Pedro Castillo, un presidente enredado en su propia red

La crisis política peruana comenzó a mostrar sus primeros síntomas de articulación con gente marchando masivamente exigiendo la renuncia de su presidente.

La crisis política sacude varios países de la región. Una característica de todas ellas es la polarización. En Perú la gente salió la semana pasada a las calles, se habla de que unas 5000 personas tomaron las calles en manifestaciones en Lima, la capital, pero reportan idénticas concentraciones por todo Perú, lo que no es poco. Todas ellas agitaban banderas rojo y blanco pidiendo la destitución de Pedro Castillo, el profesor de escuela que, a un año y medio de haber asumido el mando, ha sumido a Perú en un mar de descontrol, por su incapacidad de gobernar adornado de un gigantesco sombrero que no representa a su cultura y un saco como prenda identificación de sus orígenes que no es más que la imitación de la que en sus años de gloria lució dichoso Evo Morales.

Jorge Malmborg, reportero de Latina Televisión que cubrió las movilizaciones, cuenta un detalle que no suele pasar a menudo. El grueso de la marcha no fueron jóvenes, sino adultos y adultos mayores. “Los abanderados no fueron los típicos colectivos de derecha, sino más bien estuvo liderada por exoficiales de la Policía Nacional y las Fuerzas Armadas. En su mayoría han sido padres y abuelos. No podría decir que fue multitudinaria, pero ha sido una primera gran demostración de otro tipo de opositores”, dice.

Acusado de enriquecimiento, la fiscal general de la Nación, una mujer valiente, ha derivado al Congreso una investigación de sus fechorías de haber tejido una red de corrupción que se ocupa de firmar contratos millonarios para favorecer a gente del entorno del profesor presidente, incluida su hermana a la que la policía ya la ha visitado generando temor familiar. La decisión de una posible destitución pasa por el Congreso dividido en el que Castillo no tiene control.