El gigante asiático es el mayor importador de bienes de consumo del mundo.
La escena no podría haber sido más simbólica. Hace unos días, el barco Explorer N° 1, de la automotriz china BYD, atracó en el puerto de Suape, en Pernambuco, con una carga de 5.500 automóviles eléctricos e híbridos. Los modelos fueron traídos para satisfacer la creciente demanda brasileña de vehículos producidos en el país del Muro. De enero a junio, las ventas de automóviles chinos en Brasil aumentaron un 450% respecto al mismo período del año pasado, según datos de la Asociación Nacional de Fabricantes de Vehículos Automotores (Anfavea). Es prácticamente una invasión. Con precios más bajos que los de la competencia y dotados de más recursos tecnológicos, los automóviles chinos se apoderaron del mercado nacional, provocando desequilibrios y amenazando a la industria local. “Necesitamos tener mucho cuidado con lo que está sucediendo”, dijo Ciro Possobom, presidente de Volkswagen de Brasil, en un evento reciente.
La avalancha de coches chinos es un fenómeno global que ha obligado a Occidente a movilizarse para evitar la destrucción masiva de sus parques industriales. Recientemente, la Unión Europea anunció aranceles de hasta el 38% sobre los vehículos eléctricos importados de China, citando una “amenaza de daño económico a los productores europeos”. Por su parte, los estadounidenses cuadruplicaron el impuesto aplicado a la importación de automóviles eléctricos chinos: el arancel pasó del 25% al 100%.
En Brasil, el gobierno de Lula determinó en enero que la tasa impositiva a estos modelos se aumentará gradualmente hasta llegar al 35%, en julio de 2026. Actualmente, el impuesto de importación es del 18% para los vehículos eléctricos y del 25% para los híbridos. Según el presidente de Anfavea, Márcio de Lima Leite, la medida es insuficiente para proteger la industria automotriz brasileña. “Si esto no se revisa, podríamos tener fábricas cerrando en la segunda mitad del año”, afirma, defendiendo un impuesto inmediato del 35%.
Varias políticas estratégicas adoptadas por el gobierno chino en las últimas décadas han convertido al país en la fábrica más grande del mundo. Roberto Dumas, profesor de economía del Insper, recuerda que el tipo de cambio es manipulado deliberadamente para mantener devaluada la moneda china, favoreciendo las exportaciones.
Los subsidios otorgados por el gobierno a diversos sectores económicos y las políticas salariales restrictivas también forman el contexto que permite al país producir más con menos y así disfrutar de una ventaja competitiva frente a otras naciones. “Necesitamos tener un enfoque inteligente para defender los intereses brasileños, pero no podemos permanecer ajenos a los movimientos que han hecho Estados Unidos y la Unión Europea”, dice Rafael Lucchesi, director de la Confederación Nacional de la Industria.
En economía existe una palabra para definir la competencia desleal: el dumping, que consiste en exportar a un determinado país productos a precios inferiores a los que se practican en el mercado local. A principios de año, el Ministerio de Fomento, Industria, Comercio y Servicios abrió investigaciones por presunto dumping de productos industriales asiáticos.
En el sector de insumos médicos, como guantes y mascarillas quirúrgicas, los organismos de comercio exterior confirmaron daños a la industria nacional, lo que llevó a la adopción de medidas antidumping, con recargos que alcanzaron el 119%.