El panorama general

Por PS con edición datos
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trump, antoritarismos, democracia, EEUU

La semana viene cargada de información sobre la permanencia del caos que la humanidad a traviesa en el nuevo orden de Trump.

“Quien salva a su país no viola ninguna ley”, publicó recientemente el presidente estadounidense Donald Trump. Salvar a Estados Unidos evidentemente implica purgar la fuerza laboral federal, cerrar agencias gubernamentales, congelar el gasto aprobado por el Congreso, dar acceso a ciudadanos privados a sistemas gubernamentales críticos, eliminar la ciudadanía por nacimiento, amenazar con deportar a manifestantes estudiantiles y avivar las tensiones con aliados y socios comerciales.

Con su esfuerzo sin precedentes por ampliar los límites del poder ejecutivo, Richard K. Sherwin, de la Facultad de Derecho de Nueva York, explica que Trump busca alterar el marco constitucional estadounidense de pesos y contrapesos entre ramas de gobierno con poderes equivalentes, un cambio que carece de autoridad constitucional para ejecutar. Dado que la administración Trump ha indicado que no escuchará a los tribunales, restaurar la “república democrática” estadounidense requerirá que el pueblo estadounidense ejerza su “poder soberano original, mediante elecciones, protestas masivas u otras formas de acción colectiva”.

Pero una acción colectiva eficaz requiere que el público esté al tanto de lo que ocurre, y como afirma J. Bradford DeLong, de la Universidad de California, Berkeley, es difícil «informar al público y promover la razón pública» cuando el 10 % del «estafador performativo» de Trump es «caos destructivo» y el resto «espejismos». Al mismo tiempo, los medios de comunicación se esfuerzan demasiado poco por discernir «qué pronunciamientos de Trump cuentan con el respaldo de equipos de formulación de políticas y burocracias dedicados a su cumplimiento, y cuáles no».

Sean cuales sean los detalles, Ian Buruma advierte que la segunda presidencia de Trump “pondrá a prueba, y quizás destruya, la fe de la gente en la democracia estadounidense y sus pretensiones universalistas”. Al derribar la “religión cívica” estadounidense, está “sentando las bases para otra creencia cuasi religiosa: la lealtad incondicional a un gobernante autócrata”.

Tal vez sea apropiado, entonces, que Orville Schell, de la Asia Society, establezca paralelismos entre Trump y el autócrata Mao Zedong. Al igual que la “guerra relámpago política” de Trump, la Revolución Cultural de Mao fue esencialmente una “cruzada” contra el “Estado profundo”, llevada a cabo por un líder con un “instinto animal para confundir a sus oponentes y mantener su autoridad siendo impredecible hasta la locura”.

Es la China actual la que se beneficia de la agenda de “Estados Unidos Primero” de Trump, observa el filósofo Peter Singer. Lejos de “hacer que Estados Unidos vuelva a ser grande”, la suspensión de la ayuda exterior estadounidense, la retirada de la Organización Mundial de la Salud y el abandono de la acción climática reivindicarán la visión de que el gobierno estadounidense es una “plutocracia miope y egoísta” y darán un gran impulso a las pretensiones de liderazgo mundial de China.

"Sólo hay un bien: el conocimiento. Sólo hay un mal: la ignorancia"

Sócrates
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