
En entrevistas publicadas por el medio salvadoreño, dos exlíderes de pandillas revelan cómo negociaron con el entorno de Nayib Bukele para asegurarle votos en su camino a la alcaldía de San Salvador y luego a la presidencia. A cambio, recibieron dinero, favores políticos y protección.
Carlos Cartagena López, alias Charli, uno de los jefes de la pandilla Barrio 18 Revolucionarios, aseguró en una entrevista con el periódico digital El Faro que las pandillas negociaron con Nayib Bukele para apoyarlo, primero en su carrera por la alcaldía de San Salvador (2015-2018) y luego en su camino hacia la presidencia, en 2019.
El pasado 1 de mayo, El Faro publicó dos entrevistas que revelan los acuerdos que habrían permitido el ascenso de Bukele al poder. Para ello, durante enero de 2025, el equipo periodístico recorrió varias ciudades y entrevistó a dos líderes pandilleros que afirmaron haber pactado con el entorno del presidente. Las entrevistas forman parte de una serie dirigida por los periodistas Carlos Martínez y Óscar Martínez.
Según Charli, el partido de Bukele en ese entonces —el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN)— contactó a las pandillas para pedir su respaldo en las elecciones municipales. Funcionarios del partido se habrían reunido con líderes pandilleros dentro de distintos centros penales, entre ellos el de máxima seguridad de Zacatecoluca, donde están recluidos cabecillas de estas organizaciones.
Los encuentros fueron posibles gracias al intermediario de Bukele: Carlos Marroquín, actual director de Reconstrucción del Tejido Social. Marroquín, conocido en el ámbito artístico como Slip, ha acompañado a Bukele durante gran parte de su carrera política. En 2021, fue sancionado por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos por negociar con la MS-13 y el Barrio 18 en nombre del presidente.
“Quien domina San Salvador, domina todo”
Durante esos años se negoció una tregua entre el gobierno salvadoreño y las pandillas. Sin embargo, el acuerdo se rompió en 2015, cuando el entonces presidente Salvador Sánchez Cerén ordenó encarcelar a los principales líderes. En respuesta, las pandillas intensificaron los ataques contra policías y militares, mientras las fuerzas de seguridad respondieron con asesinatos y ejecuciones extrajudiciales. Fue uno de los años más violentos en la historia reciente del país: la tasa de homicidios alcanzó los 106 por cada 100 mil habitantes.
En ese contexto, surge la pregunta clave: ¿qué llevó a las pandillas a confiar en los funcionarios vinculados a Bukele y qué se les ofreció a cambio?
“Hubo un acuerdo monetario. Ellos dieron una cierta cantidad de dinero por ese apoyo”, dice Charli. Según relata, se entregó “un cuarto de millón de dólares, repartido entre las dos pandillas”. A cambio, las tres estructuras criminales más grandes del país ofrecieron su respaldo electoral.
El acuerdo beneficiaba a ambos lados. Las pandillas no solo obtuvieron dinero, sino también influencia política al posicionarse cerca de la alcaldía más importante del país. “Quien domina San Salvador, domina todo”, repite Charli.
Consultado sobre cómo operaban, detalla que la influencia se ejercía en círculos familiares y comunitarios. “Hay que votar, por ya saben”, era la consigna. No se trataba de una sugerencia, sino de coacción directa. “Esto queremos que se haga y esto se va a hacer”, dice. “Son comunidades pequeñas, son colonias. Todo se sabe”, concluye.
El segundo entrevistado por El Faro es Liro, exmiembro de Barrio 18 Revolucionarios. Sin mostrar su rostro ni revelar su ubicación, narra cómo se dirigía el voto hacia Bukele: “Era obligación mandar a decir: le vas a decir a tu mamá, a tu sobrino, a tu abuela. Si no lo hacés, los vamos a matar”.
Ambos coinciden: la contraprestación era dinero en efectivo y acceso al poder político. La presión sobre los votantes era directa y violenta. “Se comenzó a secuestrar gente. A los que usaban camisas de ARENA se las quitaban. Y cuando se le ordenaba a alguien que votara por Nayib, tenía que ir”, afirma Liro.
Los favores del alcalde Bukele
En 2015, Bukele ganó la alcaldía de San Salvador por un estrecho margen frente al partido derechista ARENA. Ese triunfo lo colocó en el escenario nacional y le permitió crear la Unidad de Reconstrucción del Tejido Social, dirigida por Marroquín, que actuaría como enlace con las pandillas.
Mientras el gobierno de Sánchez Cerén enfrentaba abiertamente a las pandillas, la alcaldía de Bukele les ofrecía concesiones. “Nos proporcionaba cosas”, dice Charli. Menciona fiestas en las que se pedía no enviar a la policía, como parte de los acuerdos. También operativos policiales que eran filtrados por funcionarios de la alcaldía, para que los pandilleros pudieran esconderse o mover armas y drogas. “Ya sabíamos cómo movernos, cómo irnos. Siempre nos avisaban antes de que llegaran”, dice Liro. Quien daba el aviso, asegura, era Marroquín: “Él es el eje, el que se movía en todo”.
