
Cultivos de amapola en Afganistán 2011 | Marines de Estados Unidos
Las drogas y la guerra han estado unidas a lo largo de la historia. Al igual que las tácticas y el armamento, las drogas sufrieron una evolución según fue evolucionando la contienda.
En la guerra siempre se han usado drogas o derivados. Muchos guerreros han entrado en combate colocados o ebrios como una forma de superar el miedo y aumentar su resistencia o energía en el campo de batalla. Desde los hoplitas griegos hasta las fuerzas especiales de Estados Unidos, pasando por los vikingos, la historia militar está repleta de ejemplos.
El alcohol, un uso corriente en la batalla
El uso del alcohol antes de la batalla es, quizás, el elemento más popular entre las civilizaciones –excepto en el islam–. Se empleaba sobre todo para mitigar el miedo y como estimulante. Los aztecas, por ejemplo, bebían un brebaje llamado “pulque” o “aguamiel”, una bebida fermentada tradicional.
Los hoplitas –soldados de infantería pesada de la Antigua Grecia–, antes de las batallas, se emborrachaban con vino, muchas veces excesivamente, pues llegaban a la refriega totalmente borrachos. Aunque no era lo único que ingerían, tal y como atestigua Homero en la Ilíada, una antigua una epopeya griega: los helenos también fumaban grandes cantidades de opio, principalmente como analgésico para soportar el dolor de las heridas.
Los ejemplos se multiplican a lo largo de la historia. En la Guerra de los Cien Años, antes de la batalla de Agincourt en 1415, los soldados franceses bebieron sin freno, siendo aniquilados por los arqueros ingleses. Durante las guerras napoleónicas, en la batalla de Austerlitz de 1805, las divisiones de infantería recibieron una triple ración de brandy con el objetivo de incitar a las tropas al combate.
El autor Lukasz Kamienski, en su libro Las drogas en la guerra, documenta que, en la segunda mitad del siglo XIX, los 36.000 hombres del ejército británico consumían unos dos millones de litros de ron al año. Además, en el siglo XVIII, cada soldado británico destinado en las colonias americanas ingería un promedio de 87 litros de ron anuales.
Queda claro que el alcohol ha sido utilizado a lo largo de todas las épocas. Otro ejemplo es el uso del vodka en el ejército ruso, o el testimonio de un soldado alemán en el frente oriental durante la Segunda Guerra Mundial: “el vodka purga el cerebro y dilata las fuerzas. Con ello olvido que llevo siete pedazos de metralla en el cuerpo”.
Las drogas en la guerra a lo largo de la historia
Al igual que con el alcohol, el empleo de narcóticos entre los guerreros ha sido habitual en la historia como una forma de prepararse y superar el miedo a la batalla. Otro uso podría ser el de soportar el dolor de las heridas, como ya se ha comentado con el opio en la Antigua Grecia. Un caso muy conocido es el de los vikingos berserkers, que consumían hongos alucinógenos –como la Amanita Muscaria– para entrar en un estado de euforia y frenesí, al igual que los guerreros zulúes, que ingerían plantas “mágicas”.
La secta islámica de los asesinos nizaríes, actualmente conocidos por la saga de videojuegos Assassin’s Creed, eran grandes consumidores de hachís; de ahí el nombre de hashashins. Durante la campaña de Egipto, los soldados de Napoleón consumieron grandes cantidades de esta droga para intentar distraerse del calor, con pésimas consecuencias, ya que al estar tan colocados, les resultaba más difícil formar en cuadro ante los ataques de la caballería mameluca.
El uso de calmantes para mitigar el dolor en contextos bélicos ha sido una constante, como ya señalamos en el caso del opio. Otro ejemplo es la morfina, que durante la Guerra de Secesión estadounidense se distribuyó en grandes cantidades como analgésico, lo que derivó en una epidemia masiva de adicción entre los veteranos.
Aunque fue en el siglo XX cuando se produjo el empleo masivo de drogas por los soldados, durante la Primera Guerra Mundial tuvo lugar un aumento brutal de la demanda y consumo de la cocaína, tanto que buena parte de su producción pasó de la región de los Andes a las Indias Orientales holandesas.
La cocaína era consumida principalmente por los ases de caza alemanes. También se administró a los soldados australianos en Galípoli y se suministraba regularmente a las tropas británicas en forma de grageas. Su objetivo era claro: aumentar el espíritu y la energía de combate, ya de por sí muy debilitado por el horror de la batalla.
Durante la Guerra Fría, se exploró el uso de drogas como arma de guerra. Uno de los planes estadounidenses contemplaba lanzar LSD sobre las tropas soviéticas para desorientarlas. También surgieron ideas bastante descabelladas, como la propuesta de Estados Unidos de bombardear con feromonas con el objetivo de desatar el descontrol sexual entre los soldados enemigos.
Lukasz Kamienski relata en su libro que la primera guerra verdaderamente farmacológica fue la de Vietnam, en la que el 60% de los soldados estadounidenses fumaban marihuana. En 1973, el 70% de los efectivos tomaba algún estupefaciente, ya fuera marihuana, dexedrina –anfetas–, heroína, morfina, opio, sedantes o alucinógenos. El ejército estadounidense llegó a poner en marcha un programa de análisis de orina masivos, denominado Operación Flujo Dorado. Debido a este consumo generalizado, se comenzó a calificar como el “ejército yonqui”.
