Escuela de modelaje y liderazgo para cholitas

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La Paz, 6 mar (EFE).- La evolución social de la “cholita”, la mujer indígena aymara boliviana que viste a la manera tradicional, continúa imparable como atestigua la apertura en La Paz de la primera escuela de modelaje para este colectivo femenino.

Se trata de una iniciativa impulsada por Rosario Aguilar, quien fuera una de las primeras cholitas en ocupar un cargo político en Bolivia y que desde hace casi una década también promueve anualmente un desfile de moda para estas mujeres.

“El modelaje (para las cholas) no es el mismo que el de una señorita de vestido”, explicó Rosario Aguilar a Efe, en referencia a las diferencias de las características en la vestimenta.

El atavío de la cholita consiste en una pesada falda de vuelo (pollera) por encima del tobillo, blusa, mantón y enagua, unas prendas tradicionales que sin embargo no escapan a las modas.

La vestimenta se completa con un bombín que se sujeta sobre la cabeza en equilibrio y sin ayuda de horquillas, y con adornos con los que recogen las dos largas trenzas, también características de las indígenas aymaras.

En la escuela, además del modelaje, se impartirán cursos sobre liderazgo, cultura, protocolo y desenvolvimiento en los medios de comunicación.

La idea surgió, indicó Aguilar, tras ver cómo desfilaban jóvenes cholitas en una agencia de modelaje.

Estas chicas, según la promotora de la nueva escuela, se movían sobre la pasarela de una forma “occidental” que no hacía justicia a la vestimenta tradicional de las cholitas, que demanda otro tipo de movimientos para ser lucida en todo su esplendor.

Para la promotora, la cholita modelo “es más coqueta, tiene que tener más movimiento brusco pero combinado con la sonrisa y la picardía, la postura erguida y una pose de orgullo”.

Sobre el desempeño en la pasarela, Aguilar explicó que los movimientos en el modelaje de “cholitas” dependen totalmente de la parte específica del atuendo que se quiera exhibir.

Así, los brazos se utilizan de una manera diferente cuando lo que se modela es la pollera que cuando se muestra el mantón, porque éste requiere que las extremidades vayan extendidas para enseñar todos sus detalles.

Una “cholita” en la pasarela, indicó Aguilar, debe caminar de forma coqueta, “los movimientos un poquito más bruscos porque al girar se tiene que ver además de la pollera, la enagua, y al mismo tiempo el zapato”.

En la escuela de modelaje las jóvenes practican movimientos como el “giro a media luna, giro completo o los cruces” para lucir la indumentaria, refirió la directora de la escuela.

A diferencia de lo que ocurre en la moda tradicional, las tendencias en la indumentaria de las “cholitas” no se rigen por las estaciones.

“Todo el tiempo podemos usar colores vivos, colores sobrios, telas delgadas, telas de lycra”, precisó Aguilar.

La moda occidental, además, no influye en la de las cholitas porque según Aguilar “tergiversaría, cambiaría la estética y la vestimenta de la mujer de pollera”.

Sin embargo, las tendencias sí van variando cada temporada e incluso experimentan “revival”, como ha ocurrido con las enaguas multicolores.

Esta prenda tradicional, tan popular en el pasado, vuelve a llevarse ahora y se coloca de forma que asome por el bajo de la pollera para que así se puedan apreciar los finos encajes que la adornan.

“Se ha rescatado lo de antaño”, destacó la directora, quien mencionó el regreso de las carteras.

Otro cambio destacado es la combinación de colores: “antes era el blanco y celeste, ahora se piensa en el naranja con verde”.

De las mantas o mantones bordados, se ha pasado a modelos profusamente decorados con lentejuelas, mostacillas, perlados, bordados con cintas y punto de macramé que en su diseño plasma figuras.

El clásico bombín borsalino con el que se tocan las cholitas es el sombrero más buscado, con un precio de hasta 500 dólares (360,9 euros) y que sobre todo se usa en colores plomo, negro, café y beige.

Aguilar también resaltó la importancia de las joyas para “la mujer de pollera”.

Cuando las cholitas quieren lucir sus mejores joyas, visten enteramente de negro para que resalten la plata y oro de las alhajas, que son mucho más grandes -y por tanto, más valiosas- que la joyería a la occidental.

No podía faltar una mención al aguayo, el colorido tejido característico de los Andes que las cholitas utilizan como abrigo o adorno, pero sobre todo para cargar a sus bebés y transportar bultos sobre su espalda.

La chola paceña fue declarada en 2013 “patrimonio cultural intangible” de la ciudad de La Paz por ser, a juicio del historiador Antonio Paredes, “la identidad del pueblo paceño” y “heredera del mestizaje”.