de paredes que apoyen el Sí a la repostulación del presidente Morales.

Achacollo no se fue del Gobierno porque quiso, sino acosada por las denuncias de corrupción en su contra por los manejos del Fondo Indígena. Ahora, cuando exministras, senadores y exdirigentes caen presos por malversar dinero de dicho programa, su abogado asegura que ella debe estar tranquila, que tienen una certificación de la Contraloría del Estado que no tiene ningún pliego de cargo por responsabilidad administrativa, civil o penal. Está blindada. El documento es como un diploma, como un certificado de buena conducta, un seguro que no podrá ser citada a declarar si no se amplía la investigación y que no podrá ser acusada de ningún delito sin una nueva auditoría que encuentre indicios de culpabilidad.

¿Qué hizo después de dejar el poder?
Atender a mis hijos, que ya no son chicos. Tengo mi chaco en Colonia Berlín, son 150 hectáreas, pero solo 50 son mecanizadas. Antes sembraba arroz, pero ahora subió el lodo, así que solo se puede sembrar soya, maíz, frejol. Nuestra vida ha cambiado mucho desde que éramos niñas. También se puede sembrar trigo, pero este año, como nos podemos quedar sin camino, se siembra maíz, porque es una planta que espera dos o tres meses hasta que la época de agua pase y se pueda cosechar. 

¿Su chaco no estaba en Los Ángeles, cerca de Santa Rosa?
Está en Colonia Berlín, a dos kilómetros del río. Por eso estamos donde estamos. El agua nos sacó de ahí. Teníamos toda la familia constituida con mis papás. Éramos dueños de 500 hectáreas y nos daba para trabajar por muchos años. Llegamos en 1979, trabajó mucho mi padre, pero llegó el agua y se llevó todo en 1990. Eso nos sacó, perdimos pasturas, alambre, pozo, casa: todo. Y así estamos aquí.

Vida antes del poder
Tal vez si el río no se habría metido en el chaco de Manuel Achacollo y Paulina Tola, su hija Nemesia no hubiera sido ministra. El agua los esparció por todos lados, por dos años recorrieron la Chiquitania buscando trabajo, juntaron $Us 3.000 y compraron tres parcelas de 50 hectáreas en Los Andes, un avasallamiento de Choré, que luego sería legalizado durante el Gobierno de Tuto Quiroga. Ahí, a principio de los 90, Nemesia aprendió a ser dirigente. Para ese entonces, ya era la segunda hija de Manuel y Paulina y solo le quedaban cuatro hermanos vivos de los 12 que había tenido. Las condiciones de vida en el campo, la falta de atención, se llevaba a sus hermanos a los pocos años de llegar al mundo. 
Cuando ya en Los Andes Achacollo fue nombrada presidenta del Comité de Aguas, descubrió que la Iglesia también era Pastoral Social y Mauricio Bacardit, un cura que le enseñó que hay que confiar en la justicia divina, pero también hay que saberla buscar en la tierra. Nemesia aprendió a ser dirigente exitosa. Fue a ella a la que se le ocurrió unirse al MAS, en 1999, cuando Evo Morales tenía solo tres representantes en el Congreso. Fue ella la primera concejal de monte adentro de Santa Rosa y la que consiguió ser candidata plurinominal por el MAS en Santa Cruz en 2005 y diputada desde 2006 al 2010. 

Cuando la nombran ministra, el sector productivo cruceño la miraba con recelo, ¿cómo cambió eso?
Me ayudó nuestro amigo y compañero Nano (Fernando) Vincenti. Él entró conmigo como ministro (duró pocos meses y pagó el pato del ‘Gasolinazo’) y hacíamos reuniones de estrategia, porque éramos cruceños. Él me decía: “Tenemos que ser el nexo con el sector privado”. Todos tenían necesidades, problemas y la instructiva del presidente es que, ahora somos Gobierno, trabajemos para moros y cristianos. En la primera gestión había resistencia porque no creían en nosotros, pero el compañero Nano logró una apertura, y decía que había que convocarlos y escuchar las necesidades también. 

