Los fragmentos de Evangelio más antiguos del mundo

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El anunciado hallazgo de un papiro en una máscara de momia egipcia «sería muy importante si proporcionara un texto mucho más antiguo de Marcos», dice un experto

Algunos de los papiros más antiguos con textos del Nuevo Testamento habían sido encontrados en vertederos de papel en el desierto, o comprados a comerciantes de antigüedades, pero nunca hasta ahora se había dado con uno de ellos en una momia egipcia, entre los cientos de documentos utilizados como papel maché para crear su máscara. Un grupo de expertos de la Universidad evangelista de Acadia (Canadá) lo encontró hace tres años y ha logrado identificar el texto como un fragmento del evangelio de San Marcos datado entre el año 80 y el 90después de Cristo. De confirmarse, sería el primer manuscrito del Nuevo Testamento que se conoce.

Los científicos creen que el papiro en el que se escribió esta copia del evangelio de San Marcos habría sido reciclado después por otras personas para elaborar la máscara funeraria, una práctica común entre las clases humildes egipcias que tenían que conformarse con papiro o lino, pegamento y pintura, según señaló el doctor en Estudios Bíblicos Craig Evans el pasado 18 de enero a Live Science.

«Si lo que dicen es cierto, el hallazgo sería de gran importancia, pues el papiro más antiguo que tenemos de Marcos es relativamente tardío: el P45, que contiene los cuatro evangelios, aunque en otro orden (Mateo, Juan, Lucas y Marcos. Data de mediados del siglo III», señala Santiago Guijarro, catedrático de Nuevo Testamento de la Universidad Pontificia de Salamanca y director de la Asociación Bíblica Española.

Aunque Craig Evans «es un profesor de reconocido prestigio», «totalmente confiable» y que «ha publicado mucho y con gran rigor», los expertos han acogido estas noticias «con cierto escepticismo» al no tener los datos de la investigación, afirma Guijarro. Evans y los demás expertos de este proyecto han firmado un protocolo para no revelar datos antes de publicar sus descubrimientos en una revista especializada a finales de año. Entonces se sabrá cuáles son las líneas del evangelio escondidas en la máscara.

Para el prestigioso biblista español, «este descubrimiento sería muy importante si nos proporcionara un texto (en realidad sería un pequeño fragmento) mucho más antiguo de Marcos». La transmisión de este evangelio «es muy particular» ya que «una vez que Mateo y Lucas lo incorporaron en sus respectivos evangelios, casi dejó de copiarse», explica Guijarro.

«Por eso no nos han llegado papiros con el texto de Marcos, mientras de los otros evangelios tenemos bastantes», añade el autor del libro «Los cuatro evangelios» (Salamanca, 2012). Existen unos 5.000 manuscritos, bastantes de ellos de la época preconstantiniana (después de Constantino los textos se copiaron en grandes códices y se difundieron mucho), explica Guijarro.

«Uno se hace una idea de lo que esto significa cuando cae en la cuenta de que las obras los autores clásicos, por ejemplo de Homero, nos han llegado en manuscritos copiados ocho o diez siglos después de que fueran compuestas», subraya el catedrático de la Universidad Pontificia. En el caso del Nuevo Testamento y en especial de los evangelios, «no es así» porque «tenemos papiros copiados veinte o treinta años después de que fueran compuestos, y tenemos muchos». El Nuevo Testamento «es, con mucho, el texto mejor atestiguado de toda la literatura antigua», asegura.

El fragmento de evangelio canónico más antiguo admitido hasta ahora es el recogido en el Papiro 52 que se conserva en la biblioteca John Rylands, en Manchester. Contiene un pequeño texto del evangelio de San Juan y se cree que data del siglo II.

El papiro hallado en la máscara egipcia sería anterior, pues se remonta, según los expertos canadienses, entre el año 80 y 90 después de Cristo. En opinión de Guijarro, «el principal problema que presenta este hallazgo es que no han explicado aún por qué lo datan con tanta precisión en la década de los 80».

El biblista imagina que habrán podido datar la tumba y la momia, de cuya máscara han obtenido el papiro que sería lógicamente anterior. Habría que contar además con un tiempo para que el papiro fuera desechado, puesto que un cristiano nunca hubiera utilizado un texto bíblico como papel maché. La datación del papiro «es el punto que hay que aclarar en primer lugar», ya que es «un asunto complejo y ahí se va a jugar todo», asegura Guijarro.

Aún en el supuesto de que pudiera datarse en la década de los 80, el director de la Asociación Bíblica Española cree que «ninguna de las dos hipótesis que hoy se barajan para situar la composición de Marcos (Roma o Siria) se vería afectada». Existe bastante acuerdo entre los expertos en que este evangelio se compuso en torno al año 70 y resulta factible, a juicio de Guijarro, que una copia llegara a Egipto, ya fuera desde Roma o desde Siria, puesto que «las comunicaciones por mar eran muy buenas entonces al ser el Mediterráneo un mar interno sin piratas».

