Tras el resultado electoral en Venezuela la tarea de los gobiernos populistas en la región se ha convertido en una dura advertencia.
La magra victoria de Nicolás Maduro, especialmente con toda la maquinaria del chavismo en favor de su candidatura, plantea interrogantes sobre el actual ciclo de populismo de izquierda en América Latina. El gobierno de Maduro tendrá una muy difícil tarea por delante, con 1.001 problemas estructurales que deja su mentor, Hugo Chávez. Muerto de este año, el presidente venezolano fue el gran inspirador de los gobiernos populistas en la región. Si ganaba, la oposición liderada por Henrique Capriles, también tendría que enfrentarlos, pero al menos tendría la condición de poder hablar de una “maldita herencia”.
En Argentina, la otra joya de la corona de los izquierdistas Latinoamericanos, el Gobierno de Cristina Kirchner languidece en casi todos los sectores. El boliviano Evo Morales, símbolo de la expansión del populismo de Chávez enfrenta una caída abrupta de su popularidad, luego de un periodo de encantamiento con las masas que duro al menos 5 años. En ese cuadro adverso el presidente Morales deberá encarar elecciones el próximo año con la estructura de su aparato visiblemente debilitada por las denuncias de haber generado todo tipo de vulneraciones al estado de derecho y suplantado la democracia a través de acciones que han puesto a su Gobierno en la mira de varias organizaciones internacionales por la sistemática violación a los derechos humanos.
Rafael Correa, presidente de Ecuador, es la excepción después de una cómoda reelección este año – pero se ve cada vez más como una especie de Lula para su país, pidiendo el libro de jugadas de la moderación y lejos de los arrebatos de “bolivarianismo”. Por supuesto, este análisis tiene la prueba del tiempo. De todos modos, parece muy difícil que el equipo Maduro, Kirchner y Morales tenga oxígeno para quedarse en el campo por mucho tiempo.
La difícil tarea
La estrecha victoria del candidato oficialista Nicolás Maduro, muy por debajo de las expectativas será uno de los grandes obstáculos de su administración, especialmente en relación con el difícil escenario de inflación de dos dígitos, la escasez de alimentos y un déficit que bordea el 15% del PIB.
Venezuela ha quedado más dividida que nunca. El 50,66% de los votos obtenidos por Maduro son inferiores al 54,42% logrado por Hugo Chávez en octubre, su menor porcentaje en las cuatro elecciones presidenciales. El resultado debilita aún más el frágil liderazgo del inseguro Maduro, quien cometió varias metidas de pata durante la campaña para tratar de emular a Chávez. Es probable que su Gobierno asuma un aire de camaradería, un formato que tiende a exponer las diferencias entre el ala civil, de la que forma parte el presidente electo y la corriente militar cuyo ícono principal es Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional.
La apretada elección también presiona al chavismo a cambiar el discurso maniqueo de los últimos 14 años. Ya no se puede llamar a la mitad del país y oligarca “pitiyankee”.
En el corto plazo, Maduro tendrá poco margen de cintura para hacer frente a los urgentes problemas económicos, como la sobrevaloración del tipo de cambio y gasolina que se vende por casi nada, sobre todo porque es impopular y no hay consenso dentro del propio esquema.
En la cosmogonía de Chávez, la “revolución bolivariana” comenzó en 1989, cuando por cinco días se desató una ola de protestas y saqueos que dejaron al menos 400 muertos en Caracas, una reacción contraría al paquete “neoliberal” del entonces presidente Carlos Andrés Pérez, en medio de una crisis la escasez y la inflación fuera de control. Las medidas incluyeron entonces el fin del control de cambio, un incremento de las tarifas del sector público y la reducción de subsidios. Sin embargo, el detonante fue el aumento del 30% de precio de la gasolina, que ya entonces tenía un precio muy por debajo de los que se paga en el mercado internacional.
Cualquier parecido con la Venezuela de hoy no es casual: Chávez protagonizó e incluso profundizó el problema cíclico del país, de un Estado rentista totalmente dependiente del petróleo y prometía solución para todos los problemas.
Pero ni Chávez, en el apogeo de su popularidad, tuvo el valor de hurgar el precio de la gasolina, cuyo subsidio consume casi el 10% del PIB nacional.
La tarea de reajustar los desequilibrios quedó para Maduro. Lograrla se que ha convertido en una tarea mucho más difícil desde el domingo 14 de abril (día de las elecciones). Así como prever que terminará su mandato de seis años.
Quién es Nicolás Maduro
Elegido por el propio líder bolivariano como su sucesor político, Maduro legitimó en las urnas la elección del fallecido mandatario. Con una exigua diferencia de casi 300 mil votos respecto a su contendiente, el líder del MUD, Henrique Capriles, el flamante mandatario es hoy la cara más visible del neochavismo.
