El conocimiento indígena, clave en la supervivencia de los niños desparecidos en la selva
Decir que es un milagro sería desconocer siglos de sabiduría ancestral indígena, de cercanía y sentir con la Tierra: la selva, los ríos, los árboles, el verde que todo lo rodea. Cuatro menores de edad sobrevivieron durante 40 días en mitad de una selva virgen, espesa, húmeda y salvaje. Lo hicieron guiados por los conocimientos del territorio que les dio la vida, pero que también –a causa del abandono estatal y el aislamiento de las comunidades indígenas– casi se las arrebata.
“Otro niño de otra latitud no hubiera sobrevivido”, dijo Luis Acosta, coordinador nacional de la Guardia Indígena, a France 24. Acosta argumenta que los pueblos indígenas tienen saberes ancestrales que transcienden de generación en generación. Sabiduría heredada a través de la palabra, frente al fuego, en las malocas. “Sobrevivieron por la capacidad que tenía Lesly sobre la selva, sus riesgos y ese conocimiento que se le da en casa para entender y conocer la selva”, dice el líder.
40 días vagando por la selva amazónica
El 9 de mayo, ya entrada la tarde, el mundo entero observó con incredulidad el hallazgo con vida de Lesly Mucutuy, de 13 años, Soleiny Mucutuy, de 9 años, Noriel Ranoque Mucutuy, de 4 años, y Cristin Neriman Ranoque Mucutuy, de 1 año. Cuatro hermanos, indígenas huitoto, que durante más de un mes estuvieron perdidos en la selva amazónica del Guaviare, en el sur de Colombia. “Es complejo de entender la relación espiritual que tenemos los indígenas con la selva. Creo que ha sido poco nombrada, la gente no se ha interesado en entenderla mejor”, dice Alex Rufino, indígena ticuna, experto en supervivencia en la selva.
La historia es esta: el 1 de mayo, debido a las amenazas que habría recibido su padre, Manuel Ranoque, por parte de grupos armados que operan en esa región: las disidencias de las FARC; los menores se subieron a una avioneta para salir de su pequeña aldea amazónica de Araracuara, con destino a Bogotá, pasando por San José del Guaviare. La precaria nave en la que se movilizaran sufrió un fallo mecánico y se estrelló en un punto remoto e inaccesible de la selva.
En la nave había tres adultos: Magdalena Mucutuy, la madre de los pequeños, que falleció en el accidente, el piloto y a un líder de la comunidad. 17 días después encontraron el avión siniestrado entre los altos árboles amazónicos, pero no había rastro de los menores. Fue entonces cuando el presidente colombiano, Gustavo Petro, a raíz de un polémico tuit, dio la orden a sus militares de buscar incansablemente a los niños. Así comenzó la Operación Esperanza, que se prolongó durante casi un mes, y que contó con la indispensable ayuda de más de un centenar de indígenas de distintas etnias. “Fue una coordinación entre la sabiduría ancestral de los pueblos y el conocimiento tecnológico de las fuerzas militares”, explicó Acosta.
Una unión sin precedentes: militares y Guardia Indígena
Durante los días que los menores vagaban sin rumbo por la jungla, fueron dejando pistas: frutos mordidos, huellas de pisadas, algunos objetos personales y refugios improvisados. Los militares compartieron su mejor tecnología y los indígenas sus saberes. “Creo que este es súper importante. Hay un esfuerzo gigantesco, una unidad también frente a la protección de la vida misma y aprendizajes que las fuerzas militares aprendieron de los saberes de la Guardia Indígena”, celebra Rufino.
El equipo de búsqueda no perdía la esperanza de encontrarlos con vida, pero las condiciones extremas del terreno dificultaron la búsqueda. Estaban cerca de ellos, pero el monte no les permitía ver la imagen de los niños, que según los indígenas estuvieron acompañados en todo momento por los espíritus de sus mayores fallecidos. En la cosmovisión indígena no hablan de muerte, sino de siembra. Volver a la vida en forma de semilla. Rufino explica cómo los árboles son seres con vida que cuidan a los miembros de su comunidad que se sumergen en la selva, “así como la madre (fallecida) protegió a los niños y les dio la orden de avanzar”.
Este jueves, durante una rueda de prensa de la Organización Nacional de los Pueblos Indígenas (Opiac), Eliecer Muñoz, miembro de la Guardia Indígena implicado en la búsqueda, apuntó a la coordinación desde la parte espiritual que ayudó a dar con los menores, pero también el cansancio acumulado y las dificultades físicas que sufrieron durante la búsqueda: “A nosotros nos dio muy duro entrar a un territorio que no es nuestro, por eso salimos tan afectados. Lo hicimos porque nuestro sentir es tener un sentido de pertenencia con lo que somos como indígenas”.
