
Los temas espinosos no se ventilan en la visita de Trump a Starmer al Reino Unido.
La visita del presidente de los Estados Unidos Donald Trump al Reino Unido ha sido un verdadero baño de popularidad que ha incluido una cena de Estado ofrecida por Carlos III de Inglaterra al matrimonio Trump en el castillo de Windsor. Trump aseguró durante el banquete que se trataba de “uno de los mayores honores” de su vida.
En la declaración conjunta ambos jefes de Estado han hecho foco en la guerra en Ucrania. Inglaterra insiste que Putin es un peligro al que se debe frenar facilitando armas a Volodymyr Zelensky. La respuesta rusa ha sido un impresionante despliegue de 500.000 soldados al frente de guerra, asunto incómodo para Trump que volvió a escuchar del pedido de apoyar a Zelensky con quien mantiene serias discrepancias.
Ni Trump ni el premier inglés Keir Starmer estaban dispuestos a dejar que las preguntas espinosas de los periodistas ensombrecieran la visita de Estado que ha colmado las expectativas de pompa y ceremonia y el deseo del primer ministro británico de reforzar la “relación especial” de ambos países. Asuntos como el reconocimiento del Estado palestino (haciendo vista gorda al genocidio en Gaza), la inmigración irregular y las energías renovables en los que existen discrepancias entre ambos gobiernos, han sido manejados con guante blanco por los dos dirigentes, con ánimo de no hacerse daño.
Nada podría haberse desarrollado mejor, en términos diplomáticos. Sin embargo, quedaba la prueba política: la rueda de prensa conjunta, con asuntos delicados como los ya mencionados, o como el caso Epstein.
Starmer cesó, apenas unos días antes de la llegada de Trump, a su embajador en Washington, Peter Mandelson, cuando se filtraron sus correos que lo relacionan al millonario estadounidense con el pedófilo Jeffrey Epstein, cuando este ya había sido condenado por abusos sexuales a menores. La relación del presidente estadounidense con el millonario que acabó suicidándose en una celda de Nueva York también es un constante quebradero de cabeza para la Casa Blanca, y es un asunto que desagrada a Trump.
Quizá por eso, ambos dirigentes han evitado explayarse sobre el asunto. Starmer se ha limitado a decir que cesó al embajador al conocer la nueva información y Trump, contrariamente a su estilo, ha evitado añadir comentario alguno.