Colombia: Resultados electorales imprevisibles

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elecciones Colombia, Federico Gutiérrez

Hace pocas semanas apareció en la portada de la revista Semana de Colombia Gustavo Petro como un gigante rodeado de enanitos que competían con él para la presidencia de Colombia, sin ninguna posibilidad siquiera de estar cerca. Había en el país un consenso en torno a que Petro, un candidato sólido, con gran trayectoria, apoyado por una multitud de partidos y organizaciones de izquierda y progresistas, era invencible. Los números de las encuestas, incluidos los de un diagnóstico de la situación que hizo nuestro grupo, lo confirmaban.

Pero, en la recta final de las elecciones programadas para domingo 29 de mayo, Federico “Fico” Gutiérrez (foto), candidato independiente, quien no se ajusta a las definiciones políticas tradicionales, exalcalde de Medellín, aparece como el único que podría vencer a Petro. No importa cuán cercano está en la carrera de caballos, lo cierto es que es el único que se despegó del conjunto de contenedores y el que capitaliza la polarización que produce un candidato de izquierda.

Fico ha dejado claro que es un candidato de centro, al que no le importa que lo etiqueten de derechista o izquierdista, en un país en el que, desde hace más de un siglo, la Casa de Nariño ha permanecido en manos de liberales o conservadores, con la sola excepción de la dictadura de Rojas Pinilla.

Se repite el esquema de todas las elecciones posteriores a la pandemia en América Latina: ni Fico, ni Boric, ni Castillo aparecieron en las encuestas hasta el final, como candidatos relevantes. Ninguno contó con el apoyo de los aparatos de los partidos y coaliciones que gobernaron sus países en las últimas décadas. Tampoco de líderes del establecimiento local o mundial, tanto de izquierda como de derecha.

Tampoco formaron una red de locales de campaña que llegue a todo el país, ni una red de “operadores políticos” que ayuden a manipular a los electores. No tuvieron un programa de gobierno sólido, aprobado por las élites tradicionales y la prensa, que sirva para ofrecer blanco a sus adversarios. Esa aprobación lleva a seguras derrotas.

Algunos dirán que la falta de un programa hace difícil la gobernabilidad por la multiplicidad de las demandas de las propias bases electorales, pero escribir un programa coherente, que conduzca al fracaso, es menos útil que moverse dentro de una amplia plataforma que permita ganar.