Empezó el encuentro con la solvencia que había demostrado durante todo el torneo, fiable en el saque, todo un incordio con su revés y demoledor con el drive. Parecía que la semifinal olímpica sería otro paseo para Novak Djokovic, que no había perdido un solo set en Tokio, acostumbrado a descontar los rivales desde hace ya demasiado tiempo, número uno del mundo y conquistador de 20 grandes, también de los tres últimos: Australia, Roland Garros y Wimbledon. 6-3 en el primer set y la sonrisa de oreja a oreja. Pero todo se le nubló de repente… Y ya no volvió a recuperar su tenis, sobrepasado por el alemán Alexander Zverev, que sí exhibió su mejor versión. Y con eso le alcanzó para pisar la final de los Juegos frente al ruso Káren Khachanov, que se impuso a Pablo Carreño en la otra semifinal.
Como si se le apoderase la desidia, como si pensara que ya lo tenía todo hecho, Djokovic perdió un servicio en blanco en el segundo set y se le cruzaron los cables de mala manera porque acumuló ocho juegos consecutivos sin ganar. No lograba comprender su bajón, tampoco cómo Zverev le movía de lado a lado de la pista. Pero es que al alemán le salía todo: saques afilados, derechazos imposibles y, sobre todo, inconmensurable en la red tanto en las voleas como en el smash, incapaz Nole de superarle con los globos. Demasiado para un Djokovic desconocido, que logró salvar un servicio en el último set para tirar por la borda el resto de juegos, siempre intentando acabar los puntos por la vía rápida antes que buscar el peloteo y las flaquezas del rival. Por lo que Zverev se llevó las dos siguientes mangas (6-3 y 6-1) y también el derecho a luchar por la medalla de oro.
En el último escenario se encontrará con Káren Kachanov, que abrasó al español Pablo Carreño, incapaz de responder a los obuses por servicios que tiraba el ruso. Por lo que la derrota de Djokovic le priva del oro (o la plata a Serbia) y pone en jaque a Carreño, que se las tendrá que ver con el mejor jugador del mundo en la actualidad en la lucha por el bronce.