Muere Jean-Claude Baby Doc Duvalier, rey de la corrupción y el vudú

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El expresidente haitiano, murió de un infarto a los 63 años de edad. Fue proclamado “Presidente Eterno” de Haití a los 19 años, tras la muerte de su padre, François (“Papa Doc”) Duvalier, y continuó con un régimen sanguinario que, según la organización Human Rights Watch, costó la vida de 30.000 haitianos. Bajo su mandato “cientos de prisioneros políticos detenidos en una red de cárceles murieron debido a maltratos o fueron víctimas de ejecuciones extrajudiciales”. Reiteradamente cerró diarios y estaciones de radio independientes. Los periodistas eran golpeados, en algunos casos torturados, encarcelados y obligados a salir del país”, agrega HRW. .

Descendiente de esclavos negros, Duvalier nació en Puerto Príncipe el 3 de julio de 1951, seis años antes de que su padre llegara al poder en una elección presidencial. François Duvalier era un orgullo nacional, pero reclutó un ejército privado (la siniestra «Tontons Macoutes») para mantener controlada a la población a través de una combinación de terror y brujería. Protegido por EEUU, que lo veían como un amortiguador frente a Fidel Castro, Duvalier mató todos los que se le opusieron, estableciéndose pronto como un líder de culto y presidente vitalicio.

Su hijo Jean-Claude, quien tenía una visión moderna de la vida política de Haití, fue el blanco de secuestradores en 1963. En represalia, su padre ordenó la ejecución de 100 personas, incluyendo 65 oficiales del ejército. Cuando su padre enfermó -padecía problemas cardíacos, diabetes y una demencia incipiente-, Haití fue invitado a apoyar Jean-Claude como su heredero, y en 1971 los haitianos aprobaron su selección con un voto de 2.391.916 a 1. “La gente sencilla de Haití, los campesinos negros que viven en la pobreza, todos necesitan a alguien que los defienda”, recordó más tarde.

El 22 de abril de 1971, el día después de la muerte de su padre, Duvalier asumió el cargo de presidente vitalicio. Su madre, Simone, ejerció durante años gran parte del poder en las sombras, con el título de “Guardiana de la Sagrada antorcha de la revolución”. En respuesta a la presión de Estados Unidos, algunos de los exministros fueron reemplazados y un varios presos políticos liberados y llegó ayuda de EEUU, Canadá y Francia. Entonces, Duvalier sumó US $500 millones, provenientes de ayuda internacional, a su fortuna personal.

El descontento con el régimen estalló en disturbios en 1985, y los manifestantes fueron reprimidos por las fuerzas gubernamentales y los “Tontons Macoutes”. En dos días, murieron 400 personas. Todo finalizó cuando Duvalier apareció en la televisión con la promesa de “redistribuir la riqueza”, y aseguró a los haitianos que su Gobierno era todavía “fuerte, firme como la cola de un mono”.

Duvalier y su esposa Michele Bennett llevaron un estilo de vida suntuoso en la Costa Azul. En París, los Duvalier y su familia compraron un castillo y dos apartamentos en la ciudad, condujeron BMW y Ferraris, pasaron vacaciones en hoteles de lujo y compraron en tiendas como Givenchy, Hermes y Louis Vuitton. 

Luego de vivir 25 años de exilio en Francia, Duvalier regresó a Haití en 2011, luciendo frágil, y tras ser brevemente detenido bajo cargos de corrupción, robo y apropiación indebida de fondos, se encerró en su casa en las colinas que rodean a la capital haitiana. Desde entonces tuvo pocas apariciones públicas, casi siempre para encarar las demandas legales en su contra interpuestas por algunas de las víctimas de su régimen. 

El poder bajo la sombra

 

A fines de los 70, el introvertido Duvalier cayó bajo el “hechizo” de la tempestuosa y sofisticada Michele Bennett, con quien se casó en mayo de 1980 en una boda de ensueño que costo US $5 millones. Bennett se convirtió en un blanco de críticas debido a sus frecuentes viajes de compras a las tiendas más caras de Europa, aparentemente ignorando la pobreza. Lo primero que hizo Michele como Primera Dama fue expulsar a su suegra del palacio presidencial.

 

El papa visita a Duvalier

“Baby Doc” recibió a Juan Pablo II en 1983, aunque el pontífice declaró que los haitianos carecían “de todo lo que permite una existencia realmente humana”. Tres años después, en medio de manifestaciones, Duvalier organizó una gran fiesta de despedida en el palacio presidencial. A la madrugada, huyó al exilio a bordo de un avión militar estadounidense, haciendo una pausa en el camino para desenterrar los restos de su padre en una oscura ceremonia de vudú y eliminar cientos de millones de dólares en efectivo del Banco Central.