La ‘tortura china’ que EEUU prepara para Putin: el plan para dejarle sin alta tecnología

El Confidencial
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China, rusia
Foto: Reuters

El pasado martes, Huawei presentó su último teléfono estrella, el P50 Pro, y su versión plegable, el P50 Pocket. La compañía, que otrora estuvo a punto de convertirse en el líder del mundial de constructores móviles, lo solía celebrar con un sarao que se convertía en una auténtica exhibición de músculo al concentrar a miles de personas de todas partes de Europa. Ahora el covid y el veto que la administración Trump dejó como herencia han alejado aquellos días de vino y rosas. La marca atraviesa unas dificultades que quedaron perfectamente resumidas en uno de los momentos del evento de presentación.

Cuando se preguntó al portavoz por el procesador de los ‘smartphones’, contesto que montaban un Snapdragon 888 sin 5G. ¿Cómo es posible que un terminal de más de 1.000 euros y un móvil con pantalla flexible que cuesta 1.500 no ofrezca soporte para esta especificación? Qualcomm, el fabricante de estos chips, simplemente no puede darles acceso a esta tecnología. Les han concedido un permiso para hacer negocio con ellos, pero con esa condición. Y tampoco lo pueden hacer otros porque no cuentan con el visto bueno de EEUU para hacerlo.

Los problemas surgieron en mayo de 2019, cuando el Departamento de Comercio les incluyó en una lista negra. Una decisión que tuvo varios efectos secundarios para este fabricante. El más devastador es que tuvo que ver que, entre otras cosas, se quedaba sin las aplicaciones y servicios de Google y, por tanto, solo podía ofrecer una versión de Android desnatada en comparación a lo que pueden implementar sus rivales en sus terminales. A eso se sumaron una oleada de una prohibiciones para participar en despliegues de redes en varias partes del mundo. El resultado: unos ingresos que han sufrido importantes recortes, especialmente en el caso de la división de consumo, que llegó a suponer prácticamente la mitad del negocio de la factoría de Shenzen.

Como si fuera un ensayo balístico de Corea del Norte frente a las costas de Japón, el ‘caso Huawei’ sirvió a Estados Unidos para poner a punto este mecanismo sancionador conocido como la ‘norma del producto extranjero directo’. Sin entrar en pormenores legislativos, el mecanismo permitiría restringir el acceso a bienes fabricado por empresas estadounidenses, pero también empresas de terceros países que empleen sistemas o soluciones creadas en el país norteamericano.

Demostrada su efectividad con la firma china, ahora la Casa Blanca se plantea invocar esta arma y usarla contra Rusia, en el caso de que el Vladimir Putin decida dar a la orden a sus tropas de que entren en Ucrania. Con ello tratarían de poner un importante palo en las ruedas para los objetivos de la industria tecnológica de dicha potencia, que quedaría muy tocada en sus aspiraciones en materias como inteligencia artificial, desarrollos militares de vanguardia o aeronáutica civil… Incluso el ruso de a pie podría verse afectado por la norma en caso de que EEUU decidiese cortar el grifo por completo, ya que podría boicotear las importaciones de ‘smartphones’ o consolas.

“Si Washington decide poner en marcha esta estrategia, Rusia tiene muy difícil encontrar una alternativa desde el punto de vista tecnológico”, explica Ignacio Mártil, catedrático de electrónica de la Universidad Complutense de Madrid. “El caso de Huawei es bastante claro“, remata. En la recta final de 2021, la cúpula de la multinacional anunció que esperaban unos ingresos de unos 99.000 millones de dólares. La cifra, por astronómica que pueda parecer, supone un importante retroceso del 28,9% frente al anterior ejercicio. Un auténtico jarro de agua fría, ya que en 2020 todavía resistieron y aumentaron un 3,8% la factura a pesar del veto.

Este avance, sin embargo, fue mucho menor que el registrado un año antes, cuando el crecimiento interanual fue superior al 19%. La carta a los empleados en la que se adelantaban las malas noticias habló de “serios desafíos” derivados de cosas como “la politización de la tecnología” o un “creciente movimiento” de “desglobalización”. Aunque la compañía sigue siendo emperrada en ser vendedor de smartphones (en China, el mercado más grande del mundo, los servicios de Google importan más bien poco), ya ha empezado a fijarse en otros sectores como la salud o la automoción para salir de este particular brete.

Muchos piden, pocos hacen

Repasar la crisis de Huawei ayuda a entender bastante bien cómo llega Estados Unidos a poder cortar el suministro de semiconductores a un actor de este tamaño y porque no existen caminos alternativos. Muchos recordarán que la firma china tenía sus propios procesadores, los Kirin, creados por HiSilicon. El problema es que esta subsidiaria solo los diseñaba, no podía darle forma. Es lo que se conoce en el ‘argot’ especializado como ‘fabless’. Para producir su diseño tenía que recurrir a fabricantes externos. Y no vale cualquiera, porque no todos los ‘pure fabs’ (proveedores que se dedican únicamente a fabricar, no diseñan nada con su propia marca) tienen la tecnología de vanguardia como para producir los semiconductores tan avanzados, por debajo de los 10 nanómetros, que se utilizan en dispositivos de alta gama como los teléfonos móviles, por citar alguno de sus fines.

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Para ello recurrió a TSMC, el gran gigante de los procesadores. Se trata de un conglomerado taiwanés que se ha destapado como un actor fundamental para esta industria durante la crisis que llevamos viviendo desde que estalló la pandemia. HiSilicon llegó a ser el segundo mayor cliente de esa compañía del sudeste asiático, solo por detrás de Apple, llegando a suponer hasta un 15-20% de sus ingresos. Sin embargo, esta compañía tuvo que aplicar el veto y prescindir de estos jugosos encargos por la citada norma de EEUU.

