Análisis | La compra de Activision por Microsoft

Por: Jorge Morla | El País
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Foto: Activision - World of Warcraft

La adquisición de Activision Blizzard por parte de Microsoft es un hito del capitalismo. La compañía tecnológica fundada por Bill Gates, que lleva años siendo uno de los actores más importantes del mundo de los videojuegos, ha adquirido a otra que, si bien es más pequeña, se sitúa cómodamente entre las 10 empresas de juegos más grandes del mundo. Hablando en plata, es como si el Real Madrid comprara al Atlético. O el Barça, al Valencia. La compra culmina una serie de movimientos de Microsoft, que lleva años adquiriendo compañías más pequeñas por precios mucho menores que los 68.000 millones de dólares (60.000 millones de euros) que desembolsará por Activision.

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Con estas compras Microsoft crece dentro del mercado digital, además de suponer un ataque frontal a su competidora directa, la japonesa Sony. Entre ambas se reparten el mercado más adulto de consolas de sobremesa: la americana con sus Xbox, la japonesa con sus PlayStation. La tercera pata del ocio digital de ese mercado sería Nintendo, si bien esta se inclina más a otro público.

A nivel mundial, y durante muchos años, la batalla se había decantado del lado de Sony, pero en junio de 2017 Microsoft alteró el mercado con un invento que cada vez suma más adeptos: el XBox Game Pass. Se trata de una especie de Netflix de los videojuegos, una suscripción mensual que permite disfrutar de un catálogo inmenso. Cuesta 12,99 euros al mes, una ganga si consideramos que los juegos a los que daba acceso en 2021 valdrían en total 6.000 euros, si pretendiéramos comprarlos. Evidentemente, los suscriptores de Game Pass crecen cada día y tras la adquisición de Activision no es de extrañar que algunas de sus sagas más potentes (Call of Duty, Diablo, World of Warcraft), acaben engrosando el servicio mensual. En 2020 Microsoft ya adquirió Bethesda por 7.500 millones de dólares, y sus juegos más famosos pasaron a formar parte del catálogo digital.

Por muy abultado que sea el precio que ha pagado Microsoft, lo cierto es que si había un momento para realizar un movimiento así era este: los escándalos de acoso laboral (y sexual) dentro de Activision han minado a la compañía desde hace un par de años, han puesto a sus directivos en la diana y han generado el rechazo de gran parte de la comunidad. Como muestra, hace pocos meses el omnipotente World of Warcraft perdió la corona de juego de rol online más practicado en favor de Final Fantasy XIV. Es decir, la cifra es elevada, pero hubiera sido mucho mayor en otro momento.

Las leyes antimonopolio no impidieron la adquisición de Fox por parte de Disney en 2019 por una cantidad similar, por lo que la fusión de Microsoft y Activision no parece presentar problemas legales. Los debates éticos, sin embargo, son distintos. Como ya pasó con el mundo editorial, como ya pasa con el mundo del audiovisual, la anexión de compañías medianas va polarizando el mercado hasta quedar en manos de unos pocos, con la consiguiente homogeneización que eso implica para un negociado que, en el fondo, es cultural. Esta compra mejorará sin duda la posición de Microsoft en su guerra con Sony. Cabe preguntarse si es bueno para un ecosistema tan explosivamente creativo, con tantas ganas de evolucionar en lo formal y (por ahora) tan rico y diverso como el mundo de los videojuegos.