En este punto coincide con Evans, que resaltó cómo «en el Imperio Romano el correo se movía casi a la misma velocidad con la que lo hace ahora» y «una carta escrita en Roma podía ser leída en Egipto en unas semanas». Aunque en opinión de Guijarro, «el Evangelio de Marcos no se compuso en Roma, sino en Palestina» y hay indicios para afirmar que «llegó muy pronto a Roma y que desde allí se difundió».

Papiros antiguos importantes

Hasta la fecha, el documento más antiguo conservado de San Marcos es el Papiro 45, de mediados del siglo III, que fue adquirido en Egipto por el coleccionista Alfred Chester Beatty (1875-1968) y que se conserva en la biblioteca de su mismo nombre en Dublín (Irlanda). «Es muy importante» porque «es el primer códice que contiene los cuatro evangelios», destaca Santiago Guijarro.

Del Evangelio de San Juan hay fragmentos anteriores, como en el Papiro 52 antes mencionado que contiene líneas de Juan 18:31-33 y en su parte posterior de los versículos 37-38 escritos en griego. Fue adquirido por Bernard Grenfell en 1920 en el mercado egipcio junto a otros documentos procedentes de un vertedero, aunque su estudio y catalogación la realizó Colin H. Roberts en 1934.

El Papiro 66, de comienzos del siglo III, contiene casi completo el Evangelio de Juan. Hallado en Egipto en 1952, forma parte de la colección de los papiros Bodmer que se conservan en la Biblioteca Bodmeriana, en Cologny.

Medio siglo antes, el reverendo Charles Bousfield Huleatt adquirió en 1901 en Luxor (Egipto) y donó al Magdalen College de Oxford el Papiro 64, también llamado «Papiro Magdalena». Se cree que estos fragmentos y los del P67 o «Papiro Barcelona», de la colección de Ramón Roca-Puig que conserva la Abadía de Montserrat, pertenecieron a un mismo códice del Evangelio de San Mateo.

Otro de los papiros más antiguos e importantes que destaca Santiago Guijarro es el P4 o Papiro de París, con fragmentos del Evangelio de Lucas y datado en el siglo III. El documento, que se conserva en laBiblioteca Nacional de Francia, fue encontrado a orillas del Nilo en 1889 por Vincent Scheil, que publicó su texto en 1892.

Estos y otros más «no son reproducciones del texto del Nuevo Testamento sino sólo fragmentos pequeños de texto», remarca Jesús Peláez del Rosal, catedrático de Filología Griega de la Universidad de Córdoba. El texto mejor transmitido y completo del Nuevo Testamento, señala Peláez, «se encuentra en los códices Vaticano y Sinaítico».

El polémico papiro 7Q5 de Qumrán

El jesuita español José O’Callaghan provocó en 1972 un terremoto en los estudios del Nuevo Testamento al identificar un papiro hallado en las cuevas de Qumrán con un pasaje del evangelio de Marcos. «El papiro es el denominado 7Q5 y se encuentra en Israel junto con los manuscritos hallados en las cuevas del Mar Muerto. Tiene el tamaño de un sello de correos y sobre su datación no existen dudas: es del año 50 después de Cristo», explicaba a ABC en 1996 el entonces profesor emérito del Instituto Bíblico.

Según la hipótesis de O’Callaghan, los Evangelios habrían sido transcritos a los quince o veinte años de la muerte de Jesús, de forma que no habría pasado apenas tiempo para que se produjeran cambios significativos en la tradición oral.

Carsten P. Thiede, director del Instituto de Investigación Epistemológica Fundamental de Paderborn, reavivó el debate en 1996 al datar el papiro del Magdalen College alrededor del año 60.

Hoy «la tesis de O’Callaghan ha sido descartada en el mundo académico, lo mismo que la de Thiede (el papiro es muy importante, pero no tan antiguo)», afirma Santiago Guijarro, que recuerda «cómo se enfurecía el gran paleógrafo de L’École Biblique de Jerusalén, Èmile Puech, cuando salió el libro de Thiede» en el que también se aludía al 7Q5. Este papiro «es un fragmento muy pequeño que podría corresponder a varios textos del Antiguo Testamento», subraya el profesor de la Universidad Pontificia antes de concluir que «hace mucho que nadie habla de esto una vez que se demostró el escaso fundamento de la hipótesis».

La hipótesis, recuerda Jesús Peláez, «tuvo desde el principio detractores y defensores, pero después de más de un cuarto de siglo de debate, ya ha quedado probado que estos papiros no son del Nuevo Testamento» y «también ha caído la teoría de Thiede».