El debate sobre el desacoplamiento del Sur
Antes del estallido de la crisis global, los países en desarrollo experimentaron un crecimiento excepcional del PBI, frente al relativamente débil de las economías avanzadas. Esto, que fue interpretado como un desacoplamiento del Sur respecto del Norte incluso por el FMI, se debería a la aplicación de políticas nacionales adecuadas y a su adaptación para neutralizar los efectos derivados de la situación en el Norte.
Antes del estallido de la crisis, los países en desarrollo experimentaron un crecimiento excepcional del PBI con un promedio sin precedentes del 7.5 por ciento anual entre 2000 y 2008, mientras que en las economías avanzadas el crecimiento se mantuvo relativamente débil. Por lo general, esto fue interpretado como un desacoplamiento del Sur con respecto al Norte, incluso por el FMI.
Es de suponer que el desacoplamiento, en este sentido, no implica que el Sur se haya independizado económicamente del Norte, ya que esta afirmación resultaría exagerada dada la mayor integración mundial de los países en desarrollo. Significaría, en cambio, que los países en desarrollo han aumentado su capacidad de mantener el crecimiento, independientemente de las posiciones cíclicas de las economías avanzadas, al aplicar políticas nacionales adecuadas y al adaptarlas de modo a que puedan neutralizar los efectos derivados de la situación en el Norte.
Con respecto a una interrogante más fundamental, de si hubo un alza en el crecimiento tendencial (o potencial) de los países en desarrollo con respecto a las economías desarrolladas, se concluyó que la aceleración del crecimiento de los países en desarrollo registrada en el periodo anterior a la crisis no fue el resultado de una mejora de las variables fundamentales de la economía, sino de unas condiciones económicas mundiales excepcionalmente favorables pero insostenibles, entre las que se puede citar el incremento de las exportaciones hacia las economías desarrolladas, el auge de las corrientes de capital, de las remesas y de los precios de los productos básicos (consecuencia en gran medida de las burbujas inmobiliarias y de consumo en Estados Unidos y Europa), el aumento rápido de la liquidez internacional y las tasas de interés históricamente bajas.
En los primeros meses de la crisis, las previsiones indicaban que los países en desarrollo se desacoplarían una vez más de las dificultadas que enfrentaban las economías avanzadas. El FMI subestimó no solo la magnitud de la crisis, sino también las repercusiones que ésta tendría sobre los países en desarrollo, al afirmar que la dependencia del Sur respecto del Norte en términos de crecimiento se había reducido significativamente. (FMI, Perspectivas de la economía mundial, abril de 2007 y abril de 2008).
Tras el colapso de Lehman Brothers en setiembre de 2008, el panorama económico mundial se deterioró en todos los aspectos que anteriormente habían sostenido el crecimiento en los países en desarrollo, lo que ocasionó una fuerte desaceleración en varios de estos países. Sin embargo, poco después experimentaron una rápida recuperación, iniciada en 2009, como resultado de la aplicación de fuertes políticas anticíclicas, posible gracias a la mejora de la situación presupuestaria y de la balanza de pagos durante la fase temprana de la expansión. Las políticas monetarias aplicadas en respuesta a la crisis por parte de Estados Unidos y Europa también contribuyeron a la recuperación de los países en desarrollo, al redirigir las corrientes de capital hacia esos países, tras la paralización repentina y la salida brusca que había sido desencadenada por el colapso de Lehman Brothers.
La combinación de la desaceleración en las economías avanzadas y la fuerte recuperación en el Sur fue interpretada, una vez más, como un desacoplamiento. Sin embargo, no pudo mantenerse el impulso inicial experimentado en los países en desarrollo. Si bien desde 2009 las condiciones en los mercados financieros mundiales y de productos básicos se han mantenido en general favorables, la fuerte tendencia al alza de las corrientes de capital y de los precios de los productos básicos ha llegado a su fin, y las exportaciones hacia las economías avanzadas han disminuido considerablemente. Además, los efectos puntuales de las políticas anticíclicas en los países en desarrollo han comenzado a desaparecer y la libertad de acción para la adopción de políticas expansionistas adicionales se ha reducido de manera significativa. A excepción de China, las limitaciones en materia presupuestaria y de balanza de pagos comenzaron a afectar a la mayoría de los países en desarrollo como resultado del cambio hacia un crecimiento impulsado por la demanda interna, lo que conllevó un ajuste presupuestario. Por consiguiente, tras registrar una fuerte recuperación en 2010, el crecimiento en los países en desarrollo disminuyó tanto en 2011 como en 2012. Asia, la región en desarrollo más dinámica, registró en 2012 un crecimiento unos cinco puntos porcentuales menor que el alcanzado antes de la crisis, mientras que en América Latina el crecimiento se redujo a la mitad.
