Las Pistas de Maldox (Guerra Fría, Drogas y Rock n´ Roll) | Tercera entrega

Life se convirtió en uno de los grandes negocios del imperialismo cultural. La detención del periodista Regis Debray en Bolivia. La exhortación de su madre Janine y la del general Charles de Gaulle para su liberación.
Maldox Williams nació en La Paz Bolivia, ciudad de luces y rodeada de montañas en el ocaso de su cielo azul. No era Nueva York de los rascacielos del Rockefeller ni de los negocios millonarios de Trump, tampoco Paris de Sartre o Simone de Beauvoir. El gran valor de Life –si es que lo tenía- radicaba en la semejanza que trataba de mantener como polo abierto al mundo, en sus distintas facetas, en la que el capitalismo era ostensiblemente su fuerte. Ese poder mediático en ciernes tenía que manejar relaciones con todos para mantener las apariencias.
Por ejemplo, extendía sin cuidado su pluma embriagada sobre los íconos de la moda. Desplegó una exclusiva con el filósofo francés Jean Paul Sastre se había negado a recibir el premio Nobel alegando que “entre el hombre y la cultura no debería haber intermediaciones impuestas por el sistema”. A qué sistema se refería el escritor, sino era precisamente al que él combatía. Le importó poco el premio a ser considerado un traidor por la mayoría de sus conciudadanos, cuando hizo saber que, como la lucha anticolonial era justa, no vacilaría llevar maletas con armas al Frente de Liberación Nacional Argelino (FLN), durante la guerra de Argelia. Era un mensaje dirigido a los grandes centros de poder que mantenían las periferias bajo explotación colonial.
Hasta que en eso llegó a las manos de Maldox la portada de Fidel Castro. Los barbudos revolucionarios habían derrotado a la dictadura de Fulgencio Batista en Cuba. “Yanquis go home”, gritaban cientos de jóvenes en apartados lugares del mundo, como una expresión tan evidente y simbólica del clima que se vivía en la época. Por los motivos que fueran, de aceptación o rechazó, el Che Guevara se convirtió en un ícono de fines de la década de los 60´ hasta mucho después del 2000, cuando su figura sacralizada instalada en el Tren de la Dignidad, el movimiento que tomó el poder casi en todos los países de América Latina, recorrió entre puros Cohiba a Maradona, Evo Morales, Emir Kusturica, el comandante Hugo Chávez, los revoltosos esposos Kirchner y algunas otras personalidades a los gritos revolucionarios “yanquis go home” a La Plata, Argentina, donde se celebraba una reunión del Grupo de las Américas encabezado por el presidente de los Estados Unidos George Jr. Bush.
El semblante del guerrillero seguía hipnotizado al mundo desde la época en la que apareció en una baldosa de cemento en la morgue improvisada de un pueblo cualquiera de un país sudamericano del que muchos recién escucharon hablar.
Maldox Williams debió haber cumplido 11 años cuando el Che se acercó sigilosamente sin que nadie lo reconociera hasta un bañador que habían instalado con su madre, la señora Williams y sus dos hermanos al pie de la puerta de su casa para presenciar un eclipse de sol. El Che llegó a Bolivia disfrazado con un pasaporte falso y se instaló por unos días en el Hotel Copacabana en La Paz y luego durante otros días en la casa del frente de donde vivían los Williams. Meses después distinguieron los enormes parietales que ocultaba su identidad cuando sus fotos se publicaron en las portadas de los diarios.
El señor Julián Williams se afanaba por entonces en construir la casa familiar; mientras se acababa, alquiló un par de cuartos en la casa de un pariente en una zona céntrica de la ciudad que estaba al frente de la que ocupó el Che, dentro de un enorme garaje deshabitado en el que se turnaban los guerrilleros en trabajos de mecánica, disimulando las verdaderas razones de su presencia en Bolivia.
Cuando las fotos del movimiento guerrillero comenzaron a publicarse en los diarios, los Williams identificaron al grupo guerrillero. El Che, Tania, Inti, Coco, Pombo y al resto.
El señor Williams seguía coleccionando Life en español y la señora Williams comenzó una adhesión simbólica al movimiento guerrillero. Maldox podía reconocer la tristeza o la alegría en el rostro de su madre cuando comenzaron a publicarse noticias sobre las incursiones armadas del Ejército boliviano contra el grupo guerrillero. De pronto, se le iluminaban los ojos y de vez en cuando se le nublaban de lágrimas cuando leía las noticias en las que aparecían fotos de reconocimiento.
Maldox devoraba los reportajes de la revista. La historia del periodista francés Regis Debray y el fotógrafo Ciro Bustos, detenidos por el Ejército boliviano en Camiri, acusados de pertenecer al movimiento guerrillero. La revista publicó la historia completa en varias ediciones hasta que casi en la parte final anunció que Debray –condenado a 30 años de cárcel de los que cumplió cuatro- podría ser fusilado por la causa abierta en la justicia por alzamiento armado conformado un Consejo de Guerra por el gobierno de Bolivia, en la época encabezado por una junta militar. Los soldaditos bolivianos no entendían los argumentos legales y se limitaban a hacerse los muy importantes cuando aparecían fotógrafos y cámaras en el pueblo donde el intelectual francés se encontraba detenido por apoyar al Che.
La señora Williams leía en voz alta como buena profesora de escuela en torno a la mesa del comedor los incidentes del juicio sumario del Consejo de Guerra. Cada nuevo párrafo tenía un efecto condensado de nervios y mordeduras de uñas. Todos celebraron el fin de la historia: la absolución del periodista. La madre de Debray, Janine Alexander, llegó a Bolivia con cartas firmadas por el presidente Charles De Gaulle abogando por el honor de la aristocrática familia parisina. Desde que llegó hasta que se marchó finalmente de Bolivia, dijo sentirse confundida por el comportamiento de quien había educado en los mejores liceos de Paris y se pasaba horas encerrado en su habitación del elegante departamento que ocupaba en los Campos Eliseos. La señora Debray extrajo de su bolsón cartas, adhiriendo a la campaña para la libertad de su hijo, firmadas de puño y letra por Jean Paul Sartre, André Malraux y hasta al Papa Pablo VI.
La historia de todos estos hechos fue durante un largo tiempo el centro de atención de Life en español. Con fotografías exclusivas de excelente tamaño y textos entremezclados a modo de encabezados en las que destacaba la historia narrada por corresponsales desde el lugar de los hechos. Fotografías de Janine Alexandre en Bolivia y las de la escritora venezolana Elizabeth Burgos, esposa de Debray.
Life en español no se las traía cortas. Probablemente Maldox a sus cortos años distinguía la fragmentación que vivía el mundo. La bipolaridad estaba articulada en el relato flagrante de sus historias desencadenadas con un propósito. Los enormes ojos de la revista como de un búho se abrían desmesuradamente ante los del joven lector aun ingenuos. Un señuelo perfecto. La revista “no mostraba el horror por el gusto de mostrarlo”. Habían, tres corresponsales de la revista norteamericana a cargo de la cobertura de la aventura armada del Che en Bolivia.
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