Acuerdo de confidencialidad

Por Redacción dat0s con Agencias
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emoticon cremallera - confidencialidad

El NDA documento legal definitorio de nuestro tiempo que no se aplica en Bolivia.

El acuerdo de confidencialidad (NDA, por sus siglas en inglés) diseñado para vivir en la sombra, está en todas partes, también detrás del accionar político y militar en Bolivia. Por supuesto, el acuerdo de confidencialidad que Donald Trump le dio a Stormy Daniels -en el centro de su juicio penal- y que ahora juega su rol en la segunda elección presidencial. En Silicon Valley, los empleados de Open AI se quejaron de que el gigante digital estaba enviando acuerdos de confidencialidad que amenazaban con recuperar su capital adquirido si criticaban a la empresa. Los abogados que representan a Brad Pitt y Angelina Jolie -en su divorcio- discutieron sobre quién había intentado obligar a quién a firmar el NDA más oneroso. Se dice que O.J. Simpons le dio uno a cada miembro de su familia antes de que pudieran visitarlo en su lecho de muerte.

Esos fueron sólo algunos de los acuerdos de confidencialidad que llegaron a los titulares de la media. En Vermont, EEUU, un profesor de un centro de jiu-jitsu brasileño aparentemente exigía a los estudiantes que firmaran un acuerdo de confidencialidad antes de recibir su cinturón negro para que no salieran corriendo con sus técnicas. Una mujer de 70 años en Londres convenció a su ayuntamiento local para que apagara algunas farolas que la mantenían despierta y luego le pidieron que firmara un acuerdo de confidencialidad para que otros residentes no se sintieran alentados a presentar más quejas.

En Bután -donde un proyecto gubernamental para construir una “Ciudad de la Conciencia Plena” había estado rodeado de secretismo- un abogado argumentó que era necesario alterar la “cultura tradicional del país de chismes e intercambio de información” y reemplazarla con “una herramienta relativamente nueva: un acuerdo de confidencialidad”. Durante un evento en el Nassau Coliseum en Long Island, un luchador profesional que había sido acusado de firmar uno para encubrir un incidente tras bambalinas (él niega haberlo hecho) fue objeto de burlas por parte de los fanáticos con un estruendoso cántico: “¡NDA! ¡NDA! ¡NDA!”.

En Bolivia, el presidente Arce exigió un NDA al general Zuñiga por el movimiento de tropas del pasado miércoles en la plaza Murillo, ya que de no haber sido así estaría soterrando las funestas consecuencias del “golpe” (no me atrevo a definir la figura penal que se aplicaría en este caso por seguridad personal). Por un acuerdo de confidencialidad habría resultado imposible que algunos oficiales de las FFAA se alzaran en armas para deponer al régimen del Estado Plurinacional, imponer un toque de queda y el control estatal; bajo un acuerdo de confidencialidad, el excomandante militar Zuñiga no habría quebrado su lealtad frustrando el golpe, evitando el bochorno mundial. A este caso se suman otros, como, por ejemplo, el acuerdo de confidencialidad que les permite a los oficinistas públicos mantener su trabajo honrando fidelidad al arcismo en la disputa política del partido con Evo Morales o, en otro caso, que Gabriela Zapata hubiera tenido que despojarse de sus prendas íntimas para ascender en el mundo de los negocios.

La cultura pop ha entrado en su era de NDA. Billie Eilish lanzó una canción llamada “NDA” sobre la vida de una celebridad moderna: “Tenía a un chico lindo en casa, pero no podía quedarse / Al salir, le hice firmar un NDA”. La película Red, White & Royal Blue, sobre la relación entre un príncipe británico y el hijo de un presidente estadounidense, convirtió el papeleo en un doble sentido: “Mi NDA es más grande que el tuyo”. El documento es ahora lo suficientemente común como para detonar el titular (“Leonardo DiCaprio genera rumores de compromiso mientras su novia hace alarde de un nuevo NDA”).

En nuestra manera de jugar esta figura de confidencialidad existen bufetes dispuestos a apuntarse el pull. El acuerdo de confidencialidad también aparece para asignar páginas en la web y para ingresar a las oficinas de una empresa. El acuerdo de confidencialidad esta en los chats grupales (“Probablemente no sea información que quiera compartir públicamente, pero supongo que este chat grupal tiene un acuerdo de confidencialidad incorporado”) ¿No firmaron un acuerdo de confidencialidad?”

La NDA es ahora un acrónimo cargado de significado, a la vez siniestro y ridículo, que insinúa tanto las medidas represivas que las corporaciones y los individuos poderosos adoptarán para mantener a la gente callada como los absurdos extremos en un intento de recuperar la privacidad que ya no tenemos. Es una moderna promesa del meñique que se hace entre amigos. Y un triste recordatorio de lo poco que confiamos los unos en los otros. La ubicuidad del NDA ha hecho que el acto de firmarlo no tenga nada de especial, hasta el momento en que te enfrentas a la decisión de romperlo o no, momento en el que podras empezar a preguntarte exactamente cómo hemos llegado a esta situación.

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