
24 horas antes de la transmisión del mando presidencial, las manillas del reloj del Congreso, una construcción republicana de comienzos del siglo XVII, volvieron a girar de arriba abajo, de derecha a izquierda. El detalle es representativo del anterior periodo que gobernó 20 años con una pequeña interrupción tras las elecciones de 2019 cuando el candidato del MAS, Evo Morales, fugó a México acorralado por una revuelta popular. El lugar, centro del poder en Bolivia, donde se encuentran el Palacio de Gobierno y el Congreso Nacional, volvió a correr en el tiempo adelante como fue habitual hace 200 años desde que Bolivia se convirtió en una república independiente el 6 de agosto de 1825.
En 2006, cuando asumió la presidencia el gobernante Evo Morales, muchos símbolos emblemáticos de la República de Bolivia fueron desmantelados como parte de un plan de descolonización aplicado tajantemente por el Movimiento Al Socialismo (MAS), el partido que lo llevó al poder y que acabó dividido y derrotado en las pasadas elecciones con el 3,1% de los votos. Ese mismo año, la Asamblea Constituyente convocada por el gobierno del MAS, modificó la Constitución Política del Estado adoptando la Wiphala como emblema patrio y celebró el 22 de enero como fiesta plurinacional. Esa misma Asamblea cambió el denominativo de República y de ser católico Bolivia pasó a ser un estado laico. Estas reformas que podrían haber generado un cambio propositivo acabaron dividiendo el país en dos corrientes: las que apoyaron el “proceso de cambio”, slogan clientelar usado durante el gobierno de Morales y quienes pasaron a la oposición para resistir las medidas aplicadas desde aquella época. El punto culminante de este periodo sucedió en 2009 en Santa Cruz con la masacre del hotel Las Américas donde tres supuestos mercenarios a sueldo fueron acribillados por grupos especiales de la policía nacional. Esta situación sirvió de excusa para iniciar una persecución que descabezó a la oposición.
A partir de entonces se desató una cazaría contra quienes pensaban diferente y encaminó un periodo de autoritarismo que enmascarado en reformas dilapidó las arcas públicas favorecido con los altos precios que se pagaba por las materias primas que se producen en Bolivia (minerales, gas y productos agrícolas, principalmente).
En 2012 el entonces canciller del Estado Plurinacional, David Choquehuanca, ordenó que el reloj del Congreso giré en sentido contrario lo que según explicó más tarde, era la forma en el que cultura aymara mira el transcurrir del tiempo. Este se convirtió en un caso de estudio patológico porque si bien la milenaria civilización aymara también empleaba su propio alfabeto a través de nudos en cuerdas denominado quipus, no podía volver a la educación como método de enseñanza en las escuelas. Estas son algunas razones por las que la transmisión de mando del pasado sábado cobró un sentido realístico de enorme significado. La supresión de algunos simbolismos que durante los últimos 20 años fueron impuestos por la administración del MAS y que el nuevo presidente Rodrigo Paz Pereira ha decidido eliminar.












