“Los que estuvieron contra el proceso constituyente tienen la oportunidad de escribir la constitución que quieran”. Claudia Heiss, jefa de carrera de ciencia política en la Facultad de Gobierno de la Universidad de Chile
Chile, el país que tiene en Gabriel Boric a su presidente más izquierdista en décadas, acaba de dejar en manos de la derecha la llave de la reforma constitucional que tanto busca.
El Partido Republicano de José Antonio Kast, el líder de la derecha radical derrotado por Boric en 2021, obtuvo en las elecciones del domingo 22 de los 51 escaños del Consejo Constitucional que deberá redactar una nueva Carta Magna para el país.
Con ello, el grupo de Kast se asegura el poder de veto dentro del órgano y la posibilidad de aliarse con la derecha tradicional chilena, que tendrá 11 consejeros, para impulsar una nueva constitución a plebiscitarse en diciembre.
“Es una paradoja: ellos estuvieron siempre en contra del proceso constituyente y hoy día tienen la oportunidad de escribir la constitución que quieran”, señala Claudia Heiss, jefa de carrera de ciencia política en la Facultad de Gobierno de la Universidad de Chile, en una entrevista con BBC Mundo.
Y advierte que esto plantea un gran desafío no sólo para el gobierno de Boric, cuya coalición de izquierda obtuvo 17 consejeros (menos de los 21 que le habrían dado posibilidad de veto) sino para todo el sistema político chileno.
¿Qué lectura hace de la elección del nuevo consejo constitucional de Chile el domingo?
Hay una lectura: que hay un voto de una reacción muy dura en contra de las agendas de cambio, de la incertidumbre que se sembró a partir del proceso constituyente anterior, de un contexto de crisis económica, de crisis seguridad pública, de crisis migratoria que vino junto con toda esa ola reformista tan fuerte.
Se ha producido un movimiento pendular desde una búsqueda de actores nuevos en la política, más bien en la izquierda y en las organizaciones sociales, a un cambio también a grupos que son vistos como externos al sistema político pero que pertenecen a la extrema derecha.
¿Es una paradoja que un sector cuyo líder, José Antonio Kast, se opuso al cambio de la constitución pueda ahora tener la llave de ese cambio?
Sí, es una paradoja: ellos estuvieron siempre en contra del proceso constituyente y hoy día tienen la oportunidad de escribir la constitución que quieran.
O sea, solo el Partido Republicano con sus 22 votos puede vetar normas. Pero además, en alianza con los partidos de la derecha, podrían realmente redactar una constitución casi como si fueran la Comisión Ortúzar (establecida durante el régimen de Augusto Pinochet para crear el anteproyecto de la Constitución de 1980).
Un análisis ahora es que Kast y los republicanos siempre han apuntado a deslegitimar todo el proceso y sin embargo hoy día están a cargo del proceso.
Está por verse cómo se va a resolver esa paradoja y si van a tener quizás que pagar algún costo por estar a cargo de este nuevo proceso constituyente.
¿Esto significa que la próxima constitución de Chile va a ser igual o más conservadora que la actual?
Yo diría que sí, es lo más probable.
Está por verse si va a haber algún tipo de apertura, pero lo veo poco probable dada la composición del órgano constituyente.
Aquí la clave va a estar en el plebiscito de salida finalmente: el 17 de diciembre se verá si la gente aprueba una nueva constitución igual o más neoliberal que la de Pinochet, o la rechaza y se mantienen las cosas como están.
La forma en que Chile decidió salir de su crisis con una nueva constitución fue vista como ejemplar desde el exterior. ¿Se ha vuelto ahora la reforma constitucional una piedra en el zapato para los cambios que se buscaban, como limitar el modelo de libre mercado vigente o dar un papel más importante al Estado en la reducción de la desigualdad?
Nunca estuvo en la discusión limitar el libre mercado. Lo que estaba en cuestión era el Estado subsidiario, que es un sistema que impide ciertas políticas públicas redistributivas como existen en países que tienen libre mercado como Alemania o el Reino Unido.
En Chile con la Constitución de 1980 hasta hoy es inconstitucional establecer un sistema nacional de salud como existe en el Reino Unido.
