
El gabinete de seguridad de Israel aprobó el 7 de agosto la propuesta del primer ministro Benjamin Netanyahu de ocupar toda la Franja de Gaza después de más de diez horas de discusión.
La toma militar gradual de todo el territorio palestino tendrá los siguientes objetivos: desarmar a Hamás; liberar a los 50 prisioneros israelíes –se estima que solo 20 están vivos–; desmilitarizar Gaza; garantizar el control de seguridad sobre el enclave; y establecer una nueva administración civil que excluya tanto a Hamás como a la Autoridad Nacional Palestina.
El plan cuenta con el visto bueno de Estados Unidos, ya que, según fuentes israelíes y estadounidenses, el presidente Donald Trump no se opone a la propuesta del primer ministro israelí.
La operación comenzará con una ofensiva contra la ciudad de Gaza, en el norte del enclave, con el mismo modus operandi que el Plan de los Generales establecido antes de la tregua de enero. Las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) volverán a enviar órdenes de desalojo a los más de un millón de palestinos que todavía viven en la zona, implementando así la limpieza étnica para empujar a toda la población a un pequeño trozo de tierra en el sur.
La decisión del gabinete estipula que los palestinos tendrán hasta el 7 de octubre de 2025 para evacuar la ciudad de Gaza, es decir, un plazo de dos meses. A continuación, las FDI lanzarán su ofensiva terrestre en la urbe, sitiándola y considerando a todo el que quede allí como un combatiente de Hamás. Una vez completada la toma de control, el ejército sionista procederá a las zonas restantes del enclave que aún no han sido conquistadas.
Israel y los problemas de ocupar Gaza
Según declaró el primer ministro israelí en una entrevista con Fox News: “Pretendemos controlar toda Gaza. No queremos quedarnos con Gaza. Queremos un perímetro de seguridad. Queremos entregar Gaza a las fuerzas árabes que la gobernarán adecuadamente”. El problema que enfrenta Tel Aviv en este genocidio es que no tiene socios dispuestos a participar en la ocupación posterior; el único que lo estaría es la Autoridad Nacional Palestina.
Sin embargo, Netanyahu asegura que ha identificado “varios candidatos” para una “autoridad de transición” que gobierne Gaza después del conflicto, si bien no ha mencionado a ninguno. El Estado hebreo tampoco tiene adónde expulsar a los palestinos sin provocar una crisis interna en Egipto o Jordania. La administración Trump ha intentado negociar con Somalilandia para que los recluya a cambio del reconocimiento estadounidense, pero sin éxito.
De ahí el rechazo de los militares israelíes. Durante la reunión del gabinete, el jefe del Estado Mayor de las FDI, Eyal Zamir, se opuso a la propuesta de Netanyahu y argumentó que tal operación pondría en peligro a los prisioneros y podría conducir a un régimen militar israelí en la Franja de Gaza con plena responsabilidad sobre dos millones de palestinos. Es decir, devolvería a Israel al mismo dilema que intentó evitar con la retirada unilateral del territorio en 2005.
En un intento de convencer al público, Netanyahu declaró el día 10 de agosto en rueda de prensa lo siguiente: “Quiero poner fin a la guerra lo antes posible. Por eso he ordenado al ejército israelí que acorte el calendario para tomar el control de la ciudad de Gaza”.
El problema, además, no es la conquista del territorio, ya que Israel ha declarado el 88% de Gaza como “zona militar”; sólo el 12% es teóricamente “habitable”. Por su parte, el ejército actualmente controla el 75% de la Franja, mientras que ha evitado, en gran medida, entrar en el 25% restante –que comprende principalmente la ciudad de Gaza y los campos de refugiados en el centro del enclave– debido a la creencia de que la mayoría de los prisioneros se encuentran allí.
El principal desafío es la incapacidad de las FDI de derrotar a Hamás, como ya se ha visto en la última operación, Carros de Gedeón, que no ha cumplido ninguno de sus objetivos. En una guerra de guerrillas como la actual, la condición de victoria para Israel pasa por el genocidio o la limpieza étnica, es decir, separar a la población de la guerrilla, y ninguna toma del territorio cambiará esa realidad.
Si con la campaña Carros de Gedeón el Estado sionista tuvo que gastar 7.000 millones de dólares y convocar a 100.000 reservistas, se espera que en esta nueva operación para ocupar toda la Franja de Gaza la movilización requiera de 200.000 efectivos.
La capacidad de Israel de concentrar semejante fuerza está en duda en medio de la crisis de reclutamiento provocada por la negativa de los ultraortodoxos de servir en el ejército, la oleada de suicidios entre quienes han sido desplegados en Gaza –las solicitudes de tratamiento por traumas han aumentado un 1.000%– y el hecho de que entre el 50% y el 60% de los reservistas no respondan a las llamadas de nuevos despliegues debido a los largos periodos de servicio y al perjuicio económico sobre sus vidas.
Además, la oposición no viene solamente de los militares: los ministros fascistas Itamar Ben-Gvir, del partido Poder Judío, y Bezalel Smotrich, de Sionismo Religioso, también muestran reticencias con la operación. Una de las razones es la decisión de no utilizar la palabra “ocupar”, sino “tomar el control”, debido a razones legales relacionadas con la responsabilidad de Israel en asuntos civiles en Gaza.
Aunque esta distinción es superficial, refiriéndose en ambos casos a un control militar sobre el enclave, la diferencia indica un distanciamiento con el objetivo de estos ministro de establecer “soberanía” y colonizar la Franja. Bibi hizo hincapié en que “no queremos permanecer en Gaza, ese no es nuestro objetivo”, y añadió que lo deja claro incluso “a aquellos que no están de acuerdo conmigo”, probablemente refiriéndose a Smotrich y Ben-Gvir, que piden abiertamente la ocupación permanente del territorio palestino.
Además, las operaciones militares se detendrían si se llegara a un acuerdo sobre los prisioneros. Esto molesta a los ministros supremacistas judíos, que no quieren medias tintas, y exigen un plan decisivo que no tenga en cuenta a los prisioneros y descarte completamente cualquier negociación con Hamás.
Smotrich dice haber perdido la fe en la estrategia bélica del primer ministro en Gaza: “No se puede tomar al ejército, meterlo en esta maniobra que podría tener un alto precio, y luego detenerse a mitad de camino”. No obstante, a pesar de su oposición, se mantendrá en el gobierno para intentar corregir su rumbo, pero deja encima de la mesa la amenaza de su dimisión.