Se agrava la crisis política que enfrenta el presidente francés.
El verano francés estuvo marcado por turbulencias. Después de disolver la Asamblea Nacional en una medida política de alto riesgo, motivada por el fracaso de su coalición en las elecciones de la Unión Europea (UE), el presidente francés Emmanuel Macron convocó elecciones parlamentarias anticipadas en junio. En un cambio radical, el izquierdista Nuevo Frente Popular (NPF) derrotó a la extrema derecha el mes siguiente y exigió que la derecha formara gobierno. En otras palabras, tener voz en la elección del nuevo primer ministro. Macron no escuchó, lo que agravó la crisis política.
Después de dos largos meses de incertidumbre, anunció un nombre para primer ministro: Michel Barnier, negociador del Brexit, el problemático divorcio del Reino Unido de la UE. La asunción del cargo por parte de Barnier disgustó mucho al NPF, que definió como “un robo electoral”, prometió derrocar al primer ministro mediante una moción de censura. La supervivencia de Barnier, por contradictoria que parezca, dependió del partido ultraderechista Reagrupamiento Nacional (RN), dirigido por la rival de Macron, Marine Le Pen.
La nueva crisis comenzó con el intento de aprobar el presupuesto de 2025, que busca contener el creciente déficit público de Francia de alrededor 60 mil millones de euros en aumentos de impuestos y recortes de gasto. En una maniobra constitucional, el entonces primer ministro pasó por alto a la Asamblea para aprobar el plan de gastos sin el apoyo de los diputados. Incluso con concesiones de último momento, Barnier no pudo conseguir el apoyo de RN para el presupuesto propuesto por el gobierno.
En medio del caos, la izquierda y la extrema derecha intercambiaron críticas sobre el fracaso en las negociaciones, diciendo que hicieron todo lo que estuvo a su alcance para llegar a un acuerdo presupuestario. La ineficiencia en la articulación del plan le costó cara al primer ministro. La cuerda floja se rompió definitivamente para Barnier este miércoles cuando perdió la moción de censura en el Legislativo francés, encabezado por el NPF. La derrota en el tablero político generó una horda de dudas, empezando por “¿qué pasa ahora?”. Dependerá de Macron decidir.
El futuro de Macron
Las últimas elecciones se convocaron en julio, anticipadamente. La Constitución francesa impide convocar nuevas elecciones hasta el próximo verano. Pero, en cualquier caso, la cuestión vuelve a manos de Macron. El presidente tiene derecho a designar un reemplazante para el cargo, sin límite de tiempo para que sea anunciado.
En este campo de batalla, el elegido deberá salir victorioso del voto de confianza de los 577 parlamentarios. Se especula que el ministro de las Fuerzas Armadas, Sébastien Lecornu, y François Bayrou, líder del partido centrista MoDem, se encuentran entre los considerados. El NPF, por su parte, insiste en Castels, que afirmó estar “preparado para gobernar”.
A diferencia de Estados Unidos, Francia no corre riesgo de sufrir un cierre si el presupuesto no se aprueba antes del 20 de diciembre. El gobierno tiene poderes constitucionales para aprobar el paquete fiscal. Entre ellas la “ley especial”, que permite prorrogar por unos meses el presupuesto del año anterior hasta que se apruebe uno nuevo.
A pesar de las escapatorias presupuestarias, la crisis política de Macron parece no tener una salida clara. Algunos partidos piden su dimisión, motivados por los problemas causados por la decisión de disolver el Parlamento.
La población tampoco parece estar contenta. Sólo el 22% de los franceses están satisfechos con Macron, según mostró una encuesta de opinión del Ifop a finales de diciembre. Estos son signos de más problemas a la vista. Se prevé, por tanto, un invierno nublado para el futuro político del jefe del Elíseo.