Entonces no diría que el proyecto era anti mercado. Era un proyecto socialdemócrata que sí tuvo algunos elementos más reformistas de lo que la sociedad esperaba, en términos sobre todo de los avances en plurinacionalidad y reconocimiento de los pueblos originarios, o en temas de derecho sexual y reproductivo.
Que en esta elección republicanos haya sacado esta impresionante cantidad de votos no echa por tierra que 80% dijo que quería una nueva Constitución.
Son momentos políticos, electorales, coyunturas que tienen que ver con factores súper complejos.
Hubo quizás una sobre interpretación del mandato de la convención constitucional anterior y sería un error hacer una sobre interpretación de signo opuesto con este resultado electoral.
La pregunta apuntaba a si la salida que buscó Chile a su crisis hoy se ha vuelto un obstáculo para los cambios que se buscan…
Para el gobierno ha sido un problema. Pero el cambio constitucional a través de elecciones democráticas era la salida correcta.
Hay factores que han hecho que no funcionara bien, falta de diálogo. Hubo maximalismos en la izquierda y hoy creo que vamos a ver algo parecido desde la derecha.
El cambio constitucional es a mi juicio una condición necesaria para la plena democratización del país.
Quizás se podría haber hecho el proceso de otra forma.
Quizás, si hubiera habido un afán de diálogo mayor y una capacidad de abrir al juego democrático el sistema político antes de llegar al estallido social, a la convención constitucional y a este nuevo consejo constitucional, se hubieran ahorrado todos estos vaivenes políticos que están polarizando la opinión pública.
Tenemos una situación muy inusual. Tenemos el gobierno más de izquierda desde el retorno a la democracia, con un Congreso de derecha y la convención constitucional más de derecha que ha habido en ningún órgano político en Chile en décadas.
Es un desorden político que hace muy difícil la lectura de la voluntad popular.
¿Cómo se explica este ida y vuelta de los votantes chilenos?
Creo que hay una muy débil adhesión programática a los partidos políticos, que no representan alternativas claramente identificables.
Entonces hay una volatilidad electoral enorme, que tiene más que ver con rechazos al adversario. Hay mucho más voto de castigo que voto de apoyo a proyectos políticos.
Y el voto de castigo depende de quién esté en el poder: para el presidente Boric son los republicanos, pero para el presidente Piñera era el Frente Amplio.
Eso dificulta mucho la gobernabilidad. Es como una enfermedad del sistema político en su conjunto.
Algunos expertos atribuyeron el rechazo al texto constitucional propuesto en septiembre a que era poco representativo del amplio espectro político de Chile, porque estaba inclinado a la izquierda.
Pero ahora algunos senadores de izquierda anticipan que pueden oponerse al nuevo texto constitucional si fuera demasiado conservador. ¿Podría volver a ganar el rechazo en el plebiscito de diciembre si la redacción final es vista como muy sesgada políticamente?
Creo que sí, que es una posibilidad cierta.
Porque esta composición del consejo constitucional permite que un sector pase aplanadora, que es un poco lo que pasó en el proceso anterior cuando se dejó fuera a la derecha que tuvo un 20%.
Y en este proceso se puede dejar fuera a la izquierda, porque van a estar los votos de la extrema derecha con la derecha.
Ambos tienen esa característica de ser procesos que no convergen en el centro, no fuerzan la negociación con el oponente político.
Y en ese sentido, no generan condiciones para lo que necesita una constitución, que es permitir el desarrollo de distintos proyectos políticos: un juego político equitativo, una cancha nivelada.
Si la convención anterior estuvo a la izquierda del votante medio, creo que este nuevo consejo constitucional está a la derecha del votante medio.
Y ambos resultados electorales son perjudiciales para la construcción de un marco común que legitime el juego democrático.
¿Qué consecuencias puede tener para Chile a largo plazo la falta de cambios estructurales?
Creo que perpetúa la inestabilidad política.
Creo que hay un sector de la derecha, sobre todo vinculada al empresariado, que estaba apostando a tener un cambio constitucional moderado con una convención constitucional más centrista que hiciera algunas concesiones a la idea del Estado social, que es bastante mayoritaria en Chile.