Los favores incluían también puestos para ventas. “Nos daban los mejores puestos. Cómo íbamos a elegir el peor”, ironiza Charli. Podían venderlos, alquilarlos o entregarlos a familiares para instalar negocios.
Liro también recuerda las reuniones entre funcionarios y pandilleros. “En una discoteca que se llamaba Antique, en la Zona Rosa. Muchas veces al mediodía. Llegaba Marroquín o Scar”. Ahí se bebía cerveza y se discutía cómo ayudar a Bukele a llegar a la presidencia. Eran reuniones políticas en las que se pactaban beneficios para ambas partes.
“Nosotros podíamos poner y nosotros podíamos quitar”
En septiembre de 2017, Bukele fue expulsado del FMLN. Al año siguiente, se presentó a las elecciones como candidato independiente.
Las pandillas, según Charli, ya sabían de sus aspiraciones presidenciales antes que su propio partido. “Fueron llamadas directas. ‘Hay que apoyar’”, recuerda. La estrategia no cambió: se presionaba a las comunidades para votar por Bukele y se prohibía apoyar a cualquier otro candidato.
Esta vez, los pagos aumentaron. “Había que sacar a quienes estaban en el poder y demostrar que nosotros podíamos poner y nosotros podíamos quitar”, dice Charli. Según él, “un 80% se lo debe a las pandillas. Fuimos parte importante de ese cambio. Fuimos el apoyo que necesitó en ese momento porque no tenía ni partido político”.
La noche que Bukele ganó la presidencia, las pandillas celebraron. Estuvieron presentes en el festejo, asegura Liro.
“Sin cuerpo, no hay delito”
Durante la pandemia de COVID-19, el control territorial en varias comunidades fue cedido de facto a las pandillas. Según los testimonios recogidos por El Faro, los subsidios estatales destinados a aliviar la crisis económica fueron gestionados por las estructuras criminales, que los repartían según sus propios intereses. Las familias de los pandilleros eran favorecidas, mientras las autoridades miraban hacia otro lado.
Aunque el gobierno de Bukele exhibió una baja histórica en los índices de homicidios, Liro sostiene que esa caída fue, en parte, una ilusión construida sobre una consigna perversa: “Sin cuerpo, no hay delito”. Esa era, según él, la orden transmitida por Carlos Marroquín: permitir asesinatos siempre que no quedaran rastros. “Si hacían algo, tenían que desaparecer el cuerpo”, resume.
La reducción de homicidios fue celebrada en medios internacionales como una hazaña, pero debajo de esa estadística, otros delitos continuaron con total impunidad. Las extorsiones a comercios y empresas no se detuvieron; por el contrario, se mantuvieron con la complicidad —o al menos, con el consentimiento— del gobierno. En algunos casos, incluso se habrían creado empleos ficticios para justificar los ingresos ilegales de los pandilleros, bajo el paraguas de programas sociales.
Entre 2020 y 2022, varios miembros de pandillas ingresaron sin restricciones a cárceles de máxima seguridad. Charli relata que lo hicieron con uniformes y vehículos oficiales, coordinados por Carlos Marroquín y Osiris Luna, viceministro de Seguridad. “Entrábamos como si nada”, dice. Liro lo confirma: “No nos revisaban ni al entrar ni al salir”.
El régimen de excepción fue decretado después de una serie de masacres ocurridas entre 2020 y 2022, en un intento por contener la crisis que ya se había desbordado. Pero mientras más de 8.000 personas han sido detenidas sin juicio, los líderes que pactaron con Bukele lograron evadir la justicia. Liro escapó a Guatemala con ayuda de Marroquín, y Charli fue detenido y luego puesto en libertad tras una llamada telefónica.
El periodismo bajo asedio
Mientras el gobierno de Nayib Bukele promueve su discurso de “mano dura” contra las pandillas y exhibe una caída histórica en los índices de homicidios como prueba de su éxito, estos testimonios proponen una narrativa paralela: la de una estrategia pragmática en la que, antes de declararse enemigo del crimen organizado, Bukele habría contado con su respaldo.
Hasta ahora, el presidente no ha emitido un pronunciamiento directo sobre las entrevistas publicadas por El Faro. Sin embargo, su reacción anterior hacia el medio no ha sido favorable. En lugar de abordar las denuncias, Bukele ha optado por desacreditar a los medios críticos. El Faro ha denunciado hostigamientos fiscales, campañas de desprestigio y amenazas judiciales como parte de una estrategia para acallar las investigaciones incómodas. A propósito de esta entrevista, el director del medio, Carlos Dada, alertó el día sábado que la Fiscalía está “preparando órdenes de captura” contra los periodistas Óscar y Carlos Martínez, responsables de la publicación.
Por su parte, la Asociación de Periodistas de El Salvador ha activado una alerta ante esta nueva amenaza contra la libertad de prensa y los derechos de los periodistas, subrayando los riesgos crecientes que enfrenta la labor informativa en el país.
En medio del silencio oficial y la falta de respuestas concretas del Ejecutivo ante estas revelaciones, El Faro reafirma su rol como medio incómodo para el poder. En un contexto donde el periodismo independiente ha sido blanco de vigilancia estatal, hostigamiento judicial y campañas de desprestigio, estas entrevistas representan un ejercicio de resistencia y de memoria.