Lampedusa, el paso entre dos mundos

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Foto: AFP

La pequeña isla del sur de Sicilia es el destino principal de la emigración clandestina hacia Italia

La pequeña y árida isla de Lampedusa, a 205 kilómetros al sur de Sicilia y a solo 113 de Túnez, es el último rincón italiano antes de la costa africana y, desde mediados de los años 90, el destino principal de la inmigración clandestina hacia Italia.

A sus apenas 20 kilómetros cuadrados en los que residen habitualmente unas 5.500 personas, llegaron en el último año hasta el 10 de agosto pasado 24.277 inmigrantes, según informó entonces el ministro italiano de Interior, Angelino Alfaro. Los más afortunados, porque según un último informe de la fundación Fortress Europe, desde 1990 hasta principios de año han muerto 8.000 personas al cruzar el Canal de Sicilia a las que se suman el centenar de víctimas del enésimo naufragio de hoy frente a las costas de Lampedusa.

Solo en 2011 cerca de 60.000 personas emprendieron la travesía huyendo del conflicto en Libia. Más de 2.700 no lo consiguieron, según Fortress Europe.

Fue el año más dramático, pero el goteo incesante de inmigrantes no ha cesado desde entonces. En la última barcaza naufragada viajaban unas 500 personas procedentes de Eritrea y Somalia que habían salido de las costas de Libia, pero esa misma noche había llegado a la isla otra embarcación con 463 indocumentados a bordo. El centro de acogida de la isla alberga actualmente a unas 1.350 personas, cuando su capacidad es de 700.

El pasado 30 de septiembre fallecieron otros trece inmigrantes. Los traficantes les obligaron a saltar de la barcaza en la que viajaban a pesar de que no sabían nadar. El 10 de agosto, otros seis inmigrantes, entre ellos un menor, murieron al intentar alcanzar a nado la costa de Sicilia tras haber encallado el pesquero en el que viajaban junto a un centenar de inmigrantes procedentes de Siria y Egipto.

«No hay día ni noche en calma en Lampedusa», relataba el corresponsal de ABC Ángel Gómez Fuentes desde la isla. La constante vigilancia de la Guardia Costera ha salvado a miles de inmigrantes en los últimos años. «Quien está en dificultad debe ser ayudado. Nos lo dice la ley del mar y la del corazón», señalaba en 2011 el comandante Alessandro.

Los lampedusanos han socorrido a miles de subsaharianos en los últimos años y han enterrado en su pequeño cementerio de Cala Pisana a decenas de ellos bajo un manto de cal blanca sin nombre, ni nacionalidad. El ayuntamiento coloca una simple foto del mar en el que perdieron la vida y escribe su supuesta edad, si eran hombres, mujeres o niños, su origen africano y la fecha en la que su cuerpo fue encontrado.

En su primer viaje, el Papa Francisco se desplazó en julio a Lampedusa para denunciar la «indiferencia global» ante la muerte de miles de inmigrantes africanos y «despertar nuestras conciencias para que lo sucedido no se repita». Hoy ha vuelto a recordar con gran dolor a las numerosas víctimas del último naufragio y a pedir que se unan esfuerzos para evitar futuras tragedias. «Sólo una decidida colaboración de todos puede ayudar a prevenirlas», ha añadido.

La alcaldesa de la isla denuncia desde hace meses la «dejadez» de las instituciones europeas ante estos dramas. «Lo que pasa en Lampedusa es un horror continuo», repite Giusy Nicolini, que no deja de clamar al resto de Europa: «Basta. ¿A qué esperamos?»