Los cinco frentes estratégicos donde China ya supera a Estados Unidos

Diario Red
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china, globo terraqueo
Foto: Pixabay

China ya no es sólo “la fábrica del mundo”. Es un actor sistémico que redefine las jerarquías económicas, tecnológicas y estratégicas globales.

Durante décadas, la hegemonía global de Estados Unidos pareció incuestionable. Sin embargo, en apenas una generación, China ha pasado de ser una potencia manufacturera emergente a convertirse en un competidor integral capaz de desafiar a Washington en los principales frentes económicos, tecnológicos y geoestratégicos.

De la energía solar a la inteligencia artificial, del control de las tierras raras a la robotización industrial, Beijing ya no solo compite: domina.

A continuación, un repaso de los principales ejes del poder en los que China está igualando o superando a Estados Unidos.

I. Frente tecnológico y científico

La investigación en tecnologías críticas: Beijing toma la delantera

Según el Instituto Australiano de Política Estratégica (ASPI), China lideró entre 2019 y 2023 la investigación mundial en 57 de las 64 tecnologías críticas identificadas, es decir, un 89%. Hace apenas dos décadas, era Washington quien dominaba en 60 de esos campos. El viraje de la jerarquía científica es especialmente pronunciado en tecnologías de aplicación militar: inteligencia artificial, materiales avanzados, sistemas hipersónicos.

En 2024, los investigadores chinos publicaron más artículos sobre IA que sus pares estadounidenses, europeos y británicos juntos. (24.000 publicaciones frente a 19.000).

Detrás de ese salto hay una estrategia deliberada: un Estado que ha convertido la investigación y el desarrollo en una prioridad nacional, con financiación pública sostenida, planificación industrial y colaboración estrecha entre universidades, empresas y fuerzas armadas, orientando esta innovación hacia objetivos nacionales. Washington, en cambio, depende más de la iniciativa privada, un modelo que hoy muestra límites frente al empuje coordinado de Beijing.

La robotización industrial: una revolución made in China

En 2024, China instaló más robots industriales que el resto del mundo combinado, según la Federación Internacional de Robótica: 295.000 nuevas unidades, un aumento del 7% con respecto al año anterior (276.300 robots). Para ponerlo en escala esto es:

cuatro veces más que en toda la Unión Europea (68.000 robots instalados el año pasado), siete veces más que en Japón (44.500), y casi nueve veces más que en Estados Unidos (34.200).

Este proceso de automatización es el núcleo del salto cualitativo de su industria: aumenta la productividad, reduce dependencia tecnológica y refuerza su posición exportadora. Pero como todo lo demás, la robotización masiva es el fruto de políticas públicas de inversión, créditos blandos y adquisiciones tecnológicas estratégicas.

Un dato no menor es que, por primera vez desde 2014, la mayoría de los robots instalados en fábricas chinas fueron fabricados dentro del país.

Tierras raras: Beijing controla el suministro estratégico del planeta

China controla la extracción, el refinado y la exportación de la mayoría de los minerales indispensables para la tecnología moderna, conocidos como tierras raras. El pasado mes de octubre Beijing amplió su marco regulatorio sobre la exportación de estos elementos esenciales para la producción de semiconductores, baterías y armamento avanzado. El golpe ha sido quirúrgico: Estados Unidos depende en más de un 50% de las importaciones para 51 minerales críticos, y China es su principal proveedor en 17 de ellos.

Las nuevas restricciones afectan directamente a la cadena de suministro de chips de inteligencia artificial, un sector del que especialmente depende gran parte del crecimiento estadounidense. Washington ha reaccionado adquiriendo participaciones en empresas como MP Materials y Trilogy Metals, pero las capacidades nacionales siguen siendo insuficientes frente al monopolio chino.

II. Frente económico y comercial

Comercio global: el motor del intercambio mundial

China es hoy la potencia comercial más dinámica emergiendo como el motor del comercio internacional, en particular, en los sectores de confección, electrónica, energía solar y automoción.

Washington conserva influencia financiera, pero su músculo exportador ha perdido velocidad frente a la capacidad organizativa y la integración logística del sistema chino. El economista Dan Wang ha señalado que, pese a los aranceles instaurados durante el primer mandato de Trump, las exportaciones chinas hacia el mercado estadounidense volvieron en 2022 a niveles cercanos a los máximos previos a la guerra comercial, mostrando la resiliencia del aparato exportador de Beijing.

Industria y cadenas de valor: Estados Unidos depende de China

Buena parte del ecosistema tecnológico norteamericano depende de la producción instalada en China. Por ejemplo, de los 200 principales proveedores de Apple, 156 producen en el gigante asiático y más de un tercio se concentra en la provincia de Guangdong, superando el número total de fábricas equivalentes en Estados Unidos, Vietnam e India juntos. Según la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial (ONUDI), China concentrará el 45 % de la capacidad industrial mundial en 2030.

La brecha se refleja también en la estructura de los PIB nacionales: mientras que la industria manufacturera representa el 28% del PIB chino, la estadounidense apenas alcanza 10%, un reflejo directo de la desindustrialización que ha afectado a la economía estadounidense durante las últimas tres décadas.

