América Latina: inflación se dispara por la política, el clima y las ayudas al consumo
En el último año, encima del incremento en el desempleo y la pobreza, los latinoamericanos han ido pagando cada vez más por comida y algunos servicios. La inflación ha pegado de manera gradual y, en momentos, de golpe, como un nuevo impuesto que no requirió aprobación legislativa. El rebote de la economía mundial y las interrupciones en las cadenas de suministro son, en parte, culpables, pero existen también factores endógenos en algunos países que han contribuido: la incertidumbre política, las condiciones climatológicas y un alza extraordinaria en el consumo.
Miles de peruanos cuidan cada gota de aceite para cocinar ahora que el precio ha subido más de 100%. En Brasil, la electricidad se ha vuelto más cara. En México, el incremento en el combustible más utilizado en los hogares, el gas LP, llevó al Gobierno Federal a aplicar precios máximos y crear, además, una empresa distribuidora del Estado. En Colombia, lo caro que se ha vuelto el chocoramo, una popular golosina, se ha vuelto tendencia en redes. Es un trago amargo, pero expertos ven que la aceleración de precios más fuerte ya pasó y lo que viene será una estabilización.
“Lo que hemos visto en los últimos meses es una confluencia de factores”, dice William Jackson, economista jefe para mercados emergentes de Capital Economics, en Londres. En, por lo menos, México, Brasil, Colombia, Chile y Perú la inflación ha superado los rangos meta de sus bancos centrales, que rondan entre 2% y 4%. “Es muy probable que el mayor incremento en precios ya haya ocurrido. Las tasas de inflación deben comenzar a bajar en lo que resta del año en la mayoría de los países en Latinoamérica, a pesar de que todavía persisten ciertos riesgos, como los eventos climatológicos y la debilidad de las monedas”, agrega el experto.
Rebote global
La recuperación de las economías avanzadas llevó a un incremento en los precios del petróleo, por lo que sus combustibles derivados, como la gasolina, también aumentaron. El costo de los combustibles como fuente de energía tiene un efecto dominó, que impacta muchos otros bienes de consumo y servicios, entre ellos el transporte. Autoridades en Ecuador, Brasil, República Dominicana y Chile, por ejemplo, han incluido el transporte como uno de los rubros que han visto mayores incrementos este verano.
En México, la Secretaría de Energía emitió el mes pasado una “directriz de emergencia” forzando al regulador del sector a imponer tarifas máximas en el precio del gas LP, el cual utilizan el 80% de los hogares mexicanos. En respuesta a esto, el gremio de empresas proveedoras y distribuidoras de gas se declararon brevemente en huelga. Mientras tanto, el Gobierno mexicano creó, en un mes, una empresa distribuidora propia, Gas Bienestar, la cual entra en operación este viernes.
Al mismo tiempo, los confinamientos intermitentes que se han visto en todo el mundo, sobre todo en Asia, han interrumpido las cadenas de suministro de muchos productos que se exportan a la región latinoamericana. En todo el mundo, explica Jackson, el confinamiento y los empleos que ahora se hacen desde casa ha impulsado la demanda de bienes de consumo y electrodomésticos, agregando a la mezcla una alza en la demanda de cosas cuyo suministro ya estaba cayendo. Esto los hace más costosos. “Conforme los países Latinoamericanos han ido reabriendo sus economías, hemos visto, además, un incremento en el turismo local, por lo que los hoteles y las aerolíneas subieron sus precios”, dice Jackson.
Clima
Brasil y México han vivido sequías este año, afectando la agricultura y la ganadería y, por lo tanto, el precio de los alimentos. Brasil depende en gran parte de energía hidroeléctrica y, debido a los bajos niveles de las represas, ha tenido que importar generación eléctrica. Solo durante el mes de julio, la electricidad subió 8% en ese país, lo cual impacta el precio de muchos bienes. En los últimos 12 meses, el precio de la carne ha incrementado, en algunas partes del país, hasta 38%. “Con el cambio climático, los eventos más extremos se van a volver cada vez más comunes, de acuerdo con el último reporte de IPCC”, dice Jackson, “mientras las condiciones variarán, en general, estos saltos en el costo de los alimentos se volverán más comunes”.
Incertidumbre política
Perú es, quizás, el país que más rápido ha visto el precio de sus alimentos y bebidas subir en los últimos meses. La llegada a la presidencia de Pedro Castillo, candidato de izquierda radical, ha generado una fuerte desconfianza y salida de capitales, por lo que el sol peruano se ha depreciado contra el dólar. Esto ha empeorado la inflación en Perú, ya que muchas materias primas y productos que tienen que ser importados ahora salen mucho más caro. La situación es tal que la La Asociación Peruana de Consumidores y Usuarios (ASPEC) ha pedido al público que no compre productos que repentinamente subieron de precio para “castigar a especuladores” que, aprovechando la inestabilidad, suben sus precios sin tener una razón de fondo.
“La coyuntura política crea incertidumbre, el dólar subió, esto crea efectos en la Bolsa de valores, algunos productores dicen que los insumos suben”, dijo Crisólogo Cáceres, presidente de la ASPEC, de acuerdo a un comunicado. “En el Perú, en el sector de alimentos hay oligopolios que se ponen de acuerdo entre ellos para subir el pollo, oxígeno, papel, balón de gas o medicamentos”.
En Colombia, una propuesta de reforma fiscal que hubiera incrementado la base tributaria al incluir a la clase media, impactando directamente los bolsillos de millones de ciudadanos, detonó violentas protestas que duraron meses. Las manifestaciones causaron interrupciones en la distribución y producción de algunos bienes, lo cual también contribuyó a la inflación en ese país, explicó Jackson.
‘Turbo’ consumo
Mientras en Perú piden al público consumir estratégicamente, en Chile la política económica ha llevado a un incremento en el consumo tan alto que impulsó la inflación. “Con la excepción de México, las economías en América Latina están ahora mismo en el punto de reapertura y en Chile esto está pasando de una manera muy fuerte”, apunta Jackson. De acuerdo con datos la Universidad Central, los tres retiros del 10% de los fondos de pensiones que el Gobierno permitió durante los confinamientos para que los chilenos pudieran contrarrestar el desempleo y la falta de ingresos, movilizó 50.000 millones de dólares. “Lo que estamos viendo es que, además de que es un país en donde hubo un mayor apoyo en transferencias por parte del Gobierno, el dinero que se retiró de las pensiones llevó a una especia de turbo-consumo”.
En un reporte, el profesor y director de la carrera de ingeniería comercial de la Universidad Central Juan Rojas sentenció: “Inyectar esta cantidad de dinero al consumo genera indudables cambios en la economía chilena. El proceso sostenido de mayor dinero circulante disponible también implica un alza en el nivel de precios al consumidor que hace caer el valor del dinero y provoca inflación, que este año cerraría cerca del 4%”.