Usted entró al ministerio justo después de la limitación de exportaciones, en un periodo duro.
Sí, pero para nosotros fue un bonito trabajo. Hicimos varias reuniones en la casa de Nano, estaba Mauricio Roca, que lo conocía, también a Kiko Aguilera (Ingenio Guabirá), al finado Gustavo Barbery (Grupo Unagro), que fue un nexo muy importante, que apoyó la interacción con el sector privado. Nuestro vicepresidente tomó contacto y fue mucho más fácil porque logramos discutir con ellos, entender la problemática de los chicos y de los grandes. Se abrió una puerta. La buena relación nos permitió que tengamos buena estabilidad política con ellos.

¿Eso fue lo que la mantuvo tanto tiempo en el cargo de ministra?
No sé. Lo único que hice fue trabajar con todos. El trabajo para nosotros era lo más importante. Teníamos cinco, diez, reuniones por día. Hasta las 11 de la noche. Una vez le dije al doctor Carlos Romero que después de ser protestantes éramos coadyuvantes. No sé si está bien dicho, pero éramos nexos con todos. Jamás en la vida pensé que nos íbamos a sentar con los empresarios, siempre creíamos que eran ‘cucos’. 

¿Cómo se sentía cuando la oposición decía que se mantenía en el cargo por ser suegra de Evo?
Para la oposición valía todo. Me han tildado de la suegra, de todo. La oposición, cuando no tiene unas ideas claras, ataca. Para mí fue duro. Mi familia, mi papá, mis hermanos, mis hijas, sufrían. Mi hija sufría mucho. Cuando uno es chico no entiende que es un ataque político. Yo tengo a la niña (Ariani, su nieta) ahora a mi cargo. Ha sido duro. Pusieron en duda el reconocimiento de la niña con el verdadero padre. En esta casa, después de haber perdido a mi hijo tal vez me trajo de nuevo la alegría y la esperanza. Nadie sabe qué nos espera (dice y no puede aguantar el llanto). Mi hijo tenía 19 años y murió en un accidente de tránsito. Eso fue para mí bien duro. Todo en la vida se puede esperar, pero no esto. Ahora lo siento. Hace seis años que murió. Lo tengo como si estuviera presente. Suena una moto y parece que va a llegar Gustavo. Era el segundo de mis hijos. Tal vez por dedicarme tanto al trabajo político él murió. Falleció el 5 de octubre de 2009, cuando era diputada, en plena campaña. He trabajado día y noche para olvidar, para salir de ese círculo. Pero llego a la casa y estoy sola. Esperando que él vuelva y es bien duro. Es mucho más duro ese golpe que cualquier ataque. 

La salida del poder
Antes de que deje de llorar, un colaborador le acerca un pañuelo desechable un vaso de soda. En la casa de cuartos con techos de media agua, hay un cuarto vacío en el que solo un altar recuerda al hijo ausente. Está justo al lado de la habitación de Nemesia. Allí dormía Gustavo. 

Hablemos del Fondo Indígena. ¿No se dio cuenta de que todo iba tan mal?
Me di cuenta desde el inicio. Cuando asumí el ministerio en 2010, supe que tenía 22 unidades desconcentradas que ejecutaban sus programas a través de transferencias, pero que la administración correspondía al Ministerio de Desarrollo Rural. El Fondo Indígena tenía trato especial. Desde su creación dependía de un directorio formado por las organizaciones (indígenas, campesinos, mujeres campesinas y colonizadores). Ellos hacían la distribución de sus fondos, la aprobación y fiscalización de los proyectos y tenían su propia MAE (máxima autoridad ejecutiva) que era su director. También tenía su propia entidad de auditoría interna y la fiscalización dependía de las instituciones matrices. Difícil manejar eso desde el ministerio. Uno cree, de buena fe, que los proyectos aprobados se harán, pero las organizaciones no hicieron el seguimiento.

