Evo Morales (la caída)

Carlos Rodriguez San Martín
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Evo morales
Foto: EFE

El título bien podría ser el de una película. Menos que eso, es la de un simple mortal que resume la existencia de un personaje atrapado ante el agobiante vació del bloqueo. Lo conocí y lo desconocí más rápido, al revés del tiempo que toman las cosas. Decidido a bloquear en etapas, hasta aquella frase, quizá la última en su desdichada maratónica carrera: “¡Yo les enseñaré a bloquear, no con pititas, pues!”, resume su vertiginosa caída con el celular en mano, las piscinas de pescados de su chaco chapareño de fondo y una pala mentirosa que dice todo en ese extravió mental en el que diversifica su deformación.

Morales gobernó 13 largos (2006-2019) años y quiere más. Ese trance obedece a ciertos extraños factores sin explicación ni coherente, ni racional ni lógica, una obsesión por el poder; sujeto a la metamorfosis del alma cuando se extravía. “Si lo uno es y no es, es múltiple y no es múltiple; hay por lo tanto un tiempo en el que participa del ser, y otro tiempo en el que no participa. Por lo tanto, nace y muere”. Esta reflexión de vida o muerte lo mantiene lejos, ausente, extraviado. El riguroso poder del destino lo ha golpeado y no se recupera. No piensa y despavorido se aleja sufriendo en declive y caído del trono, quiere y el destino de facto le obliga a bloquear muriendo.

No hay trono de rey que se ajuste a su malograda estreches mental. “Haciéndose semejante y desemejante, se parece y se diferencia a sí mismo. Haciéndose más grande, más pequeño e igual, aumenta, disminuye y se iguala. Por otra parte, cuando pasa del movimiento al reposo, o del reposo al movimiento, el cambio se verifica en lo que se llama instante; de suerte que, en este tránsito de un estado a otro, lo uno no está ni en reposo ni en movimiento, ni está en el tiempo”.

El drama de este argumento es válido para el bloqueo que acaba de instalar llevando a las carreteras la adjudicación del bien, del mal; de ser más de quien alimentarse, viene devora y se queda, consentida al desencuentro, el extravió del poder que nutre su vano esfuerzo de volver a ser, no aumenta, ni disminuye. Ni se iguala.

 

Los párrafos entrecomillados y en cursiva han sido tomados del capítulo Argumento de Diálogos de Platón.