La pugna por los cables submarinos

Markel de Bilbao Catediano | Descifrando la guerra
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Cables submarinos

Después del 5G, los semiconductores, y las “tierras raras”, los cables submarinos son el nuevo activo de la disputa entre las dos principales potencias mundiales.

“Las redes de comunicaciones sustentan casi todos los aspectos de nuestras vidas. Sin embargo, el rápido desarrollo de las tecnologías de la comunicación y la escala masiva de estas redes aumenta nuestra dependencia de estos sistemas e introduce vulnerabilidades”. Así empieza la Declaración Conjunta sobre la Seguridad y la Resiliencia de los Cables Submarinos en un Mundo Digitalizado a Nivel Mundial, promovida por Estados Unidos el 26 de septiembre de 2024.

Amasando más del 95% de las comunicaciones globales, los cables submarinos han pasado desapercibidos en el debate público hasta hace escasos años. Su triple invisibilidad –bajo tierra, bajo mar, y su condición de infraestructura– hace que la percepción general de su existencia este pormenorizada teniendo en cuenta su verdadera importancia.

La pugna comercial que Estados Unidos y China libran desde las décadas pasadas ha derivado en una lucha geopolítica menos visible, pero igual o más importante que la primera. Después del 5G, los semiconductores, y las “tierras raras”, los cables submarinos son el nuevo activo de la disputa entre las dos principales potencias.

Una mayor rapidez de transmisión que la de los satélites ha hecho que prácticamente la totalidad la información financiera, diplomática y de inteligencia entre los países trace las kilométricas rutas de los cables submarinos. Su vital importancia ha provocado que los gobiernos se vean obligados a interceder en mercado libre, y la mano invisible es una vez más agarrada por naciones que ven en peligro sus intereses estratégicos.

La historia de los cables submarinos

En la disputa por sostener o arrebatar la hegemonía mundial, la obtención de información puede marcar la diferencia. Son esos cables que nadie ve y que todos utilizamos los que permiten su transmisión; en su dominio puede estar nuestro futuro. Desde que en 1858 las costas canadienses e irlandesas se comunicaran por primera vez mediante el primer cable telegráfico submarino, este medio para transmitir información no ha dejado de crecer hasta el día de hoy: más de 532 cables –y otros 77 planeados– cosen las costas de cada uno de los países del globo.

Aun siendo un sistema vital de comunicación a nivel mundial, del que la totalidad de los países se benefician, la instalación de cables submarinos ha estado históricamente dominada por empresas radicadas en Occidente: Alcatel Submarine Networks en Francia, SubCom en Estados Unidos y NEC en Japón. Durante este periodo, el involucramiento de los respectivos gobiernos en el diseño estratégico de la instalación era notoria y explícita.

Aun así, la iniciativa era principalmente privada. No obstante, la irrupción de China mediante Huawei Marine Network (HMN Tech, por sus siglas en inglés) en 2008 forzó una reconfiguración del tablero global y la competitividad en la asignación de proyectos no solo incrementó, sino que la potencia asiática acaparó la mayoría de ellos. Tanto el déficit de cableado existente en el Pacífico, como el apoyo económico y diplomático del Partido Comunista de China, fueron fundamentales para que HMN Tech fuera capaz de incrementar su actividad muy encima del resto de sus competidores internacionales.

Por ello, los cambios sustanciales que ha sufrido el mapa de cableado submarino mundial con el paso de los años han reflejado claramente la preponderancia económica de cada zona geográfica en cada momento histórico. Desde el primer planteamiento poscolonial monopolizado por Europa y Estados Unidos, hasta la actual configuración multipolar en la que China e India ocupan una posición vital, los cables no solo ha servido para conectar, sino también para dominar.

La importancia de los consorcios

Al ser operaciones de gran envergadura, tanto logística como financiera, son muchos los riesgos adheridos a la adjudicación, instalación y mantenimiento de los cables. Por ello, los consorcios contratantes están formados por múltiples clientes de diferentes países, quienes optan conjuntamente por los servicios de uno u otro constructor. La necesidad de ese consenso hace que la importancia en la composición de estos sea crucial, ya que con asiduidad los intereses nacionales tienden a alinearse con los de la compañía de telecomunicaciones.

