Investigación revela el impacto del sexo en la salud e indica la frecuencia ideal

Los estudios demuestran que el placer en pareja es una especie de termómetro del bienestar físico y mental.
Hay quienes dicen, basándose en las teorías de gigantes como Charles Darwin y Sigmund Freud, que todo comienza y termina con él. Es el fenómeno que perpetúa la especie, instiga la creatividad, despierta pasiones y moviliza gran parte de los conflictos en el país (y en el mundo). El sexo ha sido probablemente la esfera de la vida más practicada y encubierta, al mismo tiempo, a lo largo de la historia. Una paradoja que dictaba las reglas de la mente y el cuerpo, a menudo guiadas por instituciones religiosas. Del pecado al placer, la actividad solo comenzó a despertar un interés real en la medicina en el siglo XIX, cuando algunos curiosos decidieron mirar más allá de la reproducción y las enfermedades transmitidas por el acto —castigos por libertinaje, como se pensaba en aquel entonces—. Con Freud, en el cambio de página de una era, las relaciones sexuales salieron de las sombras —de una manera no exenta de traumas— y empezaron a liberarse de los grilletes morales. Y fue precisamente con la contracultura, en la década de 1970, que los científicos comenzaron a explorar, con menos modestia, pero todavía lidiando con prejuicios, los matices fisiológicos y psicológicos de los momentos entre dos personas. Desde entonces, el mundo, las drogas y el sexo mismo han cambiado. Y ahora, nuevas investigaciones están confirmando su importancia para el vigor y la felicidad humana.
El último esfuerzo ambicioso en este sentido proviene de un reciente y sólido estudio que analizó datos de 15.794 estadounidenses para intentar resolver de una vez por todas un viejo debate: ¿cuál es, después de todo, la frecuencia ideal? Utilizando una metodología rigurosa, los investigadores descubrieron que tener relaciones sexuales una o dos veces por semana es una medida que protege la mente y ayuda a prevenir la depresión. “Hace décadas que sabemos de la relación bidireccional entre la salud mental y la sexual, pero la gran novedad de este análisis fue poder mostrar una frecuencia adecuada”, afirma la psiquiatra Carmita Abdo, profesora de la USP y una de las mayores especialistas en el tema.
Por supuesto, la conclusión no ofrece una fórmula mágica: hay todo un contexto que debe tenerse en cuenta para que el sexo sea terapéutico. El hecho es que la frecuencia ideal señalada en el trabajo científico coincide con la encontrada en la última gran investigación sobre el tema, coordinada por Abdo y basada en entrevistas con 3.000 personas de entre 18 y 70 años: un adulto tenía relaciones sexuales, en promedio, al menos una vez por semana. Métricas como ésta pueden fluctuar a lo largo del tiempo y en términos históricos. Lo que no cambia, como ha demostrado una serie de estudios recientes, es el vínculo íntimo entre las relaciones sexuales y la salud mental.
Por un lado, debido a factores físicos, hormonales y culturales, seguimos pensando mucho en eso. Por otro lado, no siempre somos capaces de poner en práctica nuestros deseos, ya sea por nuestra rutina acelerada o por problemas de autoimagen y soledad, o por enfermedad. Sin embargo, conscientes de esta interacción, los expertos comprenden cada vez más que, con el debido respeto a las necesidades y deseos individuales, superar los obstáculos para satisfacer las demandas sexuales es un camino inseparable hacia una vida saludable y, por qué no, una medida importante para alejar dos males tan pandémicos como la ansiedad y la depresión.