El periodista Camus

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La semana pasada se cumplieron cien años del nacimiento de Albert Camus. Si recordamos su vida impresiona pensar en el enorme legado que nos dejó a pesar de morir trágicamente en accidente de automóvil a los 46 años y de haber nacido en una familia argelina humilde, con un padre del que no tenía recuerdo porque había muerto en el frente durante la Primera Guerra Mundial y una madre que apenas sabía leer. Además, desde joven padeció de tuberculosis y, a pesar de ello, las fotografías nos lo suelen mostrar a menudo con un cigarrillo entre los labios y aires de Humphrey Bogart.

Nada, pues, ni su origen familiar y social, ni su frágil salud, hacían presagiar que el joven Albert Camus sería lo que en tan breve tiempo llegó a ser. Si la vida fuera una lotería tenía todos los números para no salir de un gris anonimato. Afortunadamente, la vida no es una lotería y la voluntad unida a una inteligencia despierta permite sobreponerse a las más desfavorables circunstancias.

Camus fue, pues, un hombre hecho a sí mismo, tal como se comprueba en el relato de sus años de juventud descritos en sus dos biografías más conocidas, la de Herbert Lottman y la de Olivier Todd. Allí se nos presenta un Camus devorado por el ansia de conocer, estudioso incesante y esforzado, perplejo al observar las contradicciones del ambiente en el que vivía, dispuesto siempre a divertirse alegremente con amigos y amigas de escuela y universidad. En definitiva, un Camus humanamente cautivador.

Si Camus ha sido un escritor popular, premio Nobel de Literatura a la edad de 43 años, es debido a sus novelas, ensayos y obras de teatro. Obras como El extranjero o La peste, El mito de Sísifo o El hombre rebelde, Calígula o La caída, forman parte, cada una en su género y en distinta medida, de los textos clave para entender la literatura y el pensamiento del siglo XX. Además, hay otras piezas menores – Cartas a un amigo alemán, Bodas o el discurso de recepción del Nobel- que muestran también su enorme vigor literario y su altura moral. Pero apenas se ha leído al Camus periodista, profesión que ejerció intensamente en tres periodos de su vida.

Primero, siendo muy joven, justo antes de la Segunda Guerra Mundial, en Alger Republicain, notable diario dirigido por Pascal Pia, donde ejerció todo tipo de tareas periodísticas que ya tuvieron fuerte repercusión en la opinión pública local, así sus críticas a procesos judiciales y su crudo reportaje por la Cabilia, una región pobre de la Argelia profunda. Más conocida es su etapa como redactor jefe del célebre Combat, también dirigido por Pia, a finales de la guerra y en la inmediata posguerra, un muy buen diario que pretendía reflejar la Francia de la resistencia y que, desgraciadamente, duró poco tiempo. Ahí el papel de Camus fue fundamental como editorialista e ideólogo. Por último, en 1955 colaboró intensamente durante unos meses en L’Express, defendiendo las posiciones y las ideas de aquel gran político malogrado que fue Mèndes France. Jean Daniel, en su libro Camus A contracorriente, da cuenta de la actividad periodística de su amigo Camus.

Artículos y reportajes del Camus periodista se recogen en los cinco volúmenes de sus Obras, publicadas en castellano por Alianza en 1996. Ahí podemos encontrar algunas de sus piezas periodísticas y es de especial interés, incluso de actualidad, leer tres artículos agrupados bajo el nombre de “Periodismo crítico” publicados en Combat en 1944, ya que constituyen una reflexión sobre el oficio de periodista, ese “historiador del día a día”, tal como le llamó Camus. Años antes, ya había señalado como características del buen periodista la lucidez, la desobediencia, la ironía y la obstinación.

La “información crítica” exige, según Camus, la selección, verificación y el comentario de los hechos. Con ello se puede alcanzar la imprescindible objetividad, la cual requiere un esfuerzo de exactitud, contrastar puntos de vista de unos y otros, además de saber expresar la complejidad del asunto sobre el que se trata. En este proceso, es necesario separar la información de la opinión, que el lector sepa cuál es una y cuál es otra. Y todo ello reflejado en un estilo periodístico que debe ser sobrio, preocupado por la claridad descriptiva de los hechos y de la argumentación, alejado de todo pretencioso barroquismo.

Camus apela también a la responsabilidad del periodista: “Nuestra responsabilidad ante nosotros mismos y ante el país es total (…) La tarea de cada uno de nosotros es pensar bien lo que nos proponemos decir, moldear poco a poco el espíritu de nuestro periódico, escribir cuidadosamente, y no perder jamás de vista esta inmensa necesidad que tenemos de volver a dar a un país su voz más íntima. Si logramos que esa voz sea la de la energía y no la del odio; la de la altiva objetividad y no la de la retórica; la de la humanidad y no la de la mediocridad, se salvarán muchas cosas y nosotros no nos sentiremos defraudados”.

Unas palabras que deberían conocer los actuales estudiantes de periodismo.

Francesc de Carreras, juristas y articulista español

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