La derecha aventaja en primera vuelta en Francia
Resultados históricos del Frente Nacional. Abstención récord, rozando el 40%. Severo voto de castigo a François Hollande y a los socialistas. Y victoria global, sin grandes conquistas, del centro-derecha. Esos son los principales mensajes que deja la primera vuelta de las elecciones municipales francesas celebradas este domingo. El hartazgo del electorado con el Ejecutivo socialista y la desafección con el sistema político se manifestaron desde los primeros resultados. El paso de las horas dibujó un castigo a los socialistas más duro de lo previsto por los sondeos, con hundimiento en Marsella e inesperada derrota parcial en París, y un nítido avance del Frente Nacional (FN), que sitúa a sus candidatos en cabeza en una decena de ciudades -Perpiñán, Aviñón, Forbach, Béziers, Fréjus-, y sobre todo en Hénin-Beaumont, el feudo de su líder, Marine Le Pen, donde el FN ganó la alcaldía en el primer turno al superar el 50% de los votos.
El renovado mensaje populista y antisistema de Le Pen, que en las últimas presidenciales ya logró el 18% de los sufragios, sigue convenciendo a un número cada vez mayor de franceses; además de alcanzar porcentajes inéditos en docenas de ciudades grandes y medianas, la extrema derecha logra forzar numerosas batallas triangulares con el Partido Socialista (PS) y la Unión por un Movimiento Popular (UMP) en el segundo turno, obligando así a los grandes partidos a decidir si llaman o no a votar por su rival para frenar a la extrema derecha, que en las municipales de 2008 no había logrado una sola alcaldía.
El líder de la UMP, Jean-François Copé, que reivindicó la victoria de los suyos, se refugió en la táctica conocida como “ni-ni”, y dijo que su partido “no pedirá jamás el voto para los socialistas y tampoco para la extrema derecha”. Por su parte, la portavoz del Gobierno socialista, Najat Vallaud-Belkacem, anunció que el PS “hará cuanto sea necesario” para impedir que la ultraderecha conquiste ciudades dentro de siete días.
Marine Le Pen no tardó en salir a escena para certificar “el fin del bipartidismo francés”, y afirmar que el resultado parcial muestra un “espectacular crecimiento del Frente Nacional, que se convierte en una gran fuerza autónoma, no solo nacional sino también local”.
El FN presentaba solo 597 listas electorales; siendo la cifra más alta alcanzada en unas municipales en los 42 años de vida del partido, solo cubren un tercio del censo total. Así y todo, su formación alcanza un 7% de los votos nacionales. Unos 44,8 millones de electores estaban llamados a elegir a los alcaldes y concejales de los 36.700 municipios del país. Le Pen había previsto conquistar alcaldías en una quincena de ciudades pequeñas y medianas, y un millar de concejalías. La victoria en la primera vuelta de su candidato en Hénin-Beaumont, en plena cuenca minera del norte, es un símbolo de gran pujanza política.
La segunda noticia más llamativa fue la elevada tasa de abstención, que subió hasta el 39,5%. La participación estimada apenas superó el 60%, de largo el dato más bajo de los últimos 40 años en un primer turno de unas municipales. Hace seis años, la participación se situó en el 66,5%. Aunque los comicios locales son los más populares tras las presidenciales, la escasa movilización, sobre todo de los electores de izquierda, se convirtió en un factor decisivo. Martine Aubry, alcaldesa de Lille, simbolizó la caída del PS al perder 10 puntos respecto a seis años atrás, aunque logra el 35% de los votos.
Según las estimaciones, los socialistas reciben un duro golpe en París, donde la favorita, la franco-española Anne Hidalgo, solo lograría ser segunda por detrás la candidata de la UMP, Nathalie Kosciusko-Morizet. La segunda ciudad del país, Marsella, es la gran catástrofe socialista: el PS aspiraba a desbancar al candidato de la derecha pero llega en tercer lugar con un 20%, tras la UMP (40%) y el FN (22%).
La victoria parcial y global de los conservadores ofrece una lectura en clave nacional: se trata de un evidente revés político para François Hollande, que tras pasar 22 meses en el Elíseo es el presidente más impopular de la V República. La última torpeza cometida por su Gobierno, al negar primero y admitir después que estaba al corriente de las escuchas judiciales realizadas a Nicolas Sarkozy, ha sido el colofón a dos años de desconcierto, errores y vaivenes. En enero, Hollande abandonó el discurso y la estrategia que le llevaron a ganar las presidenciales y abrazó sin rubor las recetas neoliberales ofreciendo un pacto por el empleo a la patronal y un recorte del gasto público de 50.000 millones en tres años.
El centro-derecha no llegaba a la cita en una situación especialmente boyante, pues la UMP está dividida, sin líder claro y asediada por la impresionante sucesión de escándalos conocida en las últimas semanas: presunto desvío de fondos del presidente del partido, Copé; grabaciones piratas del asesor áulico Patrick Buisson a Nicolas Sarkozy mientras este estaba en el Elíseo, y escuchas judiciales al exjefe del Estado, implicado en seis casos de corrupción.
Una de las incógnitas es saber si la furibunda carta publicada el jueves por Sarkozy en Le Figaro, en la que comparaba al poder socialista y a los jueces con la Stasi y acentuaba su deriva berlusconiana, ha galvanizado el voto de los electores conservadores.
Los socialistas confiaban anoche en salvar los muebles manteniendo París, Nantes, Lille, Estrasburgo y Toulouse, aunque en estas últimas ciudades el vuelco parece más que posible. El segundo gran triunfador personal fue Alain Juppé, aspirante a disputar las primarias de la UMP a Sarkozy en 2017 y que fue reelegido en el primer turno como alcalde Burdeos con el 60% de los votos.