III. Frente militar y geoestratégico

El poder militar: la flota china ya supera a la estadounidense

La supremacía marítima de Estados Unidos, piedra angular de su dominio global desde la Segunda Guerra Mundial, se está erosionando.

Con 370 buques y submarinos de combate, China dispone hoy de la mayor flota militar del mundo. Además, ha incrementado rápidamente su arsenal nuclear: con 550 lanzadores de misiles intercontinentales (ICBM), el Ejército Popular de Liberación ya dispone de capacidades comparables —y en ciertos aspectos superiores— a las estadounidenses.

Si se mantiene el ritmo actual, Beijing podría igualar el número de ojivas nucleares desplegadas por Washington durante la década de 2030, según estimaciones del Departamento de Guerra (antes Defensa) de Estados Unidos.

IV. Frente de bienestar social y demográfico

Esperanza de vida: China supera a Estados Unidos

Desde el 2020, la esperanza de vida media en China ha superado a la estadounidense.  La pandemia de COVID-19 golpeó duramente a Estados Unidos, donde la esperanza de vida cayó de 78,8 a 76,3 años entre 2019 y 2021. En el mismo periodo, China alcanzó los 78,2 años, según el Banco Mundial.

El deterioro sanitario en Estados Unidos —marcado por desigualdad, crisis de adicciones y acceso limitado a la salud— contrasta con las mejoras sostenidas en cobertura médica y condiciones de vida en China. En medio siglo, la población china ha duplicado su longevidad, reflejo de una transformación social profunda. Estados Unidos, en cambio, enfrenta un estancamiento histórico en uno de los indicadores más básicos de bienestar.

Urbanización: un siglo de desarrollo en una generación

En 40 años ha construido más ciudades modernas que Estados Unidos en un siglo. Algunos datos que ilustran este crecimiento:

Entre 2018 y 2019, el país produjo 4.400 millones de toneladas de cemento, casi tanto como Estados Unidos en todo el siglo XX.

Desde hace 35 años vienen levantando cada año infraestructuras urbanas equivalentes a varias metrópolis occidentales, es decir, 35 nuevas ciudades del tamaño de Nueva York y Boston combinadas.

El caso de Shenzhen ilustra esa aceleración: de aldea pesquera que contaba con 300.000 habitantes en 1980 a una ciudad de más de 18 millones de habitantes– en apenas cuatro décadas.

Este ritmo de urbanización se acompaña de un aumento del nivel de vida y una expansión del consumo interno, factores clave en la transición hacia una economía de servicios. Sin embargo, aún persisten amplias diferencias de ingreso respecto a Occidente.

V. Frente infraestructural y nuevas energías

Infraestructuras: diez veces más inversión que Estados Unidos

El contraste en obra pública es abismal. China invierte, de manera sistemática y sostenida, alrededor del 5% de su PIB en infraestructuras: diez veces más que Estados Unidos que sólo invierte 0,5%

Esa brecha se refleja en el sistema de transporte público: el país asiático posee una red ferroviaria de alta velocidad, hoy la más extensa que la del resto del mundo combinado con ciudades conectadas por sistemas de transporte modernos y eficientes.

Solo Shanghái construyó, entre 2003 y 2013, tantas líneas de metro como toda la red de Nueva York. Mientras Washington debate proyectos y financiación, Beijing ejecuta a una escala que redefine la modernización material del Estado.

Energía solar: China instala en un año más capacidad que todo el parque estadounidense

El ritmo de expansión solar en China no tiene precedentes. En mayo de 2025, Beijing instalaba el equivalente a 100 paneles solares por segundo y, en solo un año, el país instaló más capacidad fotovoltaica que toda la infraestructura acumulada en Estados Unidos.

El auge de las renovables ha permitido que las emisiones de CO2 chinas se redujeran un 1% en el primer semestre del año, algo inédito en un país en desarrollo.

El gobierno de Beijing ha impulsado su política de transición verde a través de subsidios estatales e imponiendo obligaciones verdes a través de cuotas de consumo renovable a industrias pesadas y centros de datos. Así, mientras Washington sigue atrapado en la disputa política sobre el cambio climático, China consolida su liderazgo industrial en energía limpia.

Epílogo: el siglo XXI, un tablero reconfigurado

China ya no es sólo “la fábrica del mundo”. Es un actor sistémico que redefine las jerarquías económicas, tecnológicas y estratégicas globales. Y si bien Estados Unidos conserva ventajas innegables —su ecosistema de innovación, su red global de alianzas y un sistema financiero aún hegemónico y con poder de coacción—, la idea de una supremacía incontestable ha quedado atrás.

Beijing no ha reemplazado a Washington, pero sí ha demostrado que el desarrollo sostenido y la ambición tecnológica o militar dependen, en última instancia, de una estrategia de Estado capaz de coordinar inversión pública, objetivos científicos y estabilidad social. El siglo XXI no enfrenta simplemente a dos potencias: enfrenta dos modelos de civilización. Y en ese pulso, el equilibrio de poder global ya no se mide sólo por el tamaño de las economías, sino por la capacidad de diseñar el futuro.


"La realidad no ha desaparecido, se ha convertido en un reflejo"

Jianwei Xun
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