Si una elección presidencial profundamente polarizada no había sido suficiente para generar desencuentro entre los brasileños, la Copa Mundial de la FIFA plantea una nueva prueba de identidad: portar o no su camiseta más preciada.
La camiseta verdeamarela de la selección brasileña de fútbol se ha convertido en el accesorio elegido por los simpatizantes del presidente saliente Jair Bolsonaro. La prenda ahora está tan estrechamente asociada con el líder de la derecha, que muchos fanáticos han decidido no usarla al tiempo que animan a Brasil en el torneo de este año. El equipo, que es favorito para ganar, derrotó este jueves a Serbia en su primer partido.
“El futuro es azul”, dijo William Enrique, quien vende camisetas en el centro de Río de Janeiro, refiriéndose a la camiseta suplente de Brasil. El vendedor señala una pila de camisetas amarillas sin vender y agrega: “Los compradores me dirán: ‘¡Esa es de Bolsonaro! Dame la otra’”.
Grandes representantes del fútbol como Pelé y Ronaldo la portaron cuando ayudaron a Brasil a traer a casa sus cinco Copas del Mundo, el icónico uniforme de color amarillo canario es un símbolo del dominio del país en este deporte. Sin embargo, recientemente, también lo usan los partidarios de Bolsonaro en los mítines, y cuando salen a la calle a protestar la reciente victoria electoral de Luiz Inácio Lula da Silva.
Celso Unzelte, periodista deportivo y comentarista, dice que la adopción de los colores nacionales es un retroceso a la época de la dictadura militar de Brasil, que terminó en 1985. Pero bajo Bolsonaro, un excapitán del Ejército que ha celebrado abiertamente ese régimen, la adopción de la camiseta amarilla ha resultado mucho más polarizadora.
“En la copa del 82 había una dictadura y seguimos usando la camiseta”, dijo Unzelte. “No como ahora”.
La Confederación Brasileña de Futbol, o CBF, está tratando de separar la política de la famosa camiseta. Antes del torneo, lanzó una campaña de vídeo cuya finalidad era despolitizar el uniforme. El video muestra a fanáticos vitoreando vestidos con la amarelinha, como se le conoce a la icónica camiseta, y cantando “amémosla” en un tono de rap.
“Todos podemos sentirnos bien con la camiseta de la selección nacional”, dijo a principios de este mes el presidente de la CBF, Ednaldo Rodrigues, al presentar la campaña. Una encuesta publicada la semana pasada por el sitio de noticias Metrópoles descubrió que eso no es del todo cierto, poco más de un cuarto de los brasileños contestaron que no la usarían.
Walter Casagrande Jr., un exdelantero de la selección nacional, expresó sin rodeos el sentimiento de muchos de los críticos del presidente en un artículo de opinión: “La ultraderecha de Jair Bolsonaro ha arrasado con todo a su paso, incluido el cariño que le teníamos a la camiseta amarilla”.
Pero los jugadores están tan divididos como los aficionados. “Yo lo que veo es que en los últimos cuatro, cinco años el actual presidente revivió el orgullo de ser brasileño”, dijo en una entrevista Gilmar Rinaldi, exarquero que formó parte del plantel ganador de la Copa Mundial de la FIFA en el 94.
Los esfuerzos de despolitización también se complican por el hecho de que la superestrella brasileña Neymar se declaró abiertamente partidario de Bolsonaro, en tanto que prometió dedicar su primer gol en la Copa Mundial de la FIFA al presidente saliente.
“Es triste llegar a esto”, dijo Pedro Lindackee, de 21 años, un estudiante de administración de empresas luciendo una amarelinha en el metro de Río de Janeiro. “Voté por Lula, pero no creo que los políticos deban mezclarse con el deporte”.
Otros están tratando de darle la vuelta.
A principios de este año, Thaina Pinho lanzó una línea de ropa llamada Canary Revolt. La marca, que graba eslóganes y símbolos progresistas en la camiseta como la emblemática estrella roja del Partido de los Trabajadores de Lula, despegó después de que la Primera Dama Rosangela da Silva la mostrara en redes sociales en julio.
“Depende de los jóvenes recuperarlo”, dijo Pinho.
Por su parte, Lula se comprometió a vestir amarillo durante el torneo. Y muchos brasileños en Catar están siguiendo su ejemplo.
“El país está dividido y Bolsonaro usó la camiseta con fines políticos”, dijo Wallace Leite, quien tocó un tambor, vestido de amarillo, entreteniendo a los locales con otra media docena de fanáticos que portaban la amarelinha en la víspera de la Copa Mundial de la FIFA. “Ahora hay una oportunidad de recuperarlo”.