Me estoy preparando para la siguiente batalla

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Los desafíos personales de Álvaro García Linera. El proyecto político a la cabeza de Evo Morales y las fortalezas en la construcción del Estado Plurinacional. Además: cómo planifica la victoria del 2020.

Once años después de la última entrevista con el vicepresidente Álvaro Garcia Linera (agosto de 2004) se abren las puertas de la Vicepresidencia del Estado Plurinacional en el viejo edificio del ex Banco Central de Bolivia. Su despacho está flanqueado por la bandera boliviana, la whipala y luce muy ordenado, casi impecable para un exponente de teorías revolucionarias: Gramsci, Lenin, a quienes cita un par de veces en la entrevista. El dice que está más tiempo en palacio que en su despacho y viaja más que en los dos lugares juntos. El ritmo para una autoridad  del Ejecutivo resulta casi frenético. Hace 10 años el vicepresidente decía que “moriría feliz si Bolivia era gobernada por un indio”. Visionario e intuitivo, ya entonces imaginaba el poderío expresado en la insurgencia indígena. De la cárcel donde paso cinco años, acusado por alzamiento armado y terrorismo, pasó a conquistar la mente y el corazón de la gente como analista disciplinado de programas de televisión. “No podía perder una sola invitación a los medios de comunicación ahí radicaba el poder de transformación”. Tampoco se equivocó.

Entonces, dos vertientes maduraban una al lado de la otra. La visión radical de Felipe Quispe Huanca que propugnaba la toma del poder por las armas y la Evo Morales que sin ambages conquistaba a los descontentos para sumarlos a su proyecto político en las urnas. Álvaro García Linera simpatizó con ambas corrientes, impulsado por una fuerza sobrenatural que también intuitivamente lo alejó de compromisos con los partidos tradicionales de izquierda. “Eran muy limitados en su formación y pensamiento”, sostenía entonces y aunque ahora no lo dice explícitamente no parece haber cambiado de idea. Y mientras los grandes factores de poder externo presionaban la aplicación de sus recetas aliadas a los gobiernos de turno, García Linera presagiaba que la insurrección popular estaba cerca. No fue con las armas como propugnó el Mallku, pero si a través del voto en un estado de descontrol que se advertía en las calles.

En 2004 cuando conversamos con el vicepresidente en su departamento del edificio Isabel la Católica de la avenida Arce, describimos un ambiente rodeado de libros en una estantería sencilla, pocos muebles cuya utilidad era entonces meramente funcional. Dijimos que faltaban en esa ocasión imágenes de Lenin o Marx para completar el ambiente de reunión de una cedula comunista secreta del siglo pasado. Hoy tenemos a nuestro frente a un personaje cálido en los fríos ambientes victorianos del edificio de la Vicepresidencia. En estos años, la lectura de los libros ha cambiando por la lectura de las imágenes que a diario le regalan los rostros del pueblo. “En el campo no hay mecanismos de intermediación efectivos del Estado; entonces presidente y vicepresidente directamente al contacto con la sociedad.  No somos un Gobierno que administra gestión a través de informes burocráticos, no, no, no; recibimos los informes pero ante todo, estamos presentes. La obsesión del presidente por viajar es la única forma de saber lo que está sucediendo”.  Es así como siempre funcionó esa relación en la perspectiva de identificar las necesidades del campo. “En la entrevista de 2004 -dice García Linera-  debí haberles contado que volvía de algún viaje; en la academia gastaba toda la plata que me pagaban por la maestría en viajar a ampliados, congresos y cursos no solo para difundir, sino para captar lo que sigue bullendo en el fondo del alma de las estructuras colectivas de la gente”.

Tras esa breve introducción que en el grabador puede comerse cintas enteras, preguntamos al vicepresidente cómo siente el haber cumplido sus objetivos que de alguna manera significan en su caso un compromiso con sus ideales y ahora con el destino del país.