¿Usted no tenía poder sobre el fondo?
No. Eso decía el decreto de fundación del fondo. El problema es que solo podían gastar el 1,5% en personal y era muy poco. Ahora, la gente, la oposición, quieren mi cabeza. Todos quieren mi cabeza. Eso ya lo hemos visto. Creen que he tenido la plata del fondo, que yo la manejé. He manejado un montón de proyectos en el ministerio con las otras desconcentradas y jamás se me ocurrió pensar en girarme la plata de un proyecto, ni favorecer a un pariente. No me he llevado un centavo, un proyecto, pero esta es la bandera de la oposición. 

¿Pedía informes de los avances de los proyectos?
A todas las entidades pedía informes. Pero los directores generales decían que como no eran puestos por la ministra, si les daba la gana hacían los informes. Había momentos en que decían: “Bah, es nuestra la plata, déjenos que nos la comamos”. Un día Adolfo Chávez me dijo: “Es nuestra la plata, qué te preocupás”. Eran bastante duros. 

¿Pero cómo llegó todo a ese punto, a tanto desfalco?
Fueron personas que no hicieron llegar el proyecto a su comunidad. Ellos fueron juez y parte y querían manejar la plata y le dieron mal uso creyendo que eran dueños. 

¿Lanzó alguna vez la voz de alerta?
En todas las reuniones que hemos hecho con el directorio. Al no llegar eso, mandamos cartas de amonestación. Pero no me obedecían. He mandado más de 24 cartas a los directores ejecutivos diciéndoles que estaban retrasados en los informes, pero era como hablarle a un muro. El director ejecutivo decía que no se debía a la ministra, porque yo no la había puesto.

¿Y quién lo había puesto?
Las organizaciones. El 27 de noviembre de 2014 solicité al contralor que haga auditorías de los proyectos no informados y después, cuando salieron los informes, volví a mandar carta a Aramayo (el exdirector ejecutivo del Fondioc) para que cumpla. 

Ahora que están yendo presos varios dirigentes, exministras, ¿cómo ve el panorama?
Los que han sido procesados, convocados, no van porque han sido ministros, sino porque manejaron proyectos y han tenido informes de malos manejos. Eso es lo que vemos ahora. Es como que te den plata para comprar salteñas y vas a comprar otra cosa. Sacaron plata para criar chanchos y se compraron autos. No tenían idea de lo que se les venía después. Decían que la plata era de ellos y no se hacían problema. Me decían: “De qué te preocupás si la plata no es tuya”. Pero la plata era del TGN y había que rendir cuentas. 

¿Quién le decía eso?
Los mismos dirigentes, uno de los que más decía eso era Adolfo Chávez. Él y otros dirigentes me decían: “Metete a la cabeza que esa plata es nuestra, no es tuya”. Yo les decía, el día que no hagamos la rendición de cuentas, vamos a decir que la plata se la estábamos dando a usted y yo no he manejado un peso, un solo proyecto. 

¿Le informó al presidente?
Sí, lo pusimos al tanto y con su consentimiento se hizo la auditoría. No había otra opción, no había otra salida, que la Contraloría se hiciera cargo, que verifique los proyectos. Con el Fondo Indígena ya no se podía más. Hacía dos años que no aprobábamos ningún proyecto porque no rendían cuentas. 

¿Cree que será citada a declarar?
Yo estoy dispuesta. Cuando me salí decían que me he escapado, pero estoy aquí, en mi casa. Tengo a mis abogados y si me convocan voy a ir. Yo me he querellado contra ellos, hemos hecho seguimiento, hemos mandado cartas, amonestaciones. Solo quiero que se sepa que no me he robado nada, no me he llevado ningún proyecto. 

Pero ese escándalo le costó el cargo…
Era insoportable, mucha acusación de la oposición. Creían que era la superprotegida del presidente, que por eso seguía ahí, atrincherada. Salí para darles un respiro a mis hijos, verlos a ellos estar ahí, que digan que es la protegida, era hacerle daño al mismo presidente

 

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