Qué significa tocar a Cristina

Por Jorge Fontevecchia
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Para el kirchnerismo, tocar a Cristina es tocar al pueblo. Tocar en el caso de una mujer tiene la doble acepción de abuso sexual, violar, comer. Tocar es también ofender, degradar, perforar una frontera áulica.

Tacto deriva de tocar (tangere en latín). Como tocar es también alcanzar algo, influirlo, modificarlo, se habla de aquello puro como intacto, el himen de la virgen. Íntegro deriva del mismo concepto, no corrompido y sinónimo de honestidad.

La palabra tocar tiene pregnancia atávica, de uso frecuente en la historia de la lengua hebrea y también en idiomas pretéritos como el arameo. En el Antiguo Testamento hebraico tocar se encuentra mencionada 150 veces. En el relato del Jardín del Edén, cuando la mujer recuerda a la serpiente, que Dios había dicho: “No comerás del fruto del árbol que está en medio del jardín ni lo tocarás”.

Alguien que quedó tocado es aquel que no quedó cuerdo y está perturbado por algún “toque”. Y tocado también es la tela que cubre la cabeza en las ceremonias religiosas antiguas.

El libro El tocar, Jean-Luc Nancy, escrito por Jaques Derrida, trata el tocar, la cuestión del tocar, y el capítulo cuarto lo titula “Lo intocable o voto de abstinencia”. Comienza desarrollando la “ley del tacto”: el tocar es del ámbito de lo limítrofe, de cruzar la frontera de la superficie del otro.

Del tocar sin tocar surge la metáfora de “cuando nuestros ojos se tocaron”. También la virgen María fue fecundada sin ser tocada. La posibilidad de tocar en lo intocable.

Tocar a Cristina es tocar a todos sus partidarios. “Tocarle el culo” a alguien es el paroxismo del gesto denostativo: mancharlo. La flor de loto no se mancha aun en el barro, y sus semillas pueden germinar aun después de diez siglos.

Con las manos tocar es palpar. Contacto implica una relación que puede ser consentida o no. Lo tangible es lo que se puede tocar. Beso que muerde, caricia que golpea. Los animales no tienen manos sino garras.

Un empresario al que le tocaba representar al conjunto del gremio contaba recientemente que en un encuentro con Cristina Kirchner, siendo ella presidenta, le dijo en tono desafiante: “A mí me coge solo quien yo quiero”, advirtiéndole de su carácter de cebra: rayada e inmontable. Coger, agarrar en español, es tocar.

Lula fue preso en 2017 con 72 años, en Brasil no existe la prisión domiciliaria automática posterior a los 70 años y soportó más de tres años de cárcel verdadera. Lula aceptó con sabiduría el destino. Eso lo hizo aún más grande. Les pidió a sus partidarios que se corriesen y dejaran llegar a la policía federal, que venía a detenerlo.

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Tocar demasiado por no saber, en verdad, cómo tocar. Eso le diría la Justicia argentina a la brasileña, que tuvo que rever el fallo sobre Lula: Cristina, aun siendo condenada el martes próximo, nunca iría a prisión, una eventual condena tendría que ser confirmada por la Cámara de Casación y después por la Corte Suprema. Podría pasar mucho tiempo –décadas fue en el caso de la condena a Carlos Menem– sin un fallo definitivo, y aun si este llegara, nunca sería a cumplir en una prisión por tener Cristina Kirchner más de 70 años (los cumple el próximo 19 de febrero). ¿Qué significa entonces “tocar” a Cristina si nunca será tocada por el brazo de una guardiacárcel o una policía que la traslade?

Tocar es simbólico, tocar a la patria, que a la vez es el pueblo, que a la vez es el peronismo y a la vez el kirchnerismo, con Cristina como significante. Carácter transitivo del transitivo, del transitivo y del transitivo. Lo intocable se vuelve tocable, pero por medio de otro tocar.

Disparates como el de Luis D’Elía pidiendo que se corten las rutas del país por tiempo indeterminado hasta la renuncia de la Corte Suprema de Justicia si el martes se produjera un fallo condenatorio. Aun si renunciara toda la Corte Suprema, la sentencia que recibirá el martes la vicepresidenta no sería modificada. O la desproporcionada metáfora de pelotón de fusilamiento que esgrimió la propia Cristina en su alegato final la semana pasada frente al tribunal.

En el libro El tocar… se cita a Freud: “La psique es extensa: no sabe nada de ello. La psique es cuerpo y precisamente es esto lo que se le escapa, y por tanto (se puede pensar) que lo escapado o el escape la constituyen como ‘psique’ y en la dimensión de un no-(poder/querer)-saber-se”.

Y en el mismo libro se dice que “el tacto no es sino el toque del sentido en su totalidad, y de todos los sentidos. Es su sensualidad como tal, sentido y sintiente. Pero el tacto mismo, en cuanto sentido y, por consiguiente, en cuanto se siente sentir y, más aún, se siente sentirse, puesto que solo toca al tocarse, tocado por lo que toca y porque lo toca, presenta el momento propio de su exterioridad sensible, y lo presenta como tal y en su carácter sensible. Lo que produce el tacto es esa interrupción que constituye el tocar del tocarse, el tocar como tocarse. El tacto es el intervalo que hace sentir (lo que es sentir): la proximidad de lo distante, la aproximación de lo íntimo”.

¿Quién toca a quién? En el libro El tocar… se sostiene que “El tacto es el sentido como umbral, la división sintiente/sentido de la entelequia estética. El tacto es el claro/oscuro de todos los sentidos, y del sentido, absolutamente. En el tacto, en todos los tactos del tacto que no se tocan entre sí […], los dos lados del único sentido no cesan de venir el uno al otro, accediendo sin acceder, tocando lo intocable, intacto, espaciamiento del sentido”.

Tocar a Cristina finalmente es un acto simbólico –del tocado y del tocante– que trasciende las consecuencias judiciales concretas que pueda tener.