Ese es un tema particular muy especial. Una persona como yo que construyó desde adolescente su narrativa personal como revolucionario, involucrado con las luchas sociales, un tipo que planteaba que en Bolivia debía haber una lucha armada, que subordina el tiempo para su formación, que relega profesión y familia para el objetivo único de un proceso revolucionario; cuando uno se va forjando de esa manera sabe que existe un 99% de probabilidades de no ver el resultado de su obra. Así he visto a una y a otra generación, a revolucionarios en el mundo que he conocido que a pesar de haber sembrado ideas, organización; que saben que van a pasar la vida así o que quizá te matan en el camino, como estuvieron a punto de matarme cuando estuve preso, van a morir antes de ver el fruto de su cosecha.  Cuando las estadísticas dicen que el 99% de los revolucionarios no verán el fruto de su trabajo que provocó sacrificio y quizá olvido; hay el uno por ciento que quizá ve el resultado. En mi caso -no la vicepresidencia que para mí es una eventualidad de la vida- el objetivo era ver indios gobernando, habíamos pensando en una gran rebelión con las armas, pero se dio fruto de una gran rebelión pero no con las armas sino con el voto que finalmente significó la victoria: indígenas entrando al palacio de Gobierno, incorporando su olor a coca a tierra y trabajo a estos salones fifís que estaban acostumbrados a recibir los perfumes de otras clases sociales.

Hasta que se da, cuando uno iba palpando el 2002, 2003, 2005, siempre había la posibilidad que todo se derrumbe. Ese objetivo de ayudar a cambiar la historia, una historia que había relegado a los indígenas a albañiles, cocineras, empleadas, obreros; ahora ha cambiado a un país en el que un indígena puede ser presidente del Senado o albañil, indistintamente. Esos cambios los hemos visto, los estamos viviendo. Eso hace que me considere una persona realizada. He visto consagrados los objetivos por los que luché, por los cuales ingresé a la cárcel, por los cuales iban a matarme más pronto que tarde; ver que esos objetivos se están realizando, me llegan de orgullo. Cómo no ser agradecido con la vida.  La vicepresidencia es un accidente; es este hecho, una historia distinta del movimiento indígena, campesino, popular, obrero lo que me llena de plenitud. Soy un hombre muy agradecido con la vida. Soy un hombre que camino por la calle sin ningún tipo de resentimiento, soy un hombre que tengo o tenía como seguridad a mi carcelero de Chonchocoro; tenía como general al coronel que robaba mis libros y nunca los vi ni los asumí con distancia, con enojo sino con sonrisas.

Álvaro García Linera había manifestado en la entrevista de 2004 que el tiempo no se mide en años sino en décadas y en algunos casos hasta en siglos. El Gobierno del MAS acaba de ser reelecto para un tercer periodo. Es el tiempo que va haciendo historia, en este caso concreto que se ya puede medir por décadas. Las transformaciones sociales acompañan décadas a proyectos amalgamados con historias personales. El ciclo inconcluso de la revolución nacional del 52´truncada por los espejismos y los fantasmas de la capitalización que derrumbó el sueño paulatino de las generaciones que venían próximas.

Lo logrado por lo indígena, lo popular independiente de lo que pase con nosotros ya es una experiencia acumulada en el seno de la historia; es sentirse personas con derechos de primera que pueden gobernar siendo mayoría, que son parte del destino de este país. La historia puede hacer lo conveniente con Evo y conmigo pero el empoderamiento real de los sectores subalternos es irreversible. Pasarán 10, 20, 30 años pero este hecho debe tomarse como punto de partida de lo que hasta aquí se ha logrado: indígenas como cuerpo actuante de la identidad boliviana, de la sociedad, del Estado y de la historia. Se van a poder derogar leyes, decretos, en el peor de los casos cambiar nombres, pero cualquier fuerza política que llegue al poder no podrá revertir este sentido de pertenencia que los subalternos han construido. Lo que se puede hacer de aquí en adelante deberá tomar en cuenta este sedimento.

¿Ha sido difícil conquistar estos objetivos?