En cuanto a su composición, los miembros de los consorcios suelen ser compañías de telecomunicación nacionales interesadas en la instalación de los cables, y son estas las que financian los propios proyectos. Así, dependiendo de las compañías interesadas, el cable trazará una ruta u otra.

Con esto en mente, puede verse cómo la pugna geopolítica entre gobiernos puede fácilmente influenciar la toma de decisiones de las compañías nacionales. Es el acuerdo de estas el que habilita en primera instancia el tránsito de un cable por territorio nacional. De esta manera, el clima político internacional graduará la necesidad de que los interesas nacionales y empresariales estén más o menos alineados en cada momento.

La pugna entre Estados Unidos y China

Desde la irrupción en 2008 de HMN Tech en el mercado del cableado submarino, su actividad ha crecido exponencialmente gracias a la asignación de contratos en los alrededores de su territorio nacional. La concesión del proyecto del cable denominado SeaMeWe-6 en 2020 estaba dirigida a consolidar su tendencia predominante sobre las demás constructoras históricas de cables. No obstante, la intervención del gobierno de Estados unidos no solo le arrebató el contrato, sino que reflejo públicamente la batalla que se está librando bajo las aguas del Pacífico.

A través de una investigación llevada a cabo por Reuters se desvelaron los entresijos que caracterizan las asignaciones de contratos para los cables submarinos. Resumidamente, el consorcio financiador del cable SeaMeWe-6 –formado por empresas chinas, estadounidenses y demás países de tránsito– tenía prácticamente la decisión tomada: HMN Tech construiría el cable. Sin embargo, razones de espionaje y seguridad nacional hicieron que el gobierno presidido por Donald Trump consiguiera conceder el contrato a su constructor nacional, SubCom Telecom, por medio de incentivos y presiones.

Según las entrevistas elaboradas por Reuters, tanto el Departamento de Comercio como el de Estado intervinieron en la negociación por el contrato. Las amenazas de futuras sanciones a HMN Tech, combinadas con incentivos económicos a los miembros del consorcio, hicieron que las compañías de telecomunicación chinas abandonaran y que, consiguientemente, HMN Tech dejará de ser la elegida para la instalación del cableado. La relevancia estratégica de la operación se vuelve notoria en el momento en el que los entrevistados afirman que las sanciones planteadas podrían haber puesto en peligro la propia existencia de HMN Tech.

Así, por primera vez de manera explícita, el público internacional pudo conocer cómo los intereses geopolíticos nacionales intervenían en la construcción del sistema de cables submarinos. Posteriormente, China impulsó un clave alternativo llamado PEACE que conectaba Asia, África y Europa. Este trataba de suplir la pérdida en influencia sufrida por la cancelación del anterior contrato, pero la disputa ya era latente. Aunque los casos sobre sabotajes de cableado sean otra de las principales preocupaciones en torno a ellos, es la instalación de estos la que determina el domino de cada uno de ellos en la región.

En el marco de la conocida como Guerra Fría tecnológica, ambas potencias han tenido diversos objetos de disputa a lo largo de los últimos años. Desde el 5G hasta los semiconductores, pasando por las tierras raras, Estados Unidos y China han protagonizado una batalla por el dominio tecnológico en la que ahora han introducido la vulnerabilidad estratégica del cableado submarino.

Desde que en 2014 Edward Snowden desvelara que la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, por sus siglas en inglés) interceptó diferentes cables submarinos con el fin de escuchar conversaciones telefónicas, el uso clandestino de estos cables por las agencias de inteligencia quedó al descubierto.

Por ello, es ahora paradójico que sean los propios Estados Unidos los que, esgrimiendo argumentos sobre seguridad nacional, concretamente de espionaje, hayan iniciado una campaña dirigida no solamente a limitar las instalaciones de cables chinos en la región del Pacífico, sino también a impedir que las costas de ambos países estén conectadas directamente. Es cierto que, en el caso de Pekín, la capacidad de recopilar información a través de sus cables submarinos está protegida por el artículo 14 de su ley de seguridad nacional, llevando así un paso más allá su capacidad de vulnerar la privacidad.