El FMI ha refinado su postura respecto de la cuestión del desacoplamiento, al volver a tratar el tema en su informe Perspectivas de la economía mundial, octubre de 2012 (capítulo 4, “¿Perdurará la resiliencia de las economías de mercados emergentes y en desarrollo?”). En un análisis cuantitativo, en el que se agrupó a más de cien mercados emergentes y economías en desarrollo (con ingresos per cápita que oscilan entre los 200 y los 20,000 dólares) y se examinó su evolución en los últimos sesenta años, el FMI ha concluido que “el desempeño durante la última década fue tan favorable que por primera vez las economías de mercados emergentes y en desarrollo gozaron de una expansión más prolongada que las economías avanzadas y sufrieron desaceleraciones más pequeñas. Las razones son la solidez de las políticas adoptadas (que da cuenta de alrededor de tres quintas partes de la mejora del desempeño) y la menor incidencia de shocks externos e internos (que da cuenta de las otras dos quintas partes)”.
El FMI ha concluido que las políticas sólidas que mejoraron el desempeño de los países en desarrollo incluyeron “una mayor libertad de acción de la política económica (caracterizada por un bajo nivel de inflación y de posiciones fiscales y externas favorables) creada por el fortalecimiento de los marcos de política económica (adopción de políticas anticíclicas, metas de inflación y regímenes cambiarios flexibles)”. No se halló un vínculo estrecho entre factores estructurales como la estructura de los intercambios comerciales, la apertura financiera, las corrientes de capital y la distribución del ingreso, y la resiliencia de los países en desarrollo.
El FMI pasa por alto el papel de las perturbaciones externas positivas, que pueden estimular el crecimiento y crear una mayor libertad de acción de la política en los países en desarrollo, y centra su atención en la ausencia de perturbaciones adversas fuertes. Numerosos ejemplos confirman que la mejora del desempeño de los países en desarrollo exportadores de productos básicos, que representa gran parte de la aceleración registrada en el Sur después de 2002, fue el resultado de un auge simultáneo de los precios de los productos básicos y de las corrientes de capital, que también crearon una mayor libertad de acción para la adopción subsiguiente de políticas anticíclicas en respuesta a las consecuencias de la crisis. Estas perturbaciones positivas explican mejor el desempeño excepcional de muchos países en desarrollo en la última década que la adopción de unas “buenas” políticas ortodoxas, como la fijación de objetivos de inflación, la inflación de un solo dígito y los tipos de cambio flexibles.
Desde 2011, el FMI ha realizado constantemente proyecciones exageradas del crecimiento de las economías emergentes y en desarrollo. En el informePerspectivas de la economía mundial publicado en abril de ese año, previó un crecimiento del 6.5 por ciento para 2012, revisado a la baja al 6.1 por ciento en setiembre de 2011, al 5.7 por ciento en abril de 2012 y al 5.3 por ciento en octubre de 2012. En el informe Perspectivas de la economía mundial publicado en abril de 2013, el FMI calculó que el resultado de crecimiento en estos países había sido del 5.1 por ciento, es decir, 1.5 puntos porcentuales por debajo de su proyección original, y reconoció la posibilidad de que “el reciente incumplimiento de los pronósticos es un síntoma de problemas estructurales más profundos”, lo que conllevó que revisara a la baja las perspectivas a mediano plazo para estas economías.
En otro informe de ese año, el FMI estima que, en promedio, la tasa de crecimiento potencial de los países en desarrollo del hemisferio occidental se sitúa apenas por encima del tres por ciento, una cifra muy inferior a la necesaria para alcanzar un auténtico “auge del Sur” y los niveles de crecimiento de las economías avanzadas, y reconoce que la tasa de crecimiento superior al crecimiento potencial alcanzada durante el periodo entre 2003 y 2012 no es sostenible sin la aplicación de cambios fundamentales.
Yılmaz Akyüz, economista jefe del Centro del Sur.
Este texto es parte del trabajo del autor Los países en desarrollo tras la crisis financiera: después de la tormenta no siempre viene la calma, Centro del Sur, Documento de Investigación Nº 48, junio de 2013.