
Hasta el momento se han presentado oficialmente con el aval y las reglas fijadas por el TSE al menos 5 encuestas de percepción del voto, es lo que debe ser y así es como siempre se ha hecho, pero jamás en un desorden tan grande, con un sistema de comunicación defectuoso, sin capacidad de proporcionar información correcta. En las encuestas, por ejemplo, no están (tampoco en la papeleta) quiénes pueden obtener importante votación. Los medios hacen pompas todos los días con base en las preferencias que presentan los sondeos e incluso se ha desatado una infortunada guerra sucia entre ellos. Lo que ocurre es que la voz en todos los casos está en los micrófonos de los interesados, pero no han bajado consultas a expertos (será que no hay) para que con mayor racionalidad y menos apasionamiento dediquen espacio para comentarios algo útiles.
Ricardo Paz ha señalado tras conocerse estas encuestas, que el 60 por ciento de los electores pueden migrar su voto y que el 30 por ciento no sabe por quién votará y considera que se trata de un fenómeno al que nadie le está prestando atención, del por qué el elector mediano, esto es, el ciudadano de a pie, no sabe por quién va a votar. No es un dato menor. Tras los largos 20 años de gobierno masista es natural esta confusión (?), no debería haber una resistencia elocuente para que este partido deje de disfrutar las mieles del poder (?), es así cómo se debería leer (?).
Que un candidato de centro ocupe con claridad el espacio ocupado en los últimos años por la izquierda. El politólogo, Anthony Downs, desde un enfoque racionalista, plantea que los partidos tienden a correrse al centro como estrategia electoral para captar al votante mediano, en un proceso de competencia por los electores moderados antes que por convicciones profundas. Así funcionaba el mundo y la democracia, por lo menos hasta hace algunos años. Sin embargo, para otros autores, el centro puede representar ciertos valores propios, como la moderación, el pragmatismo y la reforma gradual.
Anthony Giddens, con su teoría de la Tercera Vía, propone un “centro progresista” que combine Estado y mercado, individualismo y comunidad, como forma de renovación de la socialdemocracia, aquella de “tanto mercado como sea posible” y “tanto Estado como sea necesario”, que ya lleva 70 años como axioma de la socialdemocracia. Daniel Bell, en El fin de la ideología, ve en el centro un rechazo de los dogmatismos y un consenso tecnocrático.
Son claros componentes de orientación didáctica que podrían encausar un debate enriquecedor a la hora de saber a cuál de los centros corresponde ese 60 por ciento del elector indeciso y aquel 30 que no sabe por quién votará.