Precisamente, la amenaza de espionaje no puede circunscribirse únicamente a una de las potencias, y son los países por los que transitan los cables los que salen peor parados de esta disputa por información estratégica. Tanto China como Estados Unidos han recurrido a mecanismos de cooperación para asegurar la seguridad de sus conexiones submarinas. Por un lado, Estados Unidos ha centrado sus recursos en crear la alianza del Diálogo de Seguridad Cuadrilateral (QUAD, por sus siglas en inglés) formada por Australia, India y Japón o firmar un acuerdo bilateral con Vietnam.

Asimismo, el Pacto de Libre Asociación que aún mantiene con sus antiguos territorios fiduciarios, por el cual Estados Unidos se encarga de la seguridad de estos, ha posibilitado casos como el de Micronesia. Con el fin de conectarse con Kiribati y Nauru, una empresa china se erigió como la mejor candidata para llevar a cabo el proyecto de cables sumbarinos. No obstante, y de una manera similar a lo sucedido con el SeaMeWe-6, Washington consideró que ello podía conllevar problemas de espionaje. Así, el contrato fue asignado a una empresa estadounidense en su lugar.

En el caso de China, esta ha introducido la promoción de proyectos de cableado submarino dentro de su proyecto de la Ruta de la Seda Digital, una de sus iniciativas multilaterales más ambiciosas encuadrada en la Iniciativa de la Franja y la Ruta. Con ello, ambas potencias pretenden diversificar los beneficios y riesgos que el cableado submarino pude suponer en la región del Pacífico, pero especialmente, pretenden asegurar su posición en la región mediante la creación de una red de comunicaciones propia y fiable estratégicamente.

El futuro de los cables submarinos

Los recientes casos de posible sabotaje en el mar del Norte y en el Báltico, a los que no se les encuentra autoría clara, la desconexión total que sufrieron las Islas Matsu a manos de China o la intervención de cables submarinos llevada adelante por Estados Unidos o incluso Reino Unido son señales claras de la instrumentalización del cableado con fines geoestratégicos. Por si fuera poco, la intromisión tanto del gobierno chino como del estadounidense en la asignación de contratos de instalación no hace más que reflejar la magnitud de la preocupación que las potencias sufren.

Ahora que la política internacional tiene el Pacífico como tablero principal, lo que sucede bajo la superficie de sus aguas adquiere un cariz especial. China extiende sus aspiraciones territoriales sobre el mar del Sur de China al entorno submarino y pretende ejercer de guardián en los cables que lo transitan. Además, el estrecho de Malaca, un “cuello de botella” para el tránsito marítimo, también lo es para los cables submarinos. Más de 12 cables los transitan y es un punto vital en la conexión de Asia, India, Oriente Medio y Europa.

Al igual que las disrupciones de los barcos, los sabotajes o intervenciones de cables en puntos geoestratégicos como este pueden marcar la diferencia entre el dominio de una u otra potencia. Por si fuera poco, la reticencia de Estados Unidos a conectar sus costas directamente con la de China está haciendo que un actor que económica y demográficamente ya está creciendo a pasos agigantados también lo haga geoestratégicamente, siendo una de las estaciones principales de cables en la región: India.

Más allá de la capacidad de cada una de las potencias, será la cooperación con sus respectivos aliados la que termine delimitando la zona de influencia de cada uno. Ha de mencionarse que, al igual que sucede con la guerra comercial con las mercancías, aunque las conexiones de cables sean indirectas, el intercambio de información entre las dos naciones está en máximos históricos. Lejos de confrontarse directamente, China y Estados Unidos pretenden librar conflictos proxy con los países del Pacífico como protagonistas.

Las alianzas con unos y otros están y estarán principalmente condicionadas por la asistencia o relaciones económicas y de seguridad que cada una de las potencias mantenga con estos. Así, cuando se analice el Pacífico no solo se deberá observar lo que sucede sobre la superficie, sino que también lo que se construye debajo de esta.

 


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George Orwell
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