El lento desangre de Siria

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La guerra civil ha llegado al corazón de Damasco, dejando decenas de miles de muertos entre civiles, rebeldes y militares afines al régimen. La situación empeora cada día. Comandos suicidas han causado la muerte del Ministro de Defensa y de otros altos oficiales, en lo que podría interpretarse como una ofensiva final o la puesta en marcha del contra reloj en la previsible caída de un sistema que ha gobernado Siria por cerca a 50 años.

La violencia pone de manifiesto que Al Assad está en una encrucijada y que su gobierno está más débil que nunca. Sin embargo, la oposición en armas – apoyada por varios gobiernos occidentales – tampoco puede lograr una victoria militar sobre el terreno después de más de un año y medio de combates y actos de terrorismo sangrientos. La capacidad militar de ambos bandos hace prever que las luchas podrían extenderse por mayor tiempo, lo que conllevaría aún más sangre y tristeza.

Ante ese escenario, empieza a plantearse la posibilidad que Siria se divida en dos entidades, de acuerdo a las distintas confesiones, tal como ocurrió en 1922, cuando se conformó un territorio autónomo alawí, que en 1924 se convirtió en Estado y en 1930 se denominó Gobierno autónomo de Latakia. En 1936 se incorporo a Siria.

La hipótesis de retornar a un Estado Alawita crece, en la medida que el Presidente Al Assad pertenece a esta comunidad, que conjuntamente los cristianos representan el 10% de la población. De acuerdo a estas suposiciones, el resto del país quedaría en manos sunitas.

De hecho esa división se ha ido dando en los hechos con desplazamientos de población en los últimos meses. El gobierno ya había iniciado una especie de limpieza étnica de sunitas en las zonas montañosas noroccidental.

Esta posibilidad de partición de Siria es resistida por la oposición. Estados Unidos y Europa, así como por la mayoría del Medio Oriente tampoco la favorecen. Sin embargo, Rusia no parece estar en contra, pues la base naval rusa en Tartus se encontraría en territorio alawita.

Vladimir Putin,  sucesor de Yeltsin y Gorbachov, se considera el freno del proceso destructivo de la URSS. Después de haber aceptado la demolición de Yugoslavia y Serbia, Rusia dijo no a la revolución naranja de Ucrania, la invasión de Georgia por la OTAN en 2008 y la entrega de Chechenia a los musulmanes aliados de Occidente. Después de haber soportado la masacre de Libia, Rusia ha dicho no a la invasión de Siria. Con los misiles de Estados Unidos en sus narices, quiere mantener el espacio de influencia que viene desde los zares y el comunismo.

En la lucha por el poder en Siria, los musulmanes sunitas son la mayoría, pero también hay drusos, ismailíes y griegos ortodoxos, así como grupos nacionales distintos: turcos, árabes, persas y kurdos. Diferentes comunidades religiosas, forma tribal de organización, diferentes identidades locales y regionales.

En los albores del siglo XX, los colonialistas franceses alentaron las particularidades religiosas para prevenir el nacionalismo árabe. Reclutaron sus Tropas Especiales del Levante entre los alawis, drusos, kurdos y circasianos y despertaron el resentimiento de la mayoría sunita de la que desconfiaban.

El Partido del Renacimiento Árabe Socialista Bath, al que pertenece el Presidente Al Assad, fue fundado en 1940 con base rural dirigida por jóvenes de clase media y las ideas europeas de la época. El Bath propiciaba un islamismo secular y un sistema socialista.

Al declararse la independencia en 1946, Siria era un Estado sin ser una nación. Otra vez fue organizada la fuerza armada teniendo como base las minorías étnicas y religiosas.

En 1963, los bathistas llegaron al poder por un golpe militar, pocos años después de la unificación con el Egipto de Gamal Abdel Nasser.

Múltiples asesinatos contra los líderes bathistas alawis fueron cometidos por Hermanos Musulmanes extremistas, que acusaban a los bathistas de infieles. Siria vivió bajo la amenaza de una guerra civil como la de Líbano entre musulmanes ortodoxos y seculares, nacionalistas árabes y alawis. Miles de militantes del Bath fueron armados para prevenir cualquier sublevación.

En junio de 1980 intentaron asesinar al presidente Hafiz Al Asad. Quinientos cincuenta hermanos musulmanes prisioneros fueron asesinados en sus celdas. La reacción fue la formación de un frente de oposición. La ciudad de Hama fue convertida por los fundamentalistas en un fortín. Entre cinco mil y veinticinco mil personas murieron en la recuperación de Hama durante febrero de 1982. Se dijo: mejor un mes de Hama que quince años de guerra civil como en Líbano.

Siria ganó diez años de paz pero quedaron huellas imborrables de sangre. En 1992 Bashar Al Asad sucedió como presidente a Hafiz Al Asad. El año pasado, los odios volvieron a estallar manipulados por Occidente.

Aymán al Zawahirí, líder de Al Qaeda, ha llamado al pueblo y los musulmanes a derrocar a Bashar Asad. Los medios israelíes aseguran que los Estados Unidos y sus aliados iniciaron el traslado de tropas y equipo militar al Medio Oriente. Diez mil soldados norteamericanos han llegado a Israel.

Los informes acerca de mercenarios que están en Siria alarmaron al Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia. Los periódicos israelíes, citando fuentes, informaron que unidades de Qatar y fuerzas especiales británicas se encuentran cerca a Homs asesorando a los rebeldes. El libreto de Libia ha empezado a cumplirse.

El periodico chino Zhenmin Zhibao, citando fuentes árabes, informó que Damasco ha pedido ayuda a Teherán. Según el experto orientalista ruso Vladímir Sazhin, el gobierno de Irán, por ser shiíta y enemigo de los sunís, es el único aliado de Siria en la región.

Si el régimen cae, será reemplazado por el fundamentalismo islámico, como sucedió en Túnez, Irak, Libia, Afganistán y Egipto. La primavera árabe es, en realidad, el invierno de los regímenes laicos o seculares y la apoteosis de las corrientes más conservadoras del Islam aliadas de facto por el momento con los Estados Unidos. Acabando con los regímenes laicos o seculares en el mundo del Islam en su obsesión por cercar a Rusia, China e Irán, los occidentales parecen estar impulsando un retorno a la Edad Media en el mundo árabe.

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