Cuando reflexionábamos en el año 2000 se veía que se estaban gestando las condiciones de una gran sublevación en torno a proyectos de sociedad y en la cresta de esa ola el MAS logró la victoria  electoral en 2005; uno podía prever la emergencia de esa insurgencia pero no podía prever la durabilidad y la profundidad de esa insurgencia. Nosotros mismos nos veíamos como una eventualidad. Dijimos llegamos aquí todo tranquilo  muchachos  a gestionar, todo está garantizado, pero no, el primer día con el presidente el 22 de enero de 2006 cuando nos quedamos solos en palacio nos miramos los dos ¿y ahora qué hacemos para que esto dure? En 2006 teníamos al frente a toda la media luna, a los movimientos sociales en un vigoroso proceso de repliegue natural que escapa a la voluntad de las personas. Estábamos al medio de una adversidad, no controlábamos cinco departamentos. La idea fue aguantar, resistir e irradiar, pero ese plan podía fracasar en el camino. En 2007 con la conjura en contra de la Constituyente, en 2008 se aprobó el referéndum autonómico en Beni, Pando, Tarija, Santa Cruz, y se resquebrajó la unidad del país. Ese fue un momento muy duro. Ellos (se refiere a la oligarquía cruceña) tenían poder político, económico, territorial y habían logrado además el entusiasmo colectivo en el referéndum rompiendo normas en una especie de gobierno paralelo. Tenían el control del Senado y meses después se lanzan con la ocupación fáctica de los espacios físicos, con la toma y quema de instituciones y la voladura de ductos. Varios ministros renuncian y un pequeño grupo junto al presidente pensamos ´del palacio nos sacan muertos´. Sabíamos de la gravedad de los hechos, que algo iba a pasar, pero a medida que ellos consumaban nuevas victorias con el uso de la violencia, deslegitimizaron su movimiento. Hasta que llega un momento que se les derrumba todo con la muerte de personas en Pando. No contestamos a la violencia con violencia; ellos mismos horadaron su legitimidad.  Recién entonces decidimos pasar a la ofensiva porque habían roto un ámbito de tolerancia moral, elemento clave para cualquier revolucionario que marca la aceptación o el rechazo de un hecho de fuerza, es ese momento que puedes dar un salto porque la gente abre su cabeza a la legitimidad de una respuesta. Entonces no dudamos, nos planteamos con firmeza que el poder era para gobernar, que Evo y Álvaro tomarían decisiones por duras que sean para  garantizar la legalidad de nuestro Gobierno. Cuento todo esto porque uno puede tener la mirada de la historia y de los momentos de tensión pero no sabe si va a ganar o si te aplastan.

Finalmente ganaron esa batalla.

No sin antes haber estado dispuestos a la confrontación total y ellos se dieron cuenta. Nuestra verdadera victoria fue su derrota moral, los derrotamos en el alma, en sus cálculos más íntimos. Se rinden, abdican: ´Señores lo entendemos aquí están nuestras armas, nuestras banderas´. Pero además, en estas situaciones en las que se dan estos empates catastróficos, proyectos de sociedad confrontados, territorialmente casi divididos, tarde o temprano tienen que dirimirse mediante hechos de fuerza; nosotros lo sabíamos, ellos no. Esa fue nuestra gran ventaja. Nosotros sabíamos de la regularidad de la historia y de las revoluciones. Sabíamos que este proceso de polarización,  decisión ideológica y territorial no podía durar mucho tiempo. Ellos actuaron torpemente, tenían mucho: poder económico -los sectores empresariales más fuertes-, tenían poder político -controlaban el Senado, juzgados, instituciones-, tenían control político territorial -controlaban los municipios, gobernaciones- y habían logrado apoyo social -la autonomía había conseguido capar el entusiasmo colectivo de sectores populares en el Oriente-.

¿Esa victoria es un momento de orgullo?

De satisfacción muy grande porque no sabías si ibas a vivirá al día siguiente.

¿Cuál es la relación que el Gobierno asume posteriormente con ellos?

En una conferencia en La Sorbona, resumí mi entendimiento de lo que es la hegemonía.  En el debate marxista hay un debate entre gramscianos y leninistas. Los gramscianos dicen que la hegemonía, el consentimiento y liderazgo se logra fruto de una larga lucha cultural de convencimiento a todos los sectores y los leninistas dicen que la hegemonía se logra derrotando al adversario. Yo en esa exposición les decía que ese es un falso debate. La realidad que me tocó vivir son las dos cosas sumadas y ampliadas;  es el primer lugar un largo proceso de lucha cultural de irradiación de ideas, palabras, ideas fuerza, de sentido común que puede durar décadas, pero hay un momento en que eso ya no es suficiente. Hay un momento en el que tienes que derrotar a tu adversario en las ideas, en la economía, en las elecciones, en la política y moralmente. Y luego tienes que convencer a tu adversario derrotado e incorporarlo pero ya derrotado, no organizado. Entonces la hegemonía es Gramsci, Lenin, Gramsci. Resumiendo en una fórmula: convencer, derrotar, incorporar. Es la fórmula de la victoria.

