Europa presenta un nuevo plan para Ucrania desconectado de la realidad del conflicto

Pablo del Amo | Descifrando la Guerra
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Europa presenta plan para Ucrania 2025

La iniciativa europea parece responder tanto a una lógica diplomática como política. Una de sus apuestas implícitas es que un eventual rechazo ruso permita a Trump atribuir el fracaso de las negociaciones a Moscú y reactivar la presión sobre el Kremlin mediante sanciones adicionales o un mayor respaldo a Ucrania. No obstante, hasta ahora, el esfuerzo financiero y militar ha recaído en gran medida sobre los países europeos, que continúan comprando armamento estadounidense para Kiev.

Los principales líderes de Europa presentaron este lunes un nuevo plan político para poner fin a la guerra en Ucrania, en coordinación con los esfuerzos diplomáticos impulsados por el presidente estadounidense Donald Trump.

El plan cuenta con el respaldo con varios líder, entre ellos, el canciller alemán Friedrich Merz, el presidente francés Emmanuel Macron, la primera ministra italiana Giorgia Meloni, el primer ministro neerlandés Dick Schoof, el primer ministro polaco Donald Tusk, el primer ministro británico Keir Starmer, así como el presidente del Consejo Europeo, António Costa, y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.

La iniciativa se ha elaborado en estrecho contacto con el Gobierno de Volodímir Zelenski. En una declaración conjunta, los firmantes celebraron los avances logrados en las últimas semanas gracias al trabajo coordinado entre los equipos de Trump, Zelenski y los socios europeos, y subrayaron la “fuerte convergencia” existente entre Estados Unidos, Ucrania y Europa.

Claves del plan de Europa para Ucrania

El plan parte de una premisa central: la seguridad, soberanía y prosperidad de Ucrania son indisociables de la seguridad euroatlántica en su conjunto. En este marco, los líderes afirmaron que Ucrania y su población merecen un “futuro próspero, independiente y soberano, libre del temor a una nueva agresión rusa”.

Entre los elementos más destacados de la propuesta figura el compromiso de Estados Unidos y de los países europeos de proporcionar garantías de seguridad “robustas” y apoyo a la recuperación económica de Ucrania en el contexto de un acuerdo que ponga fin a la guerra.

En el plano militar, el documento contempla el mantenimiento de unas Fuerzas Armadas ucranianas de hasta 800.000 efectivos en tiempos de paz, concebidas como un instrumento de disuasión y defensa territorial.

Asimismo, se plantea la creación de una fuerza multinacional liderada por países europeos, integrada por Estados dispuestos a participar en el marco de la denominada Coalición de los Dispuestos y con apoyo estadounidense.

Esta fuerza tendría como objetivo contribuir a la regeneración de las capacidades militares ucranianas, reforzar la seguridad del espacio aéreo y marítimo y operar dentro del territorio de Ucrania.

El esquema se completaría con un mecanismo de supervisión y verificación del alto el fuego liderado por Estados Unidos, con participación internacional, destinado a detectar y atribuir posibles violaciones, así como a activar respuestas coordinadas y mecanismos de desescalada.

Además, los firmantes se comprometen, con carácter jurídicamente vinculante y sujeto a los procedimientos nacionales, a adoptar medidas en caso de una futura agresión armada contra Ucrania, que podrían incluir el uso de la fuerza, apoyo en inteligencia y logística, y acciones económicas y diplomáticas.

En el ámbito económico y político, el plan apuesta por una inversión sustancial en la reconstrucción de Ucrania, el impulso de acuerdos comerciales “mutuamente beneficiosos” y el mantenimiento de los activos soberanos rusos inmovilizados en la Unión Europea, con la vista puesta en una futura compensación por los daños causados por la guerra. Los líderes reiteraron también su firme apoyo a la adhesión de Ucrania al club comunitario.

Los problemas del plan europeo

Sin embargo, el contexto negociador revela profundas tensiones que ponen en cuestión su viabilidad. Trump ha intensificado la presión sobre Zelenski para que acepte concesiones territoriales, en particular en la región de Donetsk. Kiev se ha negado hasta ahora a ceder formalmente este territorio, considerándolo una línea roja política y simbólica.

