Cortina de humo: modo de empleo

por Pierre Rimbert | Le Monde diplomatique
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Polonia, misil impactado. información desinformación
Foto: EFE/EPA/Mykola Tys

El pasado 7 de noviembre, el denunciante Edward Snowden subió a Twitter un vídeo grabado en 1983.

En el documento, que enseguida se hizo viral, Frank Snepp, un exoficial de la Agencia Central de Inteligencia estadounidense (CIA), explica cómo ­intoxicaba a la prensa con noticias falsas durante la guerra de Vietnam. “Nuestro objetivo eran los corresponsales más influyentes, los periodistas más respetados que había en Saigón –recuerda–. Me pedían que pasara tiempo con ellos en el hotel Caravel o en el Continental, que los frecuentara y que, lento pero seguro, tratara de ganarme su confianza proporcionándoles informaciones verdaderas. Más adelante deslizaba en nuestras conversaciones la información que queríamos que se transmitiera y que podía no ser verdad”. Del New York Times a Los Angeles Times, pasando por el New Yorker y Newsweek, los mayores rotativos se dejaban embaucar tanto más fácilmente cuanto más multiplicaba Snepp sus artimañas: “Generalmente trataba de crear un entorno que volviera la información imposible de verificar. Iba a ver al embajador británico para ponerle al corriente de la desinformación, de modo que cuando el reportero acudía a él para verificar lo que yo le había dicho, lo que conseguía era una falsa confirmación”.

En las décadas de 1970 y 1980, la mayor parte de los periodistas progresistas consideraban los servicios de inteligencia como fuentes de desinformación. Y asociaban a la CIA y al FBI con la persecución de los defensores de los derechos civiles, la infiltración en los movimientos estudiantiles, el asesinato de los Panteras Negras, las dictaduras latinoamericanas de extrema derecha, etc.

Treinta años después, todo ha cambiado. Desde la elección de Donald Trump en 2016, los espías tienen mesa reservada en los platós televisivos, donde ­derrochan saliva denunciando los complots rusos –reales o imaginarios– contra la democracia estadounidense. El exjefe de la CIA John Brenann trabaja desde 2018 como “experto jefe en seguridad nacional e inteligencia” en la cadena NBC/MSNBC; Jeremy Bash, exjefe de gabinete en la CIA y el Pentágono, fue reclutado por la cadena demócrata durante la presidencia de Trump (más tarde se unió al equipo de Joseph Biden). En cuanto a la CNN, su página web desgrana ­orgullosamente el pedigrí de sus expertos: Robert Baer, “uno de los agentes más destacados de la historia de la CIA”; Philip Mudd, “galardonado con numerosas distinciones de la CIA, como el Premio del Director o el Premio George H. W. Bush a la Excelencia en la Lucha Antiterrorista”, etc.

Si siguiera ejerciendo de engañabobos para la CIA, no cabe duda de que Snepp no tendría necesidad de solicitarle al embajador británico que ratificara sus paparruchas: tanto en la prensa como en la televisión, las palabras de algunos van a misa y ya no se verifican. Resultado: el 16 de noviembre de 2022 se leía en la página web del Washington Post este extraordinario desmentido a una revelación susceptible de precipitar una tercera guerra mundial: “En versiones anteriores de un artículo publicado el 15 de noviembre de 2022, ­Associated Press informó por error, basándose en informaciones procedentes de un alto responsable de los servicios de inteligencia estadounidenses que ­realizó sus declaraciones de forma anónima, que misiles rusos habían atravesado Polonia y matado a dos personas. Datos posteriores han demostrado que los misiles eran de fabricación rusa y muy probablemente habían sido lanzados por Ucrania para defenderse de un ataque ruso”. Ups

Este articulo fue publicado originalmente por Le Monde diplomatique