Una veterana política. Una auténtica representante del club de demócratas. Rica, blanca y católica
La presidenta de la Cámara de Representantes, tercera autoridad de la nación, lleva más de 30 años en la jungla de Washington y ha mamado la lucha política desde que nació. Su padre, Thomas D’Alesandro, fue congresista, alcalde de Baltimore y frustrado aspirante a gobernador. Ella lanzó su carrera como legisladora demócrata desde California, adonde se mudó tras casarse con el financiero Paul Pelosi.
Rica, blanca y católica, simboliza para muchos la quintaesencia del establishment. Su hoja de servicios, no obstante, la acredita como una de las voces más liberales del partido: votó contra la guerra de Irak y fue una de las primeras en apoyar el matrimonio entre personas del mismo sexo, cuando casi ningún progresista —incluido Barack Obama- lo hacía aún. En 2007 se convirtió en la primera mujer speaker del Congreso y este 2019 ha conseguido regresar al puesto (algo que nadie había hecho en más de medio siglo) conteniendo el conato de revuelta entre los demócratas que reclamaban un nuevo rostro. Tiene 78 años, ama el poder y ha doblado el brazo de Trump a golpe de sangre fría.
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