Trump estudia “nacionalizar” Intel para evitar su caída

El Diario.es
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Foto: intel

EEUU negocia adquirir el 10% de la multinacional y convertirse en primer accionista, tras ello, las acciones subieron, “quizás porque los inversores creen que la empresa será ahora demasiado grande para quebrar”.

Intel atraviesa una profunda crisis. El primer gigante de los chips, pionero de Silicon Valley, perdió 18.800 millones de dólares en 2024 y otros 6.700 millones en el primer semestre de 2025. Dos años en los que ha tenido que despedir a unos 35.000 trabajadores, aproximadamente un tercio de su plantilla. Es una crisis de la que ya muchos dudan de que pueda salir sola. Incluido el propio Donald Trump, que podría convertir a EEUU en el primer accionista de la compañía y ha conseguido que Softbank, uno de los actores claves de su megaproyecto Stargate, le inyecte 2.000 millones de dólares para evitar su caída.

Trump puede no ser un aliado fiable, pero a Intel no le quedaban muchas más opciones. Lleva una década recibiendo golpes y el último, quedarse fuera de la revolución de la inteligencia artificial, ha sido el más duro. El antiguo campeón de los semiconductores empezó a perder su posición de liderazgo al llegar tarde a otro cambio de era, la de los dispositivos móviles, cuyos procesadores fueron acaparados por otros fabricantes, orillando al antiguo líder del mercado de los PC.

La compañía intentó volver a ganarse su hueco aprovechando la crisis de abastecimiento de semiconductores derivada de la pandemia. A cambio de enormes subvenciones, se comprometió a levantar factorías que devolvieran la autonomía a EEUU y Europa en la cadena de suministro de chips. Intel es hoy la única gran compañía —junto a la coreana Samsung— que sigue apostando por las dos patas de la producción: tanto diseño como fabricación. La complejidad de cada uno de estos segmentos ha empujado al resto de actores del sector a especializarse, lo que les ha permitido dejar atrás a Intel en ambas áreas.

Un modelo híbrido se ha vuelto aún más difícil de sostener en plena era de la inteligencia artificial. Intel puede estar dispuesta a construir esas nuevas fábricas, pero la demanda de sus procesadores tradicionales ha desaparecido. La falta de negocio ha forzado a la compañía a cancelar la megafactoría que estaba construyendo en Alemania, perdiendo unos 10.000 millones de euros en ayudas. Ahora corre el riesgo de tener que hacer lo mismo con las plantas que está levantando en EEUU, por las que el Gobierno de Joe Biden le había concedido 8.500 millones de dólares en subvenciones directas y 11.000 millones de dólares en préstamos de bajo coste.

La habilidad de Mr. Chip

Incapaz de cambiar el curso de la compañía, el anterior CEO de Intel, Pat Gelsinger, decidió dar un paso al lado y jubilarse. Su sustituto no pudo empezar peor: tras conocer su nombramiento, Donald Trump le exigió dimitir por sus vínculos con la industria de semiconductores china. “El consejero delegado de Intel se encuentra en una situación muy CONFLICTIVA y debe dimitir de inmediato. No hay otra solución”, afirmó el mandatario estadounidense en su red social sobre el encargado de salvar Intel, Lip-Bu Tan.

La figura de Tan, nacido en Malasia y conocido en el sector como “Mr. Chip”, quedó en entredicho cuando la empresa que dirigió de 2009 a 2021 se declaró culpable de vender ilegalmente tecnología a la Universidad Nacional de Tecnología de Defensa de China —controlada por el Estado y que desarrolla muchos de los sistemas militares más importantes del país— y fue multada con 140 millones de dólares. A ello se suma que, a través de su fondo de inversión, entró el capital de algunas compañías chinas que posteriormente también acabarían siendo sancionadas por EEUU.

Pero Mr. Chip no se amedrentó. Tachó sus vínculos con China como “desinformación” y pidió un encuentro personal con Trump. “Durante más de 40 años en la industria, he construido relaciones en todo el mundo y en nuestro diverso ecosistema, y siempre he operado dentro de los más altos estándares legales y éticos”, escribió en un mensaje a la plantilla tras la acusación.