Con esta composición es improbable que eso ocurra y creo que eso va a perpetuar la inestabilidad, lamentablemente.
Es probable que si se rechaza lo que salga, siga el problema constitucional. Y si se aprueba, van a seguir los reclamos, porque hay muchas encuestas que muestran una demanda muy transversal políticamente por un Estado más robusto en la protección de derechos sociales.
¿Es seguro que los distintos grupos de la derecha chilena actuarán unidos?
No, para nada. Creo que ahora se inaugura un debate dentro de la derecha. Y está por verse cómo va a ser la discusión entre republicanos y Chile Vamos. Son grupos que tienen afinidad ideológica, pero son distintos.
Chile Vamos ha tenido que actuar en dos gobiernos y ha liderado de alguna forma la política desde la transición a la democracia, aunque no tuviera los votos para la presidencia: ha tenido representación importante en el Congreso y el poder de veto que le daba la Constitución del 80.
En cambio, republicanos está desafiando a ese sector, diciendo que ha renunciado de alguna manera a los principios de la derecha al promover ciertos elementos sociales.
La derecha ha tratado de desvincularse de su pasado pinochetista y de las violaciones a los derechos humanos. Republicanos no tiene ese discurso; tiene un discurso bastante duro en términos de derechos de las mujeres, de la diversidad sexual, de los derechos sexuales y reproductivos.
No creo que la mayoría de la gente en Chile comparta esas nociones sobre derecho. Mucha gente votó muy desafecta del sistema político, muy molesta con el gobierno y su desempeño en términos económicos. Y dio simplemente un voto de castigo.
No quiero decir que republicanos no tenga un sustento ideológico real, pero no creo que sea de esa magnitud.
¿Cuánto afecta este voto castigo al presidente Boric y a su gobierno?
Afecta a todo el sistema político en términos de que convierte a republicanos en un actor muy relevante.
Ya hubo la sorpresa de Kast cuando pasó a segunda vuelta con la primera mayoría. Perdió en segunda vuelta porque todo el centro votó por Boric para evitar el triunfo de la extrema derecha.
Se convierten diría en una amenaza para la democracia, para el sistema político. Hay que ver qué va a pasar. A lo mejor va a evolucionar el Partido Republicano hacia una derecha más moderada.
Pero su fuerza también ha estado en ser extremo. Y en ese extremismo de derecha han mostrado bastante desprecio por las reglas del juego democrático, han reivindicado la figura de Pinochet, han criticado a los organismos internacionales.
Es decir, han tenido el típico discurso de la derecha populista de todo el mundo.
Eso es una amenaza no solo para el gobierno de Boric, sino para la democracia en general y para la derecha tradicional también, porque le disputa el electorado.
Le preguntaba por el gobierno de Boric porque es el segundo revés duro que recibe en una votación en menos de un año. ¿Puede recomponer su agenda de cambios después de esto?
El gobierno de Boric ya ha ido moderando su agenda y su programa político. Pero hoy día este tsunami republicano fuerza a toda la centroizquierda a la unidad.
El Frente Amplio va a tener un incentivo importante para formar al menos alianzas con el centro e incluso con la Democracia Cristiana.
En esta elección hubo un porcentaje llamativamente alto de votos nulos y en blanco, que según datos parciales superarían el 20%. ¿De quién son esos votos?
La mayoría son votos nulos, como 17%. Y cerca de 4% en blanco. El voto nulo es una expresión de descontento.
Algunos líderes de la izquierda llamaron a anular en rechazo al proceso. Creo que hay algo de ese voto de izquierda, que es parte de la gente que defendió el proceso anterior.
Y hay gente molesta con el sistema político en general. Este proceso, a diferencia del anterior, se ha visto como muy controlado desde las cúpulas partidarias.
Y también hay gente que ha anulado porque está molesta con el voto obligatorio.
Llevamos muchos años de voto voluntario y muchas personas ya no sienten como una obligación votar: sienten que los partidos se subsidian a sí mismos, garantizándose legitimidad al obligar a la gente a votar. Es parte del antipartidismo.