En la década de 1990, el Frente Revolucionario Unido en Sierra Leona consumía grandes cantidades de droga –marihuana mezclada con pólvora–, y les eran administradas especialmente a los niños soldado. Solían hacerlo a través de cortes en la piel para que la sustancia actuara de forma más rápida.
Actualmente, los combatientes yihadistas son los grandes consumidores de drogas en la guerra. En noviembre de 2008, el grupo Lashkar-e-Toiba de Cachemira se enfrentó durante 60 horas a las fuerzas especiales indias gracias a la cocaína, LSD y esteroides. Asimismo, el captagón o fenetilina es la droga por antonomasia del Estado Islámico. Inventada en 1961, actúa como las anfetaminas: mitiga el miedo, suprime el dolor y es altamente adictiva.
Aunque los yihadistas no son los únicos: el ejército estadounidense suministra dextroanfetamina a sus pilotos, aunque de manera limitada y controlada. Además, habría indicios de que China ha descubierto un estimulante de última generación llamado night eagle con posibles usos militares.
Las drogas en la Segunda Guerra Mundial
El siglo XX supuso un punto de inflexión en lo que se refiere al uso masivo de drogas en la guerra. Tanto los ejércitos del Eje como los Aliados impulsaron el consumo de la anfetamina y la metanfetamina para combatir el sueño de sus soldados, así como estimular su valor y reforzar su resistencia física.
Los nazis fueron pioneros en usar la anfetamina o speed con finalidad militar, creando para ello la pervitina, que potenciaba la atención, eliminaba la necesidad de dormir y disminuía el miedo. En 1940, los alemanes recibieron más de 35 millones de pastillas de pervitina. Esta droga fue particularmente usada por los tanquistas y los aviadores en las invasiones de Polonia y Francia.
El abuso de la metanfetamina causó graves problemas de salud, actitudes violentas e indisciplina entre los efectivos, por lo que se disminuyó su uso y se destinó exclusivamente a las tropas de élite. El propio Hitler se volvió un adicto a las drogas, según reveló su médico, que desde 1943 le inyectaba diariamente un cóctel que incluía esteroides, opiáceos y decenas de otras sustancias.
Sin embargo, no sólo los alemanes se valieron de las drogas en la Segunda Guerra Mundial: los ejércitos británicos y estadounidenses también. El consumo de speed fue masivo en las batallas del Pacífico y África. Los aviadores británicos ingirieron grandes cantidades de esta sustancia para hacer frente al cansancio de las largas jornadas de vuelo en el Atlántico.
Algunos autores afirman que su uso fue clave para la victoria sobre la aviación alemana en la Batalla de Inglaterra en 1940. En la Batalla de El Alamein, en África, el general británico Montgomery, justo antes de la ofensiva, mandó distribuir 100.000 pastillas de bencedrina –anfetas– entre sus tropas con la esperanza de que influyese en una victoria sobre Rommel.
En la posterior operación Market Garden en Países Bajos, los paracaidistas británicos también recurrieron a la bencedrina para poder sobreponerse a la exigencia de los combates. Se calcula que los británicos consumieron un total de 72 millones de pastillas de anfetas durante la contienda.
En 1942, las fuerzas aéreas estadounidenses adquirieron grandes cantidades de bencedrina, utilizada por los pilotos de bombarderos debido a sus largas misiones en Alemania y Japón. Fue al año siguiente cuando su consumo pasó a las tropas terrestres, especialmente en el Pacífico, para contrarrestar el miedo que les producían los ataques suicidas de los japoneses. Según algunos autores, los estadounidenses consumieron entre 250.000 y 500.000 pastillas de esta droga.
No obstante, también se consumían drogas en el otro bando del Pacífico, pues muchos de los kamikazes japoneses iban colocados de opio y metanfetamina cuando llevaban a cabo sus ataques suicidas. En este caso, los nipones recurrían al philopon.
¿Y la Unión Soviética? Fue la única potencia que se abstuvo del uso masivo de estupefacientes. Los soldados soviéticos tomaban vodka, valeriana en infusiones y, excepcionalmente, cocaína para combatir la fatiga. Aún así, curiosamente se tuvo que enfrentar, en 1939-1940, al país con mayor consumo legal y medicinal de heroína per cápita: Finlandia. El ejército finés se valió en su guerra contra la Unión Soviética de un empleo masivo de heroína, morfina y opio, principalmente para combatir el terrible frío invernal, además del dolor de las heridas e infecciones.
En 1941, en la reanudación de la guerra, el ejército finés distribuyó 250 millones de tabletas de heroína y morfina. Además, al estar aliado el gobierno finés con el Tercer Reich, Finlandia adquirió de Alemania 850.000 tabletas de pervitina para sus unidades especiales. Como curiosidad, según testimonios de soldados fineses, era recomendable que solo tomara anfetamina el esquiador de cabeza de las unidades de élite, pues se corría el riesgo de que los soldados colocados iniciaran una carrera para ver quien llegaba primero.
Como se ha podido comprobar, las drogas y la guerra han estado unidas a lo largo de la historia. A pesar de la gran documentación que hay al respecto, aún hoy día hay un ligero tabú en lo que se refiere a representar este hecho en la cultura popular, quizás con la salvedad de la Guerra de Vietnam. Al igual que las tácticas y el armamento, las drogas sufrieron una evolución según fue evolucionando la contienda, pasando de la ingesta del opio al consumo masivo de pastillas.