Con 50 años, y un perfil que, a pesar de haber levantado desde diciembre a fuerza de discursos que rayan la sorpresa, no llega a desbordar de carisma como el de Chávez, el ex vicepresidente y canciller deberá llevar adelante la reformulación de un modelo personalísimo como el de la política venezolana de los últimos veinte años. Además, es uno de los promotores del posicionamiento venezolano en la industria petrolera, al punto de convertirse hoy en uno de los funcionarios más pro-cubano en el Gabinete bolivariano.
“Es la primera elección sin el Gigante, pero está su hijo”, exclamo, a pocos minutos de que el Consejo Nacional Electoral, confirmara su victoria.
El comienzo. Ex chofer del Metro de Caracas, Nicolás Maduro llegó a ser uno de los referentes de su sindicato. En los ’90, se sumó a las filas del Movimiento V República, partido que llevó a Hugo Chávez a ganar sus primeras elecciones presidenciales, en 1999. Luego, fue diputado y presidente de la AN. Según aseguran, fue su esposa, la procuradora general Cilia Flores quien lo presentó con los principales dirigentes chavistas. La mujer cuenta con una experiencia política mucho más extensa que la de Maduro: antes de llegar a la Procuraduría General, integró el equipo de profesionales que logró el sobreseimiento de Chávez en 1994, fue diputada, jefa de la bancada del PSUV en el Parlamento y presidenta de la Asamblea Nacional. Ante una esperada victoria, se especula con que Flores integre un tándem político con su esposo, algo con lo que Venezuela no está acostumbrada a convivir (el país no contaba con una primera dama desde 2002).
Como canciller, tuvo un activo rol en el abordaje de los repetidos conflictos entre Venezuela y Colombia por el resguardo de células de las FARC en territorio colombiano. En 2012, asumió la vicepresidencia ejecutiva del país. Desde ese cargo, acompañó a Chávez hasta diciembre de ese año, mes en que el fallecido presidente viajó a Cuba para operarse por cuarta vez del cáncer que sufría.
La mujer del doble comando en Venezuela
Hugo Chávez tuvo muchas mujeres, pero jamás alguna que lo acompañara como “doble comando” en su función política, al estilo de Cristina de Kirchner o de Nadine Humala. Muerto Chávez y con Maduro al frente de Venezuela la cosa se torna distinta en el poder. Desde hace décadas, la esposa del presidente Cilia Flores fue una de las dirigentes más cercanas a Chávez y más influyentes del PSUV. Maduro y Flores conforman un tándem indisociable y listo para compartir el liderazgo.
Podría decirse que Maduro le debe su carrera política a su mujer: si no hubiera sido por Flores, Maduro tal vez nunca habría conocido a Chávez. Especialista en Derecho Penal, aseguran que una de las primeras acciones de ella como abogada fue defender a los militares sublevados de febrero de 1992, liderados por el joven teniente coronel Chávez. Gracias a las gestiones de Flores, los insurrectos obtuvieron el indulto presidencial que les devolvió la libertad.
Por aquellos años, Flores presentó a Chávez y Maduro en la cárcel de Yare. Desde entonces, el destino de los tres fue inseparable. En 1997, la pareja acompañó a su líder en la fundación del Movimiento V República, que un año más tarde lo llevaría por primera vez a la presidencia. En los comicios de 2000, los dos fueron electos como diputados de la Asamblea Nacional.
A esa altura, ambos formaban parte del círculo íntimo de Chávez y estaban llamados a ocupar lugares de privilegio en el gobierno. Maduro fue presidente de la Asamblea entre 2005 y 2006, cuando heredó el cargo a su esposa. Cilia dirigió el Legislativo hasta 2011. En febrero de 2012, fue designada procuradora general de la República, y a ella obedecen todos los fiscales.
La carrera política de Cilia Flores no estuvo exenta de escándalos. Durante su paso por la Asamblea, se popularizó un chiste en los corrillos políticos que decía que la nómina del Legislativo parecía un jardín, porque estaba lleno de Flores. La oposición la acusó en repetidas ocasiones de nepotismo por haber facilitado el ingreso de familiares suyos a puestos estatales. Lejos de desmentirlo, Cilia respondió que se sentía “bien orgullosa” de ello.
En Venezuela también se dice que Flores tiene una mala relación con Diosdado Cabello, señalado como rival interno de Maduro en el chavismo. Crónicas periodísticas relatan que, en alguna oportunidad, ambos llegaron a cruzarse a los gritos y a acusarse mutuamente de corrupción.
Como procuradora general, Flores mantiene aceitados vínculos con el mundo judicial, cuya actuación puede resultar decisiva. Cilia acompañó a su marido en Cuba cuando se definió que Maduro sería el sucesor del comandante Chávez. su reciente viaje a Cuba y participó en el reseñado cónclave de dirigentes chavistas.
En las últimas semanas, Flores levantó su perfil a la par de su esposo. A pesar de momentos difíciles y alejamientos que atravesó el matrimonio, esperaron juntos el desenlace que los catapultó a la cima del poder.