Tan consiguió concertar esa reunión con el presidente, donde consiguió conectar con el republicano. A la salida, todo había cambiado. “Me reuní con el Sr. Lip-Bu Tan, de Intel, junto con el secretario de Comercio, Howard Lutnick, y el secretario del Tesoro, Scott Bessent. La reunión fue muy interesante. Su éxito y ascenso son una historia increíble”, publicó Trump en su red social sobre Tan.

Los detalles de la conversación eran desconocidos. Hasta que esta semana, medios como The Wall Street Journal y The New York Times han desvelado lo que se movía entre bambalinas: el Gobierno de EEUU está negociando su entrada en el accionariado de Intel con una participación del 10%, lo que le convertiría en el accionista mayoritario de la compañía. “Deberíamos obtener una participación accionaria por nuestro dinero”, confirmó luego Lutnick en declaraciones a la cadena estadounidense CNBC.

Participar del negocio de los chips

La inversión se vehicularía a través de las subvenciones que Biden firmó con Intel, de las que la mayor parte de ellas no se han desembolsado todavía debido a los retrasos en la construcción de las instalaciones. Según han publicado los citados medios, Trump se ha ofrecido a mantenerlas, pero con recargo. El trato ahora es convertir en acciones los 10.860 millones de dólares que el Gobierno había prometido a Intel, que está valorada en unos 100.000 millones de dólares. Este miércoles, los títulos de la compañía se hundían más de un 6% a media sesión en el índice tecnológico Nasdaq.

La entrada en el accionariado del Gobierno de Estados Unidos sería un movimiento inédito en la política económica de este país, que nunca se había involucrado como accionista relevante en una empresa tecnológica de esta envergadura. Pero que encaja, sin embargo, con la ambición de Trump de involucrar al Gobierno directamente en el negocio de los chips, como demuestra su reciente decisión de permitir a Nvidia y AMD la venta de semiconductores a China a cambio de que paguen una comisión del 15% al Estado.

Para muchos analistas, la jugada supone “nacionalizar” Intel. “Equivaldría a una nacionalización de facto de la histórica pero atribulada empresa de semiconductores”, advertía el martes un editorial del Wall Street Journal: “Los detalles de esa posible inversión son vagos, pero seguro que los federales no serían inversores pasivos. Las acciones de Intel subieron la semana pasada tras la noticia, quizás porque los inversores creen que la empresa será ahora demasiado grande para quebrar”.

“Probablemente tengan razón”, continúa la cabecera económica de referencia en Estados Unidos: “Una vez que el gobierno adquiera una participación en Intel, los políticos tendrán un incentivo para seguir otorgando subsidios para no tener que admitir un error. Al mismo tiempo, las condiciones de la Administración para la inversión de capital también podrían dificultar que Intel implemente los cambios necesarios para ser más competitiva. A los políticos no les gusta presidir cierres de plantas ni despidos”.

2.000 millones para salir del paso

Mientras se cierra la operación con Trump, el conglomerado japonés Softbank cerró el pasado martes una inversión de 2.000 millones de dólares el gigante de los chips, lo que hizo que sus acciones llegaran a dispararse más de un 10%. Un movimiento que lo convierte en el sexto máximo accionista y ha sido visto por los mercados como una muestra de confianza en el futuro de Intel.

Softbank es uno de los mayores inversores tecnológicos del mundo, con posiciones clave en el negocio de los chips y la inteligencia artificial. Posee el 90% de Arm, una empresa británica clave en el diseño de chips para móviles y servidores. Ha invertido 40.000 millones en OpenAI, otros 3.000 millones en Nvidia y mantiene una participación minoritaria en la taiwanesa TSMC. Una posición que le valió su entrada en Stargate, el plan de Trump para invertir 500.000 millones de dólares en centros de datos y otras infraestructuras de IA.

La entrada de Softbank en Intel puede ayudar a la multinacional a asegurarse un rol en ese megaproyecto, un respiro para su futuro que también apoyará la Casa Blanca si se confirma como su máximo inversor. Sin embargo, no garantiza su supervivencia. Lo que ocurra en los próximos meses marcará no solo el destino de Intel, sino también la posición de Estados Unidos en la cadena global de semiconductores y la capacidad del país para mantener un liderazgo tecnológico cada vez más disputado por China.

 


"La realidad no ha desaparecido, se ha convertido en un reflejo"

Jianwei Xun
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