Hay docenas de páginas en internet donde comprar fácilmente me gustas o seguidores. No es ningún secreto, pero un nuevo artículo científico ha medido cuánto puede costar engordar una cuenta en cualquier red social. Las tarifas más baratas son para comprar tráfico directo a una página web, me gustas en Instagram o visualizaciones en YouTube. Por 1,3 euros pueden comprarse mil likes en Instagram y por 2 euros se logran mil visualizaciones a un vídeo de YouTube. Los seguidores en Instagram cuestan un poco más: 4,3 euros compran mil. Y mil reproducciones en Spotify, por algo menos: 2 euros. También hay servicios más caros porque conllevan más personalización: las reseñas en Google o TripAdvisor, por ejemplo, pueden costar hasta 1 euro por texto.
Las cifras proceden del artículo científico Un análisis de los servicios falsos de interacción en redes sociales, obra de cuatro investigadores españoles. Los precios son medianas extraídas de 58 sitios web que venden estos servicios, medidos durante un periodo de cuatro meses en 2020: “Se ofrece de todo, cualquier cosa donde deba hacerse clic, escribir o dar a play”, dice Juan Tapiador, catedrático de la Universidad Carlos III y coautor del artículo.
El sector es oscuro y hay pocos trabajos sobre su funcionamiento. “El tema de la interacción falsa en redes sociales y en plataformas de distribución de contenido es un fenómeno conocido, pero realmente poco estudiado”, dice Tapiador. Su funcionamiento, en cambio, tiene pocos secretos: una simple búsqueda en Google da resultados y en YouTube hay tutoriales sobre cómo hacerlo; explican cómo “monetizar un canal de YouTube con suscriptores falsos y tiempo de visualización”.
Como cualquier compra online
El proceso para comprar en una de estas páginas es similar. Hay que escoger una, abrirse una cuenta, añadir fondos con una tarjeta, criptomoneda u otro medio. Hecho esto, solo hay que ir al producto que se desea comprar (likes, reproducciones, visitas, comentarios, seguidores), proporcionar el destino donde debe ir ese servicio (cuenta, post, vídeo, sitio web), la cantidad deseada y las características concretas, si hay opciones. Esas opciones es otro de los hallazgos del artículo: “Un aspecto interesante es el nivel de personalización de los servicios. Por ejemplo, para muchas interacciones (reproducciones de música, visualización de vídeo, o likes de redes sociales) se puede elegir no solo el origen geográfico de la cuenta que lo hará sino también su género (hombre/mujer)”, dice Tapiador.
También se venden servicios llamados “power likes”, por ejemplo. Son likes de cuentas con miles de seguidores y que, presuntamente, sirven para que el algoritmo dé más visibilidad a un post determinado. “Los modificadores juegan un papel importante en el precio. La geolocalización y el género pueden incrementar entre un 200% y un 300% el precio de un comentario en YouTube, un seguidor en Instagram o una reproducción en Spotify o SoundCloud”, dice Tapiador.
Estas opciones premium encarecen los servicios. Hay una tercera posibilidad que también eleva los precios: los servicios que necesitan que la interacción se produzca desde una cuenta no gratuita. Por ejemplo los suscriptores a un canal de Twitch desde una cuenta de Amazon Prime [Twitch es propiedad de Amazon y una de las ventajas de tener una suscripción Prime es poder apoyar a una cuenta de streaming], pueden hacer que el streamer reciba dinero de Amazon. En estos casos, igual que con las reproducciones de Spotify o las visualizaciones de YouTube, hay un pequeño mercado para defraudar dinero a las plataformas creando canales completamente falsos, solo para generar ingresos. Si suscribir a miles de robots a un canal falso de Twitch con cuentas Prime cuesta menos que lo que luego paga Amazon, hay beneficios. Hay países en desarrollo donde esto puede ser un pequeño modelo de negocio.
No todo es tan fácil
Esta es la parte fácil. Pero como en todas las trampas, hay riesgos: los seguidores pueden no llegar nunca, pueden llegar y luego desaparecer o la plataforma puede descubrir el fraude y cerrar la cuenta, entre otros. Como casi siempre en tecnología, quien compra seguidores falsos puede creer que le aparecen por arte de magia. No es así. Esas cuentas realmente existen y pueden ser granjas con mil móviles y sus mil tarjetas sim o una red de bots, que es simplemente alguien controlando que cientos de miles de ordenadores hagan clic o visiten una web.
Las páginas que ofrecen estos servicios son revendedores, no controlan las granjas o las redes de bots, según Tapiador. “Esto es como si quieres comprar un iPhone o MacBook, pero Apple no tiene tiendas. Vas a otras tiendas y cada uno vende lo que tiene. Alguien provee ese servicio, pero no da su nombre porque roza la ilegalidad. Si las plataformas saben quiénes son, los suprimirían”, dice Tapiador. Esos proveedores pueden ser de distintos tamaños o características: “Los revendedores ofrecen una cierta cantidad de interacciones nunca sabes cómo te van a ofrecer el servicio. Solo ves que un montón de cuentas empiezan a darte likes o tienes más visualizaciones”.
Esta variedad de oferta provoca que los precios no sean estándar. Por eso, los académicos han hecho medianas entre distintas páginas. Las diferencias en algunos casos pueden ser enormes: “Te pueden cobrar hasta 100 veces más por lo mismo”.
¿Por qué las plataformas no son más activas en contra de estas prácticas? No es tan fácil. No hay un método único, sencillo y efectivo y, al final, la mayoría son cuentas reales, aunque gestionadas en masa. “Es una labor complicadísima”, dice Tapiador. “Las plataformas son muy cautas. Necesitas unos detectores muy afinados”, añade. Además, nadie sabe quién paga una operación. Si las plataformas fueran expeditivas ante la duda, sería fácil hundir la cuenta de un rival pagándole 10.000 seguidores nuevos por unos euros. “Un falso positivo es un drama. ¿Y un falso negativo qué supone? ¿Que alguien incremente sus interacciones y no le pilles? ¿Qué va a pasar, que tienes que darle tres dólares más por los anuncios que han generado esas visualizaciones?”, dice Tapiador. Además, no deja de ser tráfico “real”.
“Las plataformas son plenamente conscientes del uso de estos servicios y tratan de mitigar sus efectos cuando son capaces de detectarlos, por ejemplo eliminando esas interacciones de los contadores o incluso sancionando las cuentas implicadas. No obstante, hay muy poca transparencia sobre estos procesos y su efectividad”, dice Tapiador. Elon Musk, el nuevo dueño de Twitter, ya ha anunciado una cruzada en contra de los bots en la plataforma, aunque aún no hay medidas efectivas para acabar con ellos.
¿Cuánta gente realmente usa estos servicios? No hay apenas evidencia. La investigación ha analizado el tráfico general de algunos de estos paneles según Alexa, una página general de medición de tráfico. No salen muy bien paradas, pero no necesitan tanta audiencia para tener impacto. Su uso más probable es para dar un primer impulso de una cuenta y que no empiece desde cero. Si eres una marca o una empresa de marketing y necesitas que tu cliente aparente relevancia, una compra inicial es útil y poco peligrosa. “Las transacciones que analizamos en foros de venta sugieren que estos servicios son comprados con frecuencia. Que su web tenga poco tráfico a nivel global no es significativo, porque puede que solo un porcentaje pequeño de usuarios o creadores de contenido haga uso de ellos. Una hipótesis es que ni siquiera sean los usuarios los que adquieran estos servicios directamente, sino las agencias en las que delegan la promoción de su actividad”, explica Tapiador.