Incendios infernales en Los Angeles

Por Carlos Rodríguez San Martín
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Foto: Ethan Swope | AP

La reconfiguración de la ciudad jamás será la misma. Especialistas que hablan con los medios tradicionales no dejan de señalar una catástrofe ambiental que, para muchos otros (aquellos que defienden teorías conspirativas) ha sido un fuego provocado por manos criminales. Para ellos, no tiene sentido que una parte en la que radican estrellas y artistas de Hollywood hubiera sido tomada por el fuego de gente inteligente y bien informada de todos o casi todo; los pasatiempos en los que transcurre la existencia. Por lo tanto, es un tema existencial en el que están en juego muchas otras cosas. Se ha mencionado a Epstein como anexado al cuerpo del mal en alegoría con los infiernos de Dante.

Char Miller, profesor de historia ambiental en Pomona College, autor de Burn Scars, atribuye el desastre exclusivamente a incendios forestales. “Hace más de cien años los angelinos adinerados empezaron a trasladarse a Pasadena y sus colinas bajas y lo que se convertiría en Altadena. Como tenían coches, podían trasladarse a paisajes que ahora sabemos mejor que ellos que eran zonas de incendios (“mejor que ellos”, es una afirmación asistida y peligrosa quien sabe mejor que ellos que viven informándose todo el tiempo el dónde, cómo y por qué).

“Si tomamos ese camino –continúa Miller- hacia adelante en el tiempo, cada vez que Los Ángeles se expandió hacia afuera, su periferia se extendió de un valle a otro. Cada expansión incluyó otro conjunto de colinas, cañones y crestas que comenzaron a ser ocupadas. Y cada vez que la gente se mudaba a las colinas, estallaban incendios”.

“Esto se debe, en esencia, a que llevamos el fuego con nosotros. Eso incluye los cigarrillos, las briquetas de carbón y, más aún, los petardos de los coches. Los coches son el motor de la movilidad, pero también un elemento peligroso en términos de ignición de incendios. Más tarde, los incendios se produjeron a través de la electricidad que se desprendía de los cables. El lugar donde construimos produce las condiciones para que se produzcan incendios”.

Estas no parecen afirmaciones muy convincentes para un profesor de historia ambiental y para el grupo de personas con conocimientos de los fenómenos que a diario circulan de los sucesos mundiales. Es raro que desconozcan lo que puede ocurrir en su propio barrio.

Hay en cambio quienes afirman que se trató de un atentado que se desató por varios motivos. Los artistas que residen en Altadena han asumido un sentido singular de las cosas materiales de que el dinero lo puede todo. Se han quemado evidencias aterradoras que bordean los 50 mil millones de dólares –según Miller- el cálculo de la destrucción en valor de las viviendas que han sido tomadas por el fuego.

Es una suma demasiado elevada como para pensar que juntos podrían haber construido en lugares propensos a incendios. Lo lógico no parece tener mucho sentido en este singular incendio, o se acepta ese riesgo o se lo disminuye eligiendo vivir en otro lugar.

Al parecer optaron por construir en lugares ocultamente infernales.