Para Moscú, sin embargo, Donetsk constituye un objetivo mínimo e irrenunciable que permitiría al Kremlin declarar una victoria estratégica, especialmente dado que Rusia confía en poder hacerse con el control completo de la región mediante la fuerza militar, si el conflicto se prolonga.

Este punto se ha convertido en uno de los principales focos de fricción en las negociaciones. Desde la perspectiva rusa, no existe un incentivo claro para renunciar a un objetivo que considera alcanzable militarmente, mientras que el plan europeo no ofrece contrapartidas sustantivas que compensen una eventual retirada o congelación del conflicto en términos desfavorables para Moscú.

Al mismo tiempo, el enfoque de Washington plantea más dudas. Aunque Trump ha mostrado un claro interés en cerrar el conflicto, incluso a costa de una Ucrania debilitada, resulta poco creíble que Estados Unidos esté dispuesto a invertir de forma sostenida recursos, atención política y capital estratégico en la implementación y el mantenimiento a largo plazo de un alto el fuego o de un acuerdo de paz en Ucrania.

Esta percepción debilita la credibilidad de las garantías de seguridad propuestas y refuerza el escepticismo ruso sobre la solidez del compromiso occidental. Asimismo, pese a su ambición, el plan europeo suscita enormes dudas sobre su viabilidad política y estratégica.

La propuesta apenas incorpora concesiones visibles a Rusia, pese a la realidad del campo de batalla y a los objetivos estratégicos declarados por Moscú. Elementos como el despliegue de fuerzas occidentales en Ucrania, garantías de seguridad de facto similares al artículo 5 de la OTAN o el mantenimiento de un ejército ucraniano de gran tamaño son previsiblemente inaceptables para el Kremlin.

También se plantean dudas sobre la credibilidad de las garantías ofrecidas. Tras casi cuatro años de guerra, ha quedado patente que los países de la Alianza Atlántica no están dispuestos a entrar en un conflicto directo con Rusia por Ucrania.

Si la defensa de una Ucrania soberana no constituye un interés nacional fundamental para las potencias occidentales, resulta cuestionable que Moscú perciba estas garantías como creíbles y no como un ejercicio de disuasión poco convincente.

El tamaño propuesto para las Fuerzas Armadas ucranianas genera escepticismo. Kiev difícilmente podría sostener, en un escenario de paz, un contingente de 800.000 efectivos, especialmente cuando incluso en plena guerra el mantenimiento de una fuerza de esa magnitud supone enormes costes humanos y financieros. Y, en el caso de lograrlo, desde la perspectiva rusa, una Ucrania fuertemente armada sería percibida como una amenaza directa.

Tampoco es la primera vez que se plantea el despliegue de tropas europeas sobre el terreno, una iniciativa que hasta ahora ha chocado con una multitud de limitaciones operativas, la falta de capacidades sin el apoyo directo de Estados Unidos y el riesgo evidente de una escalada militar con Rusia.

En este contexto, la iniciativa europea parece responder tanto a una lógica diplomática como política. Una de sus apuestas implícitas es que un eventual rechazo ruso permita a Trump atribuir el fracaso de las negociaciones a Moscú y reactivar la presión sobre el Kremlin mediante sanciones adicionales o un mayor respaldo a Ucrania.

No obstante, hasta ahora, el esfuerzo financiero y militar ha recaído en gran medida sobre los países europeos, que continúan comprando armamento estadounidense para Kiev.

El resultado es un plan ambicioso en lo declarativo, pero lleno de interrogantes en cuanto a su ejecución. Más que un compromiso equilibrado entre las partes, se presenta como un gesto político de alto perfil cuyo éxito dependerá no solo de la reacción rusa, sino también de la disposición real de Europa y Estados Unidos a asumir los costes que implicaría convertirlo en una paz duradera.


"La realidad no ha desaparecido, se ha convertido en un reflejo"

Jianwei Xun
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