El punto de fricción se encuentra en las máquinas que emplea TSMC la fabricación de los procesadores más punteros. Unas máquinas de 180 toneladas que solo son fabricadas por una empresa en el mundo: ASML. La firma de origen holandés, una antigua subsidiaria de Philips, es la única que ha conseguido dominar la técnica de litografía ultravioleta extrema y crear los equipos necesarios para aplicarla.

“En toda la cadena de valor te encuentras estructuras de pocos jugadores, tres o cuatro proveedores muy especializados. En el caso de ASML es más exagerado, porque se ha demostrado que son la única opción y son imprescindibles por debajo de los 10 nanómetros“, explicaba a Teknautas Antonio Varas, ‘senior partner and managing director’ de Boston Consulting Group, en un reportaje sobre esta compañía. La historia es que aunque la receta sea holandesa, el 65% de los ingredientes provienen de otros países. El sistema no es en absoluto sencillo.

Es una obra de ingeniería moderna que a su vez obliga a sus creadores a buscar proveedores y tecnologías de todos los países. Alemania, Japón, Reino Unido… y también EEUU. El láser que se utiliza para golpear las gotas de estaño y generar la luz ultravioleta está concebido en California. En resumen, una pieza fabricada en la costa oeste para una máquina creada en Europa cuyo destino es hacer chips en Taiwán para una empresa china es la que le permite a EEUU apretar el puño. Al ser los únicos proveedores, ASML es fundamental para las empresas que trabajan en los nodos más avanzados, como Samsung o TSCM.

Además, Huawei no puede recurrir a los ‘foundries’ chinos para sustituir a otros proveedores y se ha visto obligado a lograr acuerdos con firmas como Qualcomm, aunque con mucha letra pequeña, como prescindir del 5G. “Ahora mismo, los foundries chinos han llegado de forma estable a producir en 14 nanómetros y han hecho pruebas exitosas con 12. Pero en el corto plazo es difícil que bajen de ahí”, aclara Mártil. Por esta razón, es la que ASML se convirtió en objeto de presión de EEUU, que consiguió que no vendiese sus creaciones a empresas de aquel país y así frustrar los planes del país de ser autosuficiente en la materia para 2030.

Efectos y problemas de aplicarlo

¿Qué significaría que Rusia y sus empresas no tuviesen acceso a esos semiconductores tan avanzados? “Mayoritariamente, los nodos por debajo de 10 nanómetros se están utilizando para telefonía móvil y para centros de procesamiento de datos de alto rendimiento, que son claves para sistemas y servicios en la nube”, añade este experto. Pero otros sectores, que utilizan tecnologías más maduras, como el militar o el automovilístico también se verían seriamente comprometidos. A día de hoy, Rusia importa un 20% de sus chips desde China. El problema es que sus principales fundiciones, SMIC y Hua Hong, no podrían digerir ese abrupto aumento de la demanda. “Solo hay que ver lo que han sufrido los fabricantes de automóviles desde que estalló la pandemia para encontrar suministros”.

Está claro que vivimos en un momento muy complicado. La gente se piensa que estamos al borde de una guerra del siglo XX y en realidad estamos ante una guerra de nueva generación, del siglo XXI. Y en esa tienen más protagonismo las acciones comerciales y tecnológicas que los tanques y los cazas”, argumenta Andres Gomes Funes, vicerrector de relaciones internacionales de ESIC University. Sobre la adoptación de medidas contra Rusia que se utilizaron en el ‘caso de Huawei’, remarca que hay ciertas diferencias. Recuerda que las medidas contra la multinacional de Shenzen se tomaron en el marco de una “guerra comercial” por el control de una tecnología como el 5G y que incluso las empresas estadounidenses como Google han sufrido efectos secundarios por el veto. “La práctica no es tan nueva. Me recuerda a cuando EEUU vetó la venta de fragatas españolas a Venezuela, durante el mandato de Rodríguez Zapatero”.

Gomes Funes recuerda que también hubo sanciones económicas aprobadas cuando Rusia se ‘anexionó’ de facto la península de Crimea, una región que sigue siendo parte soberana de Ucrania. “¿Tuvo un efecto coercitivo? En absoluto”, explica el experto, que recuerda que Moscú no tiene autoridad para negarle a Kiev la petición legítima para ingresar en un organismo internacional. Insiste en destacar que en muchos círculos políticos, mediáticos y académicos el gran debate es ese: encontrar sanciones o medidas que realmente sean efectivas en este conflicto de “nueva generación”. “En ese marco se plantean estas medidas de guerra tecnológica”, apunta. Sobre la idoneidad de bloquear el acceso a alta tecnológica hace dos apuntes destacables.

El primero, que son medidas que requieren consenso entre varios socios y varios países, que puede no querer sufrir los efectos negativos para su economía y sus empresas de estas decisiones. El segundo, que el éxito puede verse en el “corto plazo” pero que puede empujar un esfuerzo por parte de China por establecer una bloque tecnológico que escape de este frente común liderado por EEUU. Algo de lo que también alertaron los responsables de ASML, que se mostraron más partidarios de influir en la política internacional a través de generar dependencias de tecnologías como la suya, que le permitiese a Europa y Occidente mantener soberanía en esta materia.

“Más allá de todo esto, la medida que empieza a cobrar más fuerza de cara al futuro es el refuerzo, especialmente en Europa, de mecanismos energéticos secundarios que dejen los recursos rusos fuera de la primera línea del mercado y por tanto se reduzca su importancia”, remata.