Cómo mides esta relación de fuerza cuando te encontrabas preso, existía el mismo convencimiento  de lograr lo que te habías propuesto

Yo no podía haber visto eso, no todo estaba planificado; la confrontación sí porque iba a darse tarde o temprano. No puedes planificar la victoria, puedes prepararte para luchar e intentar ganar. En la cárcel estas derrotado físicamente, te han arrestado, estas maniatado, ya; pero tienes tu bandera, aunque te hayan reducido a un testimonio, no te han logrado derrotar moralmente y volverás a marchar con tu bandera por delante porque son tus principios. Ese tipo de experiencias individuales te hablan que la historia no está definida y que el ser humano por muy estudioso que sea no puede prever la totalidad de los pasos del destino. La realidad puede desbordar lo  planificado y en esas tendencias hay momentos en que todo puede ser revertido. Qué pasaba si el año 2008 un comandante se daba la vuelta, no estaríamos aquí y esa posibilidad no era remota. Nada estaba definido

Pero si sucedía eso iba a explotar una revolución

Por supuesto, ellos también lo calcularon pero se arriesgaron y cuando vieron que la cosa se venía hicieron mejor su cálculo. ´El Evo y el Álvaro qué pueden perder, están ahí por ideas´, esa era nuestra superioridad moral, a nosotros nos movían ideas a ellos intereses. Cuando tú vas por ideas te lanzas a la batalla porque no tienes nada que perder, en cambio ellos sí: casa, hacienda,  empresa, fábrica, cuenta bancaria, mi viajecito de fin de año. Pensaron y resolvieron ´mejor no´. Abdicaron, la abdicación es un concepto militar, se rindieron.

Que viene adelante

Llegamos en un momento de lucidez colectiva en torno al bien común: Nacionalizar, Asamblea Constituyente, Gobierno Indígena. Los movimientos sociales tienen una mirada más universalista del mundo, de Bolivia; no es una mirada particularista del país. Lo que hemos hecho todo este tiempo es mantener en pie esta mirada, somos un Gobierno que toma decisiones duras -a veces- pero que benefician a todos. La tentación del particularismo, de gobernar para unos en detrimento de todos es muy fácil cuando uno es presidente y vicepresidente. Lo que Evo y yo hacemos es hacer prevalecer el interés común. Entre el año 2006 al 2009 nuestra gestión fue sobrevivir políticamente, luego comenzamos a gestionar, administrar la buena gestión anterior y planificar los siguientes 10 años.

El vicepresidente toma en sus manos la revista dat0s de julio de 2004 para hacer una comparación final del cambio. “Cuando alguien compare lo que Álvaro hablaba acá con lo que Álvaro habla ahora, va a encontrar una diferencia. Los principios son los mismos, pero ahí era lucha, lucha, resistencia y estrategia de fuerzas; ahora es planificación el 2025: industrialización, inversión acá, agricultura acá; es la misma bandera, antes lista el momento de la lucha y la resistencia y ahora lista el momento de la gestión y la planificación. El 12 de octubre cuando ganamos con el 62% los compañeros estaban muy alegres festejando la victoria del 2015, yo no tanto porque estaba preparando la victoria del 2020.

Pero la historia será distinta porque Evo Morales no competirá en esas elecciones.

Igual, hay que planificar. No soy un hombre que disfruto el momento, peleó para la victoria, pero cuando se da esa victoria no la disfruto porque me estoy preparando para la siguiente batalla.

 

 

Que decía Álvaro García Linera en 2004:

“Nosotros éramos jóvenes universitarios y teníamos como base el pensamiento proletario de que había que prepararse para un posible giro en la existente estructura política y económica de Bolivia”

“Todos nos lanzamos al campo de la mano de Felipe Quispe. Yo comencé a conocer la realidad y la cultura indígena a partir de la lectura. Nunca antes estuve en el campo”

Comenzamos a construir una postura política y construir un proyecto político  desde 1986 hasta 1990. Primero era que los pueblos indígenas mayoritarios deberían gobernar Bolivia”

“Hubo un trabajo sistemático de formación de cuadros. Los mestizos éramos como los dedos de una mano”

“Se trataba de una estructura comunitaria que asumía el proyecto de sublevación”

“En la cárcel pasa algo muy curioso: uno se acostumbra a la vida en la cárcel. Cuando cumplí dos años preso en vez de suicidarme tenía la oportunidad de comenzar todo de nuevo”

“Aprendí que la vida es como la potencia de todo. Que el tiempo no se mide en función de unos años, sino en décadas y siglos”

“Tenemos el proyecto de un Gobierno indígena. Es un proyecto que lo trabajamos en los años 80 y 90 y que lo sostengo ahora. Yo moriría feliz viendo un indio gobernando Bolivia y transformando las instituciones hacía un Estado multicultural”

“El sentimiento de orgullo e identidad indígena que propugnamos, se consolido”