En la búsqueda sucedieron escenas insólitas para un país donde las comunidades indígenas sufren de un fuerte abandono por parte de las instituciones: uniformados y nativos realizando “rituales de fortaleza”, tomando juntos ambil y mambe, un polvo verde –originario de la selva amazónica– que se extrae de las estigmatizadas hojas de la planta de coca y que les da “la palabra” a los indígenas, conectándolos con sus ancestros, sus mayores. “Para nosotros el ambil y la coca son muy sagrados, lo que recibimos de esa planta cuando la consumimos es sagrado”, explicaba Muñoz.
En estos días, la Guardia Indígena, a menudo criminalizada por su defensa del territorio, aparecía en los principales noticieros del país, acompañando al comandante jefe de la misión, Pedro Sánchez, que coreaba: “Guardia, guardia. Fuerza, fuerza”, el grito de unión de los indígenas. Un emocionado Acosta aunaba: “este juntar nos hace llevar a resultados. Fue muy respetuoso en ese diálogo de saberes para lograr un objetivo”. Y reitera: “Da un mensaje muy bonito para el mundo y para Colombia de que podemos juntarnos. Son dos fuerzas que se complementan para defender la vida, lo vemos en este ejemplo. Dos fuerzas que se juntan para defender y proteger la vida”.
¿Cómo lograron sobrevivir?
¿Cómo lograron sobrevivir? ¿De qué se alimentaban? ¿Cómo se protegían de los depredadores que alberga la jungla? La prensa internacional y local buscaba respuestas a un hecho sin precedentes. “Colombia y el mundo aún desconoce la importancia, no solo de los conocimientos tradicionales y ancestrales de los pueblos, desconoce que existe un territorio muy amplio con dificultades claramente, pero con unas comunidades que han sabido hacer un buen uso del territorio”, se queja el joven ticuna.
Pese a los peligros que esconde la amazonia: hierbas venenosas, depredadores de todo tipo, una geografía hostil y unas condiciones climáticas extremas, solo ellos: los que la habitan, la protegen y la saben leer, podrían sobrevivir allí. En su cosmovisión, los indígenas no hablan de “perderse”. “Usamos estos términos: ‘nos salimos del camino’. De pronto estamos dentro de nuestro espacio, pero no encontramos como la vía más cercana para llegar a nuestros familiares y cuando no vemos a nuestros familiares, pues sentimos que de alguna forma las energías o los espíritus nos están llevando al camino que deberíamos recorrer”, dice Rufino.
En estos momentos, los menores de edad se encuentran hospitalizados en el Hospital Militar de Bogotá, donde llegaron con varios síntomas: deshidratación, desnutrición y otras enfermedades de la selva. La Dirección General del Hospital Militar Central señaló que los hermanos Mucutuy permanecen en el área de pediatría y la evolución de cada uno de ellos es favorable. También la subdirectora del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), Adriana Velásquez, dijo que los niños están muy bien de ánimo, “han estado coloreando, dibujando. Les encanta conversar y dibujar, han estado interactuando con los libros y tienen muy buena disposición para estar en este entorno hospitalario”.
“Hay muchas que amenazas y dificultades que tienen los niños”
Por su parte, desde la OPIC pidieron respeto hacia la situación por parte de los medios de comunicación que se aglutinan a diario frente a la entrada del hospital. “A la institucionalidad, que este proceso se realice con plena permanencia cultural ajustados a nuestro sistema de saberes, prácticas culturales y espirituales propias, afianzados en el territorio y desde la perspectiva de la acción sin daño”, dijo un vocero.
Los miembros de las organizaciones indígenas que acompañaron la búsqueda aprovecharon la coyuntura para pedir una mayor protección hacia los miembros de sus comunidades desde las instituciones, para sacarlos del abandono histórico al que han estado sometidos durante siglos. “Hay muchas que amenazas y dificultades que tienen los niños, y finalmente los pueblos. Hay conflictos todavía latentes en este tipo de territorios”, explicaba Rufino, “creo que hasta ahora también se está viendo que no solamente es lo verde lo importante, sino también las comunidades que viven ahí”, en los extensos y profundos bosques, selvas y montes del territorio de Colombia.
Acosta hace un llamado de atención a la situación de los menores en Colombia, especialmente de aquellos que viven en zonas donde el conflicto interno todavía persiste: “Hay que poner la atención de los niños, en esa zona hace se asesinaron niños indígenas que fueron reclutados por las disidencias. Los niños en Colombia están en riesgo y cómo debemos protegerlos es la principal atención”, porque, según dice, ellos son la semilla del país.