“Vladimir Putin, presidente de Rusia, lo hará por mí”.
Donald Trump tiene un entendimiento con Vladimir Putin de que Evan Gershkocich, el reportero del Wall Street Journal encarcelado por Rusia por cargos de espionaje, será liberado si y sólo si gana la presidencia. Este no es un cargo que se haga contra Trump. Es la afirmación del propio Trump. Se ha jactado varias veces de este acuerdo. En un vídeo, sostiene la perspectiva de la liberación de Gershkovich.
Trump, característicamente, se abstiene de decir que Gershkovich está detenido erróneamente. Su liberación es simplemente un regalo a Estados Unidos que Putin ofrecerá si Trump gana las elecciones. “Vladimir Putin, presidente de Rusia, hará eso por mí y no creo que lo haga por nadie más”, afirmó el del jopo amarillo.
Cabría preguntarse por qué Putin está dispuesto a sacar provecho de la moneda de cambio que obtuvo cuando se apoderó de Gershkovich, y por qué elegiría gastarla como incentivo para que el pueblo estadounidense elija a Trump. También cabría preguntarse qué comunicaciones con Putin han llevado a Trump a poder comunicar esta oferta. ¿Existe una explicación inocente?
Obviamente es posible que Trump esté inventando toda esta oferta de la nada ¡Pero su propia versión es que él y Putin están en connivencia para influir en la campaña! La relación de Trump con Rusia fue y es un escándalo gigantesco. En la mente del público, se ha presentado como algo más: una hamburguesa de nada, o incluso una conspiración contra Trump por parte de sus enemigos en la política, los medios y el Estado profundo.
Hay muchas razones para esta percepción errónea. Quizás la razón más importante, sin embargo, sea que la idea de que Rusia corrompería a un presidente estadounidense les pareció fantástica y exótica a los estadounidenses. Cuando los escépticos de los vínculos de Trump con Rusia invocan el caso, generalmente se burlan de la idea de que él era o es un “agente ruso”. Y, por supuesto, ninguna persona seria ha dicho jamás que Trump es un agente ruso; esa es una idea de novela de espías que se descarta fácilmente y que ha permanecido en la mente del público como causa del escándalo general.
Pero no es necesario recurrir a la ficción para encontrar un modelo funcional de la relación real entre Trump y Putin. Sólo hay que recurrir a Europa. Hay numerosos y bien documentados casos de inteligencia rusa que han formado alianzas encubiertas con políticos de derecha en el extranjero.
El Washington Post publicó la semana pasada otro informe largo y detallado sobre la influencia política exterior de Rusia. Una investigación checa descubrió una organización fachada rusa que “solía canalizar cientos de miles de euros (hasta 1 millón al mes) a docenas de políticos de extrema derecha en más de cinco países para reforzar la posición de los candidatos prorrusos en las elecciones al Parlamento Europeo” celebradas ayer en la que la extrema derecha salió aireadamente victoriosa.
Este tipo de operaciones se llevan realizando desde hace más de una década. Se ajustaba a un patrón de relación encubierta en numerosos detalles, desde las personas de las que Trump se rodeaba (un puñado de bichos raros rusófilos) hasta sus relaciones comerciales generalizadas, pero no reveladas con Moscú y sus opiniones sobre la OTAN y las seguridades de que siendo él presidente jamás habría estallado la guerra en Ucrania.
Es un testimonio de su éxito a la hora de salirse con la suya el hecho de que ahora haga alarde de su cercanía con Putin.
Aquí hay un regalo para Estados Unidos que su amigo Vlad nos presentará si convertimos a Trump en presidente. ¿Qué obtiene Putin a cambio? ¿Qué pasará con Gershkovich si Trump pierde las elecciones? A Trump obviamente no le importa. De hecho, parece asumir